domingo, 10 de diciembre de 2023

Ministrar como Jesús

¿Por qué el ministerio compasivo de Cristo es tan poderoso para romper los prejuicios y predisponer a las personas para escuchar verdades espirituales? Trate de imaginar cuánto más efectivo sería nuestro testimonio como pueblo si reflejáramos la misma preocupación desinteresada por los demás como lo hizo Jesús.

Piensa en una ocasión en la que dijiste algo que podría haber sido cierto, correcto, incluso necesario, pero lo dijiste mal, es decir, con un mal tono o mala actitud. ¿Qué aprendiste de esa experiencia que podría ayudarte a no volver a hacerlo, como por ejemplo esperar hasta que te calmes antes de hablar, o algo similar?
Reflexiona más sobre la idea de que incluso todas las personas sanadas o resucitadas de entre los muertos finalmente morirían. 
¿Qué debería decirnos esto sobre cómo deberíamos llevar a cabo nuestra obra misionera y nuestro ministerio hacia quienes nos rodean?
¿Qué tipos de ministerios puede iniciar tu iglesia en tu comunidad que no está haciendo actualmente?
¿Cómo podemos crear oportunidades espirituales para los buscadores sinceros a través de ministerios de necesidades manifiestas?

“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).

"Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre" Deuteronomio 15:7
"Es como si un hombre se pusiese las manos en los bolsillos, o detrás de la espalda, rehusando extenderlas en un gesto de generosidad...Siempre que haya entre los hombres diversidad de talentos, habrá algunos necesitados de ayuda. Los miembros de la iglesia podrían ocuparse mucho más de los menos pudientes, sin dejar por ello de hacer evangelismo público" 1CBA, 1019.
¡Qué testimonio de parte de los incrédulos! En lugar de arrrestarlo, ellos habían sido atrapados por lo que habían oído. Noten otra vez cómo esto magnifica a Cristo como "La Palabra" ¡No fueron sus milagros que los había impresionado más, sino su hablar! Jamás hombre alguno habló como este hombre. realmente su testimonio fue verdadero, porque ¡Aquel a quien habían escuchado era más que un hombre: La Palabra de Dios! Ningún hombre habló algunavez como Cristo porque sus palabras eran espíritu y vida (Juan 6:63)

Las palabras de Jesús estaban respaldadas por sus actos. Si él no hubiera vivido como vivió, no podría haber hablado como habló. Nuestras palabras tienen poder cuando son apoyadas por una vida piadosa.

“El amor tiene un hermano gemelo que es el deber.” CN, 241

Amor es compromiso

La lujuria dice: "¿Qué tú puedes hacer por mí?
El amor dice: ¿Qué yo puedo hacer por ti?

Hay un viejo dicho que dice: “Las acciones hablan más que las palabras”. Esto es indudablemente cierto cuando se trata de nuestro testimonio cristiano. Si las acciones de Cristo no hubieran estado en armonía con sus palabras, hubieran tenido muy poca influencia sobre la gente que lo rodeaba.
Jesús realmente se preocupaba por las personas. Estaba más interesado en sus preocupaciones y necesidades que en las suyas. Su vida estaba totalmente centrada en otras personas. El suyo fue un ministerio de amorosa compasión. Jesús satisfacía las necesidades físicas, mentales y emocionales de las personas que lo rodeaban, y por lo tanto, sus corazones se abrían a las verdades espirituales que Jesús enseñaba. Cuando sanaba a los leprosos, abría los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos, liberaba a los endemoniados, alimentaba a los hambrientos y cuidaba de los necesitados, los corazones se conmovían y las vidas cambiaban.

“Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les pedía: ‘Sígueme’ ” (MC 102). 

Jesús reconocía que el mundo necesita una demostración del evangelio tanto como necesita su proclamación. El testimonio vivo de una vida como la de Cristo, comprometida a ministrar a los demás, es un poderoso testimonio de las palabras que hablamos y le da credibilidad a nuestro testimonio.
El estudio de hoy subraya la importancia del servicio abnegado, que está totalmente orientado a los demás, lo que causa una impresión duradera en su vida. Examinaremos la manifestación de amor del corazón de Jesús como su medio más efectivo de testificación.
Hace milenios, en los vastos reinos celestes del espacio, Lucifer se rebeló contra Dios. Afirmó que Dios era injusto y que no actuaba por amor. La vida de Jesús da testimonio del inmenso amor de su Padre. Cada milagro de curación revela el amor del Padre. Cada vez que se libera a un individuo poseído por un demonio, habla del amor del Padre. Cada vez que Jesús alimenta al hambriento, consuela al afligido, perdona al culpable, fortalece al débil, corta las cadenas del pecado o resucita a los muertos, revela el amor del Padre.

Así como Cristo testificó acerca de la veracidad de sus palabras por sus actos abnegados, así llama a su iglesia a avanzar más allá de las trivialidades piadosas y a ocuparse en servir.
Hoy exploraremos cómo nuestra iglesia puede ejemplificar el amor de Cristo en nuestra comunidad. Descubriremos principios bíblicos en la vida de Cristo que definen de qué se trata la iglesia. La iglesia es el cuerpo de Cristo, ministra en el nombre de Jesús, revela su amor y satisface las necesidades en todas partes.

I. LA ACTITUD DE JESÚS HACIA LAS PERSONAS

Jesús siempre buscaba lo bueno en los demás. Sacaba lo mejor de ellos. Una de las críticas que los dirigentes religiosos de su época tenían hacia Jesús era: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Lucas 15:2).
Estaban preocupados porque él comulgaba con “los impíos”. 
Su visión de la religión era de ostracismo más que de comunión. Se sorprendieron cuando Jesús dijo de sí mismo: “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9:13).
La religión de los escribas, los fariseos y los saduceos era evasiva. Ellos pensaban: “Hay que hacer todo lo posible para evitar contaminarse con el pecado”. La enseñanza de Jesús fue dramáticamente diferente. Se sumergió en este mundo, un pozo de serpientes, para redimirlo, no para evitarlo. Él es “la luz del mundo” (Juan 8:12).

Según Mateo 5:13 y 14 Jesús usó dos ilustraciones para describir a sus seguidores ¿Por qué crees que usó esas ilustraciones específicas? Veamos también Juan 1:9; 12:46 y Filipenses 2:15.

La sal era uno de los recursos más importantes del mundo antiguo. Era extremadamente valiosa, y en ocasiones las legiones romanas la usaban como moneda. Era un símbolo de gran riqueza. También se utilizaba para preservar y dar sabor a los alimentos. 
Cuando Jesús usó la ilustración de la sal para simbolizar a sus seguidores, realmente estaba diciendo que la verdadera riqueza del mundo no son las personas más ricas y poderosas del mundo; la verdadera riqueza del mundo son los cristianos comprometidos que están siendo determinantes para el Reino de Dios. Sus actos amorosos de servicio desinteresado preservan la bondad del mundo y dan sabor a su atmósfera.
La sal no le dará mucho sabor a la comida si se queda en el salero; es solo cuando la sal se mezcla con la comida que puede darle sabor y preservarla. La evangelización no es un evento sino un estilo de vida. Si has de producir un impacto en el mundo que te rodea, involúcrate en la vida de la gente.

Los cristianos que, como los ascetas, que consideraban al mundo como malo y creían que la unidad interior con Dios se logra a través de la separación del mundo, permanecen juntos en los cómodos confines de sus iglesias y tienen poco contacto con el mundo tendrán pocas oportunidades de impactarlo para Cristo.

La segunda ilustración que usó Jesús (en Mateo 5:14) fue la de “la luz del mundo”. La luz no evita la oscuridad, brilla en la oscuridad. No se separa de la oscuridad; penetra en la oscuridad, haciendo que la oscuridad sea iluminada. 
Los seguidores de Jesús deben penetrar en la oscuridad de este mundo en sus vecindarios, aldeas, pueblos y ciudades para iluminarlos con la gloria de Dios.

¿Cómo debemos entender la idea de separación del mundo y evitar el mundo? ¿Son la misma cosa? 
¿Qué quiso decir Jesús cuando oró para que sus seguidores estuvieran en el mundo pero que no fueran del mundo? ¿Cómo logramos eso? Leamos Juan 17:15 al 18.

Alguien ha dicho que los cristianos son como un bote en el agua. Está bien que el bote esté en el agua… si no hay agua en el bote. Los cristianos están en el mundo para influenciarlo por Cristo, pero cuando el mundo está en los cristianos, absorbiendo su tiempo, atención y energías, sin duda, algo está mal.

II. CÓMO TRATABA JESÚS A LAS PERSONAS

El objetivo de Jesús era extraer lo mejor de las personas. Incluso cuando las circunstancias eran inusualmente desafiantes, él respondía de buena manera. El Evangelio de Lucas registra que todos “estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca” (Lucas 4:22), y el Evangelio de Juan agrega que “la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). Su acercamiento a la gente era “desarmador”. Sus amables palabras tocaban un acorde sensible en sus corazones.

Según Mateo 8:5 al 10 y Marcos 12:34, Jesús habló palabras llenas de esperanza; Jesús habló a dos personas inusuales: un centurión romano y un escriba judío.

La declaración de Jesús a un comandante militar romano fue revolucionaria. Piensa en cómo se debió haber sentido este oficial del ejército cuando Jesús afirmó que no había encontrado este grado de fe ni siquiera en Israel. 
Piensa también en los pensamientos del escriba judío cuando Jesús dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Jesús tenía la capacidad de obtener lo mejor de las personas. Mientras que los discípulos pueden haber querido debatir con este escriba, Jesús eligió creer lo mejor acerca de él. Él veía a cada persona como un candidato para el Reino de Dios. Hay pocas cosas más eficaces que un cumplido para abrir los corazones al evangelio. Busca lo bueno en las personas que están a tu alrededor y hazles saber que las aprecias.

Leamos Isaías 42:3, Colosenses 4:5 y 6 y Efesios 4:15. ¿Qué principios vitales nos enseñan estos textos sobre compartir nuestra fe con los demás y sobre nuestra relación con ellos?
Cuando nuestras palabras son alentadoras y llenas de gracia, tienen una influencia positiva sobre la vida de los demás. Las palabras proféticas de Isaías revelan que Jesús “no quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare”. En otras palabras, Jesús fue tan compasivo que tuvo cuidado de no herir innecesariamente a alguien que acababa de llegar a la fe ni apagar aun las brasas más pequeñas de fe en sus corazones.

En otras palabras, Jesús sanaba gentilmente a las personas maltrechas. No las condenaba más. Piensa en las agudas palabras de condena que Jesús podría haber dado a la mujer sorprendida en adulterio o a la mujer samaritana junto al pozo. Piensa en la reprimenda que pudo haberle dado a Simón Pedro después de su negación o en la severa crítica que pudo haber tenido para el ladrón en la cruz. Pero Jesús no hizo nada de esto. Sus palabras eran palabras de esperanza; eran palabras de gracia, misericordia y perdón. Pablo nos da esta exhortación: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6). 

Como Elena de White afirma tan claramente: “El amor se despierta únicamente por el amor” (DTG, 13). Luego, agrega: “El maravilloso amor de Cristo enternecerá y subyugará los corazones cuando la simple exposición de las doctrinas no lograría nada” (DTG, 767). 
Cuando las palabras amorosas se combinan con acciones reflexivas que satisfacen las necesidades humanas prácticas, los corazones no convertidos son transformados.

¿Por qué la forma en que decimos algo es tan importante o incluso más importante que lo que decimos? ¿Cómo reaccionas a esta afirmación: “La verdad es verdad y la gente debe tomarla o dejarla”? ¿Qué tiene de malo esta afirmación verdadera?

III. EL MINISTERIO SANADOR DE JESÚS


El método de evangelismo de nuestro Señor va más allá de los discursos memorizados y las presentaciones enlatadas; es tan rico y dinámico como la vida misma. 
El método de evangelismo de Jesús era encontrar una necesidad y satisfacerla o atenderla.
Todos los días nos codeamos con personas que tienen todo tipo de necesidades: físicas, mentales, emocionales y espirituales. Cristo está ansioso por satisfacer esas necesidades a través de nosotros cuando mostramos preocupación por la soledad, la tristeza y la angustia de las personas, y cuando mostramos interés en sus alegrías, esperanzas y sueños.

Jesús ministraba las necesidades manifiestas de las personas para poder satisfacer sus necesidades más profundas. Una necesidad manifiesta es un área de la vida donde las personas ya sienten que no pueden resolver un problema por sí mismas. Puede ser la necesidad de dejar de fumar, bajar de peso, seguir una dieta mejor o reducir el estrés. Puede ser una necesidad de alimentos, de vivienda o de atención médica. Puede ser la necesidad de terapia y consejos para el matrimonio o la familia.

Sin embargo, una necesidad fundamental es lo que más necesitan los seres humanos: la necesidad de una relación personal con Dios y la comprensión de que su vida tiene un significado eterno. La reconciliación con Dios en un mundo caído es nuestra mayor necesidad.

Las historias del paralítico en Mateo 9:1 al 7 y la mujer con el problema de flujo de sangre en Marcos 5:25 al 34 dan indicios de que Jesús vinculó la curación física con satisfacer la necesidad principal de reconciliación con Dios.

El ministerio de curación de Cristo incluía mucho más que la sanación física y emocional. Jesús anhelaba que las personas experimentaran la integridad que el pecado había destrozado. Para Cristo, la curación física sin sanidad espiritual era incompleta. Si el amor de Dios nos motiva a desear el bienestar físico y emocional de un individuo, también nos motivará mucho más a desear el bienestar espiritual de esa persona para que pueda vivir la vida al máximo aquí y por toda la eternidad. Después de todo, cada persona a la que Jesús sanó, finalmente, murió. Por lo tanto, su verdadera necesidad, por encima de todo, era espiritual, ¿no es así?

¿Qué tipo de iniciativas puede tomar nuestra iglesia en nuestra comunidad para satisfacer las necesidades de las personas y demostrar que realmente nos preocupamos por ellas? 
Piensa en las personas de tu comunidad. ¿Qué está haciendo nuestra iglesia para marcar la diferencia en la vida de las personas?
¿Qué triple enfoque formaba la base para el ministerio de Cristo? ¿Cómo satisfacía las necesidades de las personas y qué impacto tenía en su vida?

Según Mateo 4:23 al 25 y Mateo 9:35 Jesús combinaba el triple ministerio de enseñanza, predicación y curación. Él compartió principios eternos para que todos pudiéramos vivir vidas con significado y propósito. Él dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). 
Su ministerio reveló una superabundancia de gracia. Y Jesús vino para permitirnos vivir vidas de “superabundancia” ahora y para siempre.

Según Marcos 1:32 al 39, Jesús pasó todo el día sanando a los enfermos y echando fuera demonios. Después de pasar tiempo en oración a la mañana siguiente, cuando más multitudes buscaban aún más curación, se fue a otra ciudad. ¿Por qué no los sanó? 
Esta historia es reveladora. En el versículo 38 y 39 después de sanar a las multitudes el día anterior, al día siguiente, Jesús deja a las multitudes que lo buscan y que todavía necesitan sanidad. Su explicación es que el propósito por el cual vino al mundo era predicar el evangelio. Jesús no era simplemente un obrador de milagros espectacular. Él era el divino Hijo de Dios que vino en una misión redentora. No se contentaba simplemente con curar enfermedades físicas. 
Jesús vino no solo para satisfacer las “necesidades percibidas” de las personas a fin de fomentar buenas relaciones públicas para la iglesia cristiana. Su misión fue mucho más que una organización filantrópica. El propósito de la vida de Jesús fue “buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

Él anhelaba que las personas recibieran el regalo de la vida eterna que tenía para ofrecer.
Cada acto de curación fue una oportunidad para revelar el carácter de Dios, aliviar el sufrimiento y proporcionar una oportunidad para la vida eterna.
Jesús no sanaba a las personas para que simplemente pudieran regresar a su vida de pecado más saludables; Jesús no aliviaba la enfermedad para que las personas tuvieran más energía para vivir una vida de complacencia personal e indulgencia egoísta. Aliviaba el sufrimiento físico para revelar el amor del Padre y proporcionar evidencia tangible de su capacidad para sanar corazones. Todos los milagros físicos de Jesús sirvieron para ilustrar su poder divino para liberar de la esclavitud del pecado.
Lucas el médico del Nuevo Testamento, cita a Pedro, quien dijo que Jesúa "anduvo haciendo bienes" (Hechos 10:38). Demasiado a menudo nosotros solo "andamos", pero Jesús nos invita a cambiar nuestro paradigma. La vida se trata de mucho más que solo andar. Involucra "andar haciendo bienes".

¿Es posible vivir la vida abundante que Jesús te ofrece si estás enfermo o inmerso en la pobreza? 
¿Les ofrecía Jesús a las personas algo más profundo que la curación física? 
¿De qué maneras prácticas podemos guiar a las personas a las verdades espirituales cuando ministramos a sus necesidades físicas y emocionales?
Dedica unos minutos a pensar en alguien de tu esfera de influencia que tenga una necesidad espiritual tangible. Tal vez haya una madre soltera que necesita un descanso de los niños. ¿Qué puedes hacer para darle una “noche de mamá”? ¿Cómo puedes hacer amistad con ella? ¿Puedes invitarla a tu casa a comer? ¿Quizás ofrecerle cambiar el aceite de su auto?
¿O quizás haya un hombre jubilado que vive al otro lado de la calle, cuya esposa ha muerto recientemente? Está solo y necesita amistad. ¿Qué cosas prácticas puedes hacer por él? ¿Qué pasa con la joven pareja que acaba de mudarse al departamento de al lado o la casa de enfrente? ¿Cómo puedes ayudarlos a familiarizarse mejor con la comunidad? ¿Cuáles son sus necesidades, sabiendo que son nuevos en el barrio?
Piensa en las personas de tu comunidad que necesitan y quieren una mejor salud. Puede ser un deseo de dejar de fumar, adoptar una dieta más saludable, bajar de peso, reducir el estrés, hacer más ejercicio o tener un mejor estilo de vida. ¿Cómo puede nuestra iglesia desarrollar un ministerio de salud continuo e integral en nuestras comunidades?
Y ¿qué sucede si la comunidad se encuentra en una zona desfavorecida, donde las personas necesitan aprender a leer, desarrollar habilidades básicas de computación, y necesitan alimentos o algunas de las necesidades de la vida?
Si vamos a seguir los pasos de Jesús, pensemos en formas concretas de satisfacer las necesidades de nuestra comunidad en el amoroso nombre de Jesús.

IV. LO QUE LE IMPORTA A JESÚS

El mensaje de Jesús a sus discípulos en Mateo 24, que combina eventos relacionados con la destrucción de Jerusalén y los días previos a su regreso, es seguido por tres parábolas del tiempo del fin en Mateo 25. 
Estas parábolas resumen las cualidades de carácter que realmente le importan a Jesús para un pueblo que espera su segunda venida. La parábola de las diez vírgenes enfatiza la importancia de una vida genuina, auténtica y llena del Espíritu. 
La parábola de los diez talentos subraya la importancia de usar fielmente los dones que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. La parábola de las ovejas y los cabritos revela que el cristianismo genuino realmente ministra las necesidades de aquellos que Dios coloca en nuestra vida cada día.

¿Cómo describe Jesús el cristianismo genuino? 
Leamos Mateo 25:31 al 46. Este pasaje enumera las áreas de ministración de Jesús.
Aunque esta parábola habla de satisfacer las necesidades físicas genuinas de las personas, un aspecto del relato que no debemos descuidar es si será posible que haya algo más aquí. Hay hambre y sed de Jesús ocultas en las almas de los seres humanos, que anhelan ser satisfechas (Juan 6:35; 4:13, 14). Todos somos extranjeros que anhelamos un hogar hasta que descubrimos nuestra verdadera identidad en Cristo (Efesios 2:12, 13, 19). 
Estamos desnudos espiritualmente hasta que nos revestimos de su justicia (Apocalipsis 3:18; 19:7, 8).
Los profetas del Antiguo Testamento a menudo describieron la condición humana como una enfermedad incurable (Isaías 1:5; Jeremías 30:12-15). La enfermedad del pecado es mortal, pero el profeta nos señala el remedio. “Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová” (Jeremías 30:17). 

Jesús es el remedio para la enfermedad mortal de nuestra alma. su amor es llave de oro que transforma vidas. su amor nos conduce desde los confines de nuestros propios intereses claustrofóbicos al gozo irremplazable de atender la necesidad de otros.
La parábola de las ovejas y los cabritos nos exhorta a satisfacer las necesidades físicas de quienes nos rodean, pero hace mucho más. Es la historia de un Cristo que satisface las necesidades más profundas del alma, y es su invitación a asociarnos con él para ministrar a quienes nos rodean. Vivir vidas egocéntricas y descuidar las necesidades físicas, mentales, emocionales y espirituales de los demás es arriesgarse a la perdición eterna. En la parábola, aquellos que dan su vida por algo más que ellos mismos son elogiados por su Señor y bienvenidos a la eternidad, mientras que aquellos que persiguen egoístamente su propia agenda y descuidan las necesidades de los demás son condenados por su Señor.

CONCLUSIÓN

Cristo nos llama a comprometernos con el mundo, no a alejarnos de él. No estamos llamados a aislarnos; estamos llamados a iluminar la oscuridad con la luz del amor de Cristo. La luz vence a la oscuridad. La oscuridad no vence a la luz; donde está la luz, no puede haber oscuridad. El apóstol Pablo lo declara maravillosamente: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).

"Muchos no tienen fe en Dios y han perdido la confianza en el hombre. Pero saben apreciar los actos de simpatía y de auxilio. Cuando ven a alguien que, sin el aliciente de las alabanzas ni esperanza de recompensa en esta Tierra, va a sus casas para asistir a los enfermos, dar de comer a los hambrientos, vestir a los desnudos, consolar a los tristes y encaminarlos a todos con ternura hacia el Ser de cuyo amor y compasión el obrero humano es el mensajero; cuando ven todo eso, su corazón se conmueve. Brota el agradecimiento. Se enciende la fe. Ven que Dios cuida de ellos, y así quedan preparados para oír la Palabra divina” (MC, 104).

Al presentar la palabra de vida al espíritu de los samaritanos, Cristo sembró muchas semillas de verdad y mostró a sus oyentes cómo ellos también podían sembrar semillas de verdad en otros espíritus. ¡Cuánto bien podría lograrse si todos los que conocen la verdad trabajasen por los pecadores, por aquellos que tanto necesitan conocer y comprender la verdad bíblica, y que responderían a ella en forma tan voluntaria como los samaritanos respondieron a las palabras de Cristo! ¡Cuán poco hacemos para participar de la simpatía de Dios en el punto que debiera ser el más fuerte vínculo de unión entre nosotros y él: la compasión por las almas depravadas, culpables y dolientes, muertas en sus delitos y pecados! Si los hombres compartiesen las simpatías de Cristo, sentirían constantemente tristeza en su corazón por la condición de los muchos campos menesterosos, tan destituídos de obreros. 3JT, 217.

El ministerio desinteresado de Jesús abre corazones, rompe los prejuicios y crea una receptividad al evangelio. La iglesia es el cuerpo de Cristo que satisface las necesidades de amor en todas partes. Cristo nos envía a nuestras comunidades para marcar una diferencia en su nombre. Aunque ciertamente debemos tener cuidado de que el mundo no nos contamine (y eso es una amenaza muy real y peligrosa para nuestra iglesia), aun así debemos aprender a llegar a las personas donde están y ser utilizados por Dios, que quiere sacarlas de donde están y llevarlas adonde deberían estar.
Si estamos ansiosos de caminar en los pasos de Jesús, deberíamos considerar maneras concretas de atender las necesidades de la comunidad en su nombre. Si hemos de ser seguidores de Jesús, amemos como él amó, ministremos como él ministró, y sirvamos como él sirvió.

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