domingo, 10 de diciembre de 2023

Las siete verdades de la Misión

 By Heyssen Cordero

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (Mateo 28:18-20)

La palabra misión es una de las palabras usadas en el vocabulario del cristianismo, y por supuesto, entre los Adventistas del Séptimo Día. Es la tarea que Dios encomendó a su pueblo para su cumplimiento en el mundo (Mateo 28:19-20). La realizan con gozo todos aquellos que han sido rescatados por Cristo, que han salido de las tinieblas a la luz admirable (1 Pedro 2:9). ¿Amén? No obstante, ¿qué significa en sí la palabra misión?

La palabra “misión” viene del hebreo derek y tiene que ver con “camino”, “ruta”, “vía”, o sea, una vía pública para trasladarse físicamente de un lugar a otro (Génesis 16:7). También tiene que ver con la acción de moverse de un lugar a otro, con un destino y ruta usualmente planificado (Génesis 24:27). Esta palabra aparece por única vez en la desobediencia de Saúl (1 Samuel 15:18, 20). Claramente podemos ver que, aunque la palabra misión tiene más un sentido de ruta, camino y viaje, antes que la proclamación del evangelio como tal, esta palabra nos ayuda a entender, sin embargo, el sentido de la misión en sí: UN CAMINO, UNA RUTA Y REQUIERE DE ACCIÓN, de movimiento de un lugar a otro.

En la Biblia existe una palabra más específica para la acción de ser enviado por Dios a cumplir una tarea, y tiene que ver con la palabra ENVIAR: En el Antiguo Testamento, con la palabra hebrea shalah que significa “enviar”, “encargar”, “mandar”, tiene un sentido de )חַלָׁש( movimiento lineal con un propósito definido, de un lugar a otro.

El Nuevo Testamento utiliza la palabra griega apostéllein (αποστέλλει), que significa “enviar”, “comisionar”, “encargar” un mensaje a un mensajero. Por lo tanto, en terminología estrictamente bíblica, deberíamos hablar del misionero como "enviado" y de la misión como “envío”. En este seminario, descubriremos o recordaremos las siete verdades de la misión a la luz del texto propuesto, Mateo 28:18-20.

PRIMERA VERDAD: LA MISIÓN ES DIOS. 

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (v. 18). El primero y mayor de todos los misioneros es Dios, su campo misionero es el mundo entero, y tiene una misión universal. Y es que la misión nace en el corazón de Dios, y existe porque Él ama a las personas. De ahí la expresión latina Missio Dei que significa literalmente “el envío de Dios” o “misión de Dios”. Y prueba más grande de esta acción es que Dios envió a su único Hijo para la salvación de los hombres (Juan 3:16). ¿Cuán importante es entender que la misión es de Dios?

Dios es el dueño de la misión y el ser humano es un colaborador en esta causa. La comprensión de esta verdad es de vital importancia, porque de otro modo el ser humano verá a la misión como una carga, un yugo tan pesado que le causará pesar, y no gozo. Elena G. de White diría: “Nunca se olvide de que es colaborador de Dios [...] Invita a todos los que llevan su nombre a que se conviertan cada día para que puedan trabajar inteligentemente en su causa bajo la dirección y el poder del Espíritu Santo”. CDD, 51.
Por lo tanto, cuando hablamos de misión no estamos hablando de una obra meramente humana sino divina. No es la tarea que nos encomendó un pastor, un líder religioso, una organización, no. Esta misión nos la encargó Dios mismo.

1. La Misión es algo que nos alcanza porque primeramente nosotros somos objeto de la gracia y misericordia de Dios.
2. Ahora, aquello que recibimos de gracia, devolvemos de gracia a otras personas.
Dios nos da el privilegio de participar en su gran Misión, de involucrarnos en aquello que él está haciendo. Él es un Dios en movimiento. Entonces la Misión nos toma completamente. Eso envuelve nuestras emociones, experiencias, talentos, recursos e intelecto.
3. A medida que avanzamos en el discipulado comprendemos mejor el amor de Cristo y la entrega que debemos tener.

LA SEGUNDA VERDAD: LA MISIÓN ES UN MANDATO PARA TODO CREYENTE. 

“Por tanto, id, y haced discípulos” (v.19). Si Dios es el autor de la misión, entonces nosotros somos sus colaboradores. Elena G. de White dice: “El mandato dado a los discípulos nos es dado también a nosotros [...] Una misión sagrada nos ha sido confiada. Esta es la orden que nos ha sido dada: “por tanto, id, y haced discípulos a todos los gentiles...”. SC, 20 La misión no es opcional, es urgente. Es un imperativo para todos los creyentes.

La Biblia muestra que somos colaboradores de Dios: Los discípulos son semilla (Mateo 13:38) y al mismo tiempo obreros que traen la cosecha (Mateo 9:37-38); son miembros del rebaño (Mateo 10:16; Lucas 12:32; Juan 10:1-16) pero también pastores (Mateo 10:6; Juan 21:15-17); necesitan la absolución (Mateo 18:23-27) pero pueden también dar la absolución a los demás (Mateo 16:19; 18:18; Juan 20:23). Dios les ha revelado los “secretos del reino” (Mateo 13:11), pero tienen que buscar el reino (Mateo 5:20; 6:33; Lucas 13:24). Son hijos de Dios (Juan 1:12), pero tienen que llegar a serlo al amar a sus enemigos (Mateo 5:44-45). Han recibido la vida eterna (Juan 3:16-17; 11:25- 26), pero todavía tienen que pasar por la puerta que lleva a la vida (Mateo 7:14). Debido a que han hecho lo que Jesús esperaba del joven rico, son “perfectos” (Mateo 19:21; Marcos 10:28), pero tienen que vigilar y orar para no caer en la tentación (Mateo 26:41). Los creyentes deben trabajar en su propia salvación con temor y temblor, porque (!) es Dios quien obra en ellos (Filipenses 2:12-13). Por lo tanto, Pablo puede, sin darse cuenta, llamarlos “colaboradores de Dios” (1 Corintios 3:9). La clave de estas paradojas aparentemente perfectas reside en la expresión neotestamentaria “en Cristo”.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo (1 Co 15:10). 


En los últimos años existe una creencia, en algunos, de que la misión es una tarea que debe ser realizada solo por los pastores, colportores o por aquellos que tengan el “don de ganar almas”. Tal pensamiento es contrario a la verdad bíblica donde claramente se evidencia que el mandato es a todo creyente. Jesús no dijo: “hagan discípulos solo los que tengan el don, o aquellos que les guste; tampoco dijo que lo hagan solo los adultos o mayores en la iglesia”. 
Elena G. de White diría: “LA IGLESIA es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el Evangelio al mundo”. HAp, 9 Todos somos llamados a cumplir la misión: niños, jóvenes, adultos y ancianos.

TERCERA VERDAD: LA MISIÓN ES ACCIÓN, ES IR. 

“Por tanto, id, y haced discípulos” (v.19). La palabra griega proseltón ( ροσελθὼν) “vayan”, implica acción, movimiento y viaje de un lugar a otro. No podemos entender a la misión como una obra estática, sino como una acción continua. Es más, esta misma palabra es la que se le dijo a Jonás cuando se le envió a Nínive a predicar.

Todo aquel que fue llamado por Dios debe entender que también es enviado. No hay llamado sin misión. En las Escrituras esta es una dinámica evidente: Abraham fue llamado y enviado, Moisés fue llamado y enviado, Jonás fue llamado y enviado, son algunos ejemplos explícitos. Por lo tanto si yo creo que Dios me llamó, entonces debo aceptar también la misión. Así, la misión es acción. No se cumple de brazos cruzados, sentado en el mueble o en la comodidad de mi hogar muchas veces. Es necesario levantarme para ir.

Es cierto que con esta pandemia mundial hemos sido motivados a cumplir la misión desde nuestras casas y a través de las plataformas digitales, pero aun esa forma alternativa implica acción. ¿Te imaginas qué hubiera pasado si por la “pandemia del pecado universal” Dios habría hecho todo digitalmente? Jesús no habría venido jamás. Es por ello que es importante dejar en claro que lo digital tiene su lugar, pero implica acción, movimiento, hechos, y no solo palabras.

CUARTA VERDAD: LA MISIÓN ES PARA IR A TODOS. 

“a todas las naciones” (v.19). La misión es una acción que debe tener un alcance mundial.6 Cuando fui bautizado tenía una pasión grande por predicar la Palabra de Dios. Y este texto me tenía muy preocupado. Es más, una de las razones por las que decidí estudiar Teología era que quería PREDICAR EN TODO EL MUNDO, porque creía que estamos llamados individualmente a predicar en todo el mundo.

Esta preocupación fue más grande cuando leí Hechos 1:8 “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Por algún tiempo planifiqué ser un misionero que cumpla la misión en todo el mundo. Era algo imposible. Sin embargo, un día entendí que esto sería posible cuando yo, como discípulo de Jesús, soy también un mayordomo fiel. Cuando yo entrego mis diezmos y ofrendas fielmente a Dios entonces me convierto en un colaborador de la predicación del evangelio no solo en mi localidad, sino en mi ciudad, en mi país, continente y hasta lo último de la tierra. No puede ser posible que yo diga que soy un fiel misionero, un ganador de almas, un apasionado del evangelismo si soy infiel como mayordomo de Cristo.

QUINTA VERDAD: LA MISIÓN ES BAUTIZAR. 

“bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (v.19). El bautismo no es el fin, pero es parte del proceso de hacer discípulos. No se puede hablar de hacer discípulos omitiendo el bautismo. Por lo tanto, el bautismo de un creyente es el resultado de un trabajo en conjunto de la iglesia, pues es uno de los ritos más importantes y frecuentes en la iglesia. Elena G. de White refiere que “todo lo relacionado con este santo rito debe revelar una preparación tan perfecta como pueda”. Ev, 231. 
Me maravillo cuando hablo de bautismos, pues fue Cristo quien nos dio ejemplo nítido de este momento extraordinario en la vida de un discípulo. Además, elogió a alguien que era llamado “el Bautista”. Si el tema del bautismo es bíblico, ¿por qué algunos tienen temor de hablar de bautismos?

El problema no es el bautismo, el problema es qué hago antes y después del bautismo. Si llevo a un candidato sin la menor preparación y conocimiento de la fe, existen muchas probabilidades de que apostate. Sin embargo, aun con preparación idónea antes del bautismo, si después de ello, yo abandono al recién bautizado, también hay muchas probabilidades de que apostate. ¿Te das cuenta que el problema no es el bautismo? El tema está en que yo como instructor bíblico o como ganador de almas debo asumir un rol de discipulador antes, durante y después del bautismo. Yo debo lograr que mi discípulo se bautice, y no solo eso, sino que se convierta en un discipulador de nuevos discípulos. No queremos tener solo hijos espirituales sino nietos, bisnietos, etc.

Todo emprendimiento evangelístico debe contemplar el bautismo de nuevos creyentes. ¿Amén? Dios no quiere llenar solo las bancas de las iglesias, sino que desea llenar de personas el cielo.

SEXTA VERDAD: LA MISIÓN ES ENSEÑAR TODO LO QUE DIOS HA MANDADO. 

“Enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado” (v.20). ¿Cómo se hace discípulos? Yendo a todas las naciones, Bautizando a todo el que creyere y Enseñándoles que guarden todo lo que Dios ha mandado.

¿Cómo enseñar todo lo que Dios ha mandado? Simple. Abriendo la Biblia. No hay otra manera de enseñar todo lo que Dios ha mandado sino es abriendo la Biblia, dando estudios bíblicos. De ahí que dar estudios bíblicos se convierte en un mandato para todos los creyentes.

En los últimos años se ha hablado mucho acerca de los dones, talentos y ministerios como formas u opciones para cumplir la misión, sin embargo, debemos dejar en claro que todos ellos no reemplazan el “enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado” que Cristo nos dejó. Los dones, talentos y ministerios son un medio, no son el fin, ellos son “excusas”, “puentes”, “goznes” para llevarlos a la Biblia.

Entonces, si yo como discípulo de Cristo hago cualquier acción solidaria o desarrollo algún ministerio, pero no finalizo abriendo la Biblia, es decir, dando estudios bíblicos, estaré haciendo una obra incompleta.8 Es por eso que en la Unión Peruana del Sur estamos con el Proyecto 100 que busca llevar a la iglesia en su conjunto a dar estudios bíblicos. ¿Amén?

SÉPTIMA VERDAD: LA MISIÓN ES TODOS LOS DÍAS. 

“Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (v. 20). Estas palabras “hasta el fin del mundo” dan a entender claramente que Jesús veía la labor que les encomendaba como algo que continuarían a lo largo de toda la historia, desde su ascención, hasta el fin de los tiempos.9 Esta declaración también implica una acción diaria, cotidiana. Por lo tanto, se cumple la misión en todo momento y lugar. No solo los sábados, tampoco en algunos horarios. Es por ello que algunos han dicho que la misión no es un programa sino un estilo de vida, y con razón.

Y acá podemos hablar del poder del testimonio personal. Y es que a veces podemos ser poderosos instructores bíblicos o predicadores pero con nuestro testimonio estropeamos todo lo bueno que realizamos. De ahí que como discípulos de Cristo debemos ser hombres convertidos, mujeres virtuosas que podamos llevar el nombre de Jesús como debe ser. Que la gente pueda ser impactada por nuestro ejemplo y también por nuestras palabras.

"Así dio Cristo su mandato a sus discípulos. Proveyó ampliamente para la prosecución de la obra y tomó sobre sí la responsabilidad de su éxito. Mientras ellos obedeciesen su palabra y trabajasen en relación con él, no podrían fracasar. Id a todas las naciones, les ordenó. Id hasta las partes más lejanas del globo habitable, pero sabed que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza, porque nunca llegará el momento en que yo os abandone.

El mandato que dio el Salvador a los discípulos incluía a todos los creyentes en Cristo hasta el fin del tiempo. Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas solo depende del ministro ordenado. Todos aquellos a quienes llegó la inspiración celestial, reciben el evangelio en cometido. A todos los que reciben la vida de Cristo se les ordena trabajar para la salvación de sus semejantes…

Cualquiera sea la vocación de uno en la vida, su primer interés debe ser ganar almas para Cristo. Tal vez no pueda hablar a las congregaciones, pero puede trabajar para los individuos. Puede comunicarles la instrucción recibida de su Señor. El ministerio no consiste solo en la predicación. Ministran aquellos que alivian a los enfermos y dolientes, que ayudan a los menesterosos, que dirigen palabras de consuelo a los abatidos y a los de poca fe… Cristo quiere que sus siervos ministren a las almas enfermas de pecado". (DTG, 761, 762).

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