lunes, 15 de enero de 2024

Un Nehemías contemporáneo - Wayne Gordon

Desearía tener más tiempo para contarles acerca de Wayne Gordon, uno de mis estudiantes, porque la vida de Wayne personifica esto modelo de misión.

Wayne comenzó a trabajar conmigo en las misiones atléticas en el centro pobre de la ciudad cuando tenia dieciséis años.

Estábamos reclutando atletas cristianos para colocarlos en las plazas y parques de los barrios pobres de Chicago, cuando Wayne llegó para trabajar con nosotros. Le dimos una pelota de basket e instrucciones de jugar a la pelota toda la noche en un terreno baldo del barrio, conociendo a los chicos. «Luego formaremos equipos -planificamos- y ligas. Entonces tendremos retiros y jugaremos unos partidos con ellos, y cuando estén cansados, les presentaremos a Jesús». (Eso es lo que estábamos haciendo en los locos años sesenta.)

Un día, algunos años más tarde, Wayne estaba viviendo en Wheaton, Ilinois, cuando leyó en el diario The Chicago Tribune que el entrenador del equipo de fútbol de la Escuela Secundaria de Farragut, en Chicago, había sido baleado por uno de sus propios jugadores luego de la práctica. Un chico latino, creyendo que su entrenador negro había discriminado contra él, fue a su casa, consiguió una pistola, y volvió para dispararle a su entrenador.

Ahora bien, cuando ustedes leen una historia así en el diario, ¿qué piensan? «¡Qué espantoso!»

Pero Wayne leyó la historia, y al día siguiente fue y solicitó el trabajo de entrenador. Como pueden imaginarse, no había demasiadas personas anotándose para un trabajo donde uno corre el riesgo de que le disparen al terminar, así que Wayne obtuvo el trabajo. Se instaló en la Escuela Secundaria de Farragut, donde era el único maestro, de cualquier raza, que estaba viviendo cerca de la escuela.

Con el correr del tiempo, Wayne descubrió que la escuela no tenía ningún programa de pesas. Les dijo a las autoridades de la escuela:

«¿Cómo pueden tener fútbol sin un programa de pesas?» Así que reunió a unos trescientos estudiantes que estaban interesados en comenzar un programa de esa naturaleza, y llamó a la Fraternidad de Atletas cristianos, y le solicitó que lo pusiera en contacto con el equipo de los Chicago Bears.

Walter Peyton y Mike Singletary, dos cristianos maravillosos, eran miembros de ese equipo, y respondieron a la solicitud de Wayne y le dieron un poco de dinero. Con ese dinero alquiló un local en la Avenida Ogden, cerca del Parque Central, y anó una máquina de pesas que le habían donado y algunas pesas gratuitas

Luego les dijo a los chicos:

-Muy bien, hay dos cosas que se requieren. Primero, tienen que pagar 25 centavos para entrar acá. Segundo, cada vez que vengan a hacer pesas, tienen que asistir a un estudio biblico, por la tarde, por la noche o los fines de semana.

Los chicos protestaron:

-¡Un momento, entrenador! Lo de los estudios biblicos no es un problema, pero, ¿por qué nos va a cobrar dinero? Todos sabemos que obtuvo esto gratuitamente del equipo de los Bears.

-Ustedes me malinterpretan - les contestó Wayne. -Este es un proyecto de desarrollo económico. Yo los voy a emplear a ustedes para que se hagan cargo de un negocio con el programa de pesas.

-¿Nos habla en serio? -preguntaron sorprendidos los chicos-

¿Nosotros vamos a recibir el dinero?

Wayne asintió, y en poco tiempo tenía trescientos chicos pagando sus centavos y yendo a los estudios bíblicos y entregándose a Jesús.

Luego vinieron cien de las madres. Encararon a Wayne y le dijeron;

- Entrenador, no tenemos una lavadora automática.

Muy bien, Wayne fue a una pareja de los suburbios y consiguió en donación una lavadora y secadora. Realizó un pequeño servicio de dedicación para los artefactos y llamó a las cien madres y les dijo:

- Aquí tienen su lavadora.

Estaba colocada justo detrás de la máquina de pesas, contra la pared en el fondo del negocio sobre la Avenida Ogden. Les dijo a las madres:

- Es de ustedes, pero tienen que pagar veinticinco centavos cada vez que la usen.

Ellas protestaron:

- Un momento, entrenador. ¡Es un robo! Nos acaba de decir que esa maravillosa pareja cristiana le dio este aparato gratis. ¿Cómo puede ser que ahora nos cobre por usarlo?

Wayne respondió:

- No, no me entienden. Se trata de desarrollo económico. Verán, esto va a ser una empresa, y ustedes van a ser las dueñas. El negocio está abierto veinticuatro horas del día, siete días de la semana, y ustedes van a recibir un pago por administrar esta empresa, que es de ustedes.

Tienen que pagar los centavos, además, porque necesitamos capital.

Muy bien, dentro de poco tiempo Wayne tenía una calle llena de negocios, incluyendo un negocio de reventa, que vendía las cosas de los suburbios que la gente de clase media ya no quería, y un viejo salón de venta de automóviles, que ahora alberga un gimnasio, y también una clínica médica con veintitrés médicos cristianos y siete dentistas. Una empresa de construcción armó los andamios y las estructuras, pero los residentes del barrio aprendieron cómo hacer la carpintería, cuatrocientos chicos cavaron el sótano, y Wayne convenció a los Chicago Bears para que diezmen sus ganancias del Super Bowl para poner el piso del gimnasio y todos los nuevos equipos en el nuevo edificio.

En los barrios del centro uno no planta iglesias, sino un ministerio. "Nunca hagas un ministerio, sin antes tener un ministro" (Rick Warren).

En el nombre de Jesús, el ministerio rasca a las personas donde les pica, y el ministerio genera las dos cosas que se necesitan para que haya una iglesia bíblica autóctona entre los pobres: líderes autóctonos y capital autóctono. En este punto de su ministerio, Wayne se puso en contacto con la Asociación Bautista de Chicago y dijo:

Creo que tenemos una iglesia en marcha.

El líder denominacional respondió:

-Usted no puede hacer eso sin el permiso denominacional. No tenemos dinero en nuestro presupuesto para comenzar una nueva.

Wayne le replicó:
-¡Oh Vamos!, no hace falta el dinero para comenzar una iglesia. Solo me pagaron para ser el entrenador de futbol en la secundaria Farragut.
Eso no estaba en los esquemas de la experiencia de nuestro líderes ejecutivos, sin embargo. Así que la Iglesia Comunitaria de Lawndale en Chicago es Bautista Americana en todos los aspectos, excepto en el nombre. De paso, su presupuesto en 1999 era de 8,5 millones de dólares, son dueños de por lo menos 100 propiedades, y tienen cerca de 250 empleados a tiempo completo. No está nada mal para una iglesia de barrio pobre, ¿verdad?

Hace siete años, Wayne renunció a su posición de pastor efectivo para convertirse en pastor asistente. Yo estaba en su consejo cuando lo hizo, y le pregunté: «Wayne, ¿qué estás haciendo?»

Y él contestó: «Me estoy convirtiendo en pastor asistente. Ray, debes comprender. La gente negra nunca ha visto que un hombre blanco renuncie al poder.

Y así Wayne renunció como pastor efectivo para convertirse en pastor asistente de la iglesia que él había fundado. Ahora está sacando su doctorado en ministerio por el Seminario Teológico Bautista del Este junto con otras personas de grandes ciudades de todo el mundo, y ¿saben qué? Quieren formar un equipo para llevar el concepto de desarrollo comunitario cristiano internacional.

Sólo espero que no dejemos pasar la oportunidad que tenemos en este momento de la historia de identificar ministerios urbanos creativos en Estados Unidos y unirlos con ciudades en el extranjero. La colaboración mutua de ciudad a ciudad será una nueva metodología para el ministerio internacional en los días venideros. Debiéramos elegir los peores países del mundo y reclamarlos como parte de nuestro campo de trabajo. Oremos por eso y desafiemos a las personas como Wayne Gordon a renunciar a sus Wheatons, a simplificar su estilo de vida y vivir en las zonas más pobres, y a reconstruir el barrio para el mundo con la creatividad de Ester, Esdras y Nehemías, hasta que Cristo regrese o nos llame para estar con él. De esto tratan los libros bíblicos de Ester, Nehemías y Esdras. ¡Dios nos ayude a hacerlo!

Testimonio de Bakke, Raymond.

Bakke, Raymond. Misión integral en la ciudad (49-52). Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2002.

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