Introducción
Hemos notado que el período anterior a las cautividades asiria y babilónica se caracterizó por el creciente atractivo y poder de la adoración de Baal y por la firme reducción de la adoración de Yahvé a un mero formalismo.
Sólo alrededor de cincuenta mil colonos regresaron a la tierra natal después de una ausencia de setenta años.
En esto, Dios estaba preparando el escenario para la inauguración del reino mesiánico y para la transformación de su pueblo en una comunidad religiosa que llegaría a ser luz a las naciones gentiles.
El tema es complejo
Por lo menos nueve de los profetas que escribieron hablaron de alguna manera acerca de la continuidad año tras afio, del verdadero pueblo de Dios. Pero no se pusieron de acuerdo en cuanto a quiénes integraban este pueblo.
Tal como lo expresa Knight: "Lo que es importante es que el hecho de un remanente es central en los pensamientos de muchos de los profetas" (1959: 259).
El concepto del remanente se desarrolló en gran manera durante el ministerio temprano de Isaías
Él distinguió al remanente como una nación de Israel espiritual dentro de la nación de Israel política y descubrió en su existencia una base para la esperanza: Dios triunfará en la historia humana y hará posible su consumación cuando "se doblará toda rodilla y ... jurará toda lengua" (45:23).
El remanente representa una reducción del pueblo de Dios.
Algunas veces, los profetas hablaron como si Dios debía salvar al pueblo remanente, no por sus méritos, sino debido al rol que tenían como eslabón transicional con un día en el futuro mucho más brillante, cuando Dios finalmente se casara con Israel, su esposa escogida, e hiciera su pacto final con la tierra.
No eran miembros, porque eran judíos de nacimiento, sino debido a su sometimiento individual a Dios.
El pueblo judío abusó del concepto del remanente
Los cristianos del primer siglo afirmaban que el remanente creyente dentro de Israel era el portador de la cepa de Israel, y de las promesas y responsabilidades de Israel en la fundación de la iglesia. Ese remanente también había percibido la misión mundial corno la meta de la elección de Israel.
Muchos en nuestros días son críticos de cualquier intento de legitimar la idea de "la iglesia dentro de la iglesia" (ecclesiola in ecclesia). Consideran que esto es una aberración pietista desprovista de fundamento bíblico. ¿Pero es así?
Una y otra vez, nos encontramos con referencias al pueblo sobre el cual Dios gobierna y encontramos que este motivo del remanente coincide, en alguna medida, con lo que luego descubriremos que es el reino de Dios en el Nuevo Testamento. El hecho mismo de que Dios prometiera preservar a un pueblo creyente y obediente en cada generación es emocionante. Los cristianos del día de hoy debieran procurar humildemente estar incluidos dentro de ese grupo.
Idealmente, nosotros tendemos a argumentar que a Dios le gustaría incluir a todos los que profesan ser sus seguidores, en la tarea de la misión mundial. No obstante, en la práctica real, "son pocos los obreros," y con demasiada frecuencia sólo una minoría dentro de la iglesia se involucra vitalmente en la presentación del testimonio del evangelio de manera local y global. Algunos utilizan el concepto del remanente para explicar esto. Ciertamente, sin los esfuerzos de los miembros del remanente, generación tras generación, que hacen que Jesucristo sea conocido, no habría ninguna misión cristiana en curso en nuestros días.
Amós introdujo la frase "el día del Señor"
En los escritos rabínicos antiguos, más de cuatrocientos pasajes del Antiguo Testamento se le aplican al Mesías
Mesías significa principalmente 'ungido'
Cuando David trajo aparejados los comienzos de la edad de oro de Israel, pareció como que él era el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham acerca de que su simiente llegaría a ser una gran nación.
Con la destrucción que siguió a la muerte de Salomón, y los períodos subsiguientes de ruina nacional y de apostasía, los judíos devotos comenzaron a mirar hacia atrás a la era de David, sin duda ayudados por su capacidad de imaginación retrospectiva, y anhelaron esos buenos viejos tiempos.
El "constante amor por David" siempre permanecería en pie, a pesar de la aparente destrucción de la línea real en 587 a.C.
Aun así, debiera notarse que Isaías habló de un "retoño" que brotaría del tronco de Isaí y de un vástago que nacería de sus raíces (11:1, 10; ver también 53:2 y Zac 3:8; 6:12).
Esta victoria final del Rey davídico, gobernando sobre un Israel restaurado, y removiendo todo el pecado y el mal de modo que la paz y la justicia puedan prevalecer, era la gran esperanza de Israel durante los días oscuros de la cautividad babilónica y de los siglos turbulentos que vinieron a continuación.
Durante el período intertestamentario, la mayor parte de los judíos se tomaron cada vez más pesimistas sobre el movimiento de la historia. Ellos vieron que su propia historia post-exílica estaba tan dominada por el mal, que difícilmente podía ser considerada como el centro del reino glorioso de Dios. Esto produjo un desvío del interés en la escatología profética dentro de la historia, hacia una escatología apocalíptica más allá de la historia. Lo que ellos comenzaron a buscar fue la entrada catastrófica de Dios, su irrupción abrupta dentro de la historia para traer aparejada la consumación final. Fueron confrontados por la revelación profética del motivo del Hijo del hombre, con su acento en un ser celestial a quien, en el día final, se le encomendaría el gobierno sobre todas las naciones y sobre todos los reinos.
Si la venida del Mesías es la esperanza de Israel, ¿qué significa esto para su misión en el mundo? ¿Y de qué manera se lleva a cabo esta misión?
El Siervo lleva a cabo su misión a través de la muerte, a pesar de la comisión de llevar la luz de la verdadera religión por todo el mundo (Isa 49:6).
Él muere en un sacrificio voluntario (53:10), superior al de cualquier animal que era matado involuntariamente en el Templo. Él está libre de manchas de pecado (53:9). Su sacrificio es de la más amplia eficacia: las naciones gentiles por las cuales murió confiesan que ellas merecían lo que él soportó vicariamente a favor de ellas (53:4-12). (Glasser. El anuncio del reino, 181).
Cuando Isaías convocó a Israel para su destino como siervo de Dios, él presentó como modelo a la figura más extraña, una figura tan poco atractiva y tan cargada de ofensas, que continúa siendo un misterio para los judíos y para el mundo hasta el día de hoy (Bright 1953: 146). El Siervo Sufriente es absolutamente único. Isaías dijo que por medio de su sufrimiento el pueblo de Dios y el reino llegarían al triunfo y a la plenitud escatológica. Los "cánticos" del Siervo hablan de la elección, de la preservación, de la unción divina, de la misión universal y de un cierto triunfo. En contraste, el Siervo es también despreciado, rechazado y llevado a la muerte por los seres humanos. Pero la existencia del Siervo se extiende más allá de la muerte, dado que en su exaltación subsiguiente él ve su numerosa progenie reunirse bajo su reino (Isa 53: 11-12).
Las décadas se sucedieron con una repetida frustración de las esperanzas de los judíos en la intervención de Dios a favor de ellos. Un pesimismo profundamente arraigado con respecto a Dios se estableció en el pueblo.
Durante este período, la revelación mosaica se tomó normativa, mientras que el movimiento profético languideció y finalmente murió.
La vida religiosa judía se redujo cada vez más a una forma extrema de legalismo.
No obstante, muchos de los profetas, comenzaron de manera creciente a proclamar que el tesoro que Israel poseía no era sólo para Israel, sino para el mundo. Habacuc profetizó: "Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor" (2:14).
¡Dios verdaderamente ha guardado el pacto abrahámico!
La visión concluye con el juicio de Dios a las naciones. Sólo entonces el armamento para la guerra es transformado en instrumentos para la agricultura.
Él (Jesús) llegó a ser el centro de una comunidad reunida, cuyos miembros transformarían al mundo (Bosch 1969: 10-11). Glasser, el anuncio del reino, 189.
Es bastante significativo que durante el período post-exílico, los profetas no tuvieron casi nada que decir con respecto a la restauración de la monarquía israelita.
Él también sugirió que los sacerdotes infieles de sus días en Jerusalén no tendrían parte alguna en producir esta adoración mundial a Dios. Por esta razón, se volvió contra los sacerdotes y puso en evidencia su laxitud espiritual.
Ciertamente, sólo Dios mismo puede convertir a las naciones. Su presencia secreta en medio de la iglesia es su gloria. Pero la evangelización del mundo es una cuestión tanto de palabras como de acción. No puede ser reducida a una mera presencia, sin dejar de lado toda la información válida del Nuevo Testamento acerca del pueblo que implora "en el nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios" (2 Cor 5: 18-21 ).
En nuestros días, hay una tendencia lamentable a respaldar un tipo de compromiso con ejercicios devocionales (oración, estudio de la Biblia, ayuno, etc.) e incluso la evangelización, que hace de tales actividades religiosas un fin en sí mismas. lsaías denunció tal actividad religiosa formal, cuando no estaba acompañada del servicio social (58:3, 6-7). A los cristianos se les dice "recuerden a los pobres," en el curso de su obediencia misionera (Gál 2: 1O). Este mandato nunca ha sido tan necesario como en nuestros días, cuando la explosión demográfica corriente, ligada a la explotación económica ampliamente difundida, continúa complicando la situación difícil de los pobres
La sabiduría vino a ser equiparada con la Torá,
Jesús Ben Sirá (autor de Eclesiástico) consideró que la autoridad del aprendizaje y de la reflexión humana era más atractiva que la autoridad de la inspiración divina (Ellison 1976: 73).
la Torá corno revelación de Dios fue entregada a interpretaciones por parte de los rabinos. Dios se tornó remoto y el legalisrno se hizo central.
La aplicación personal dominante, que emerge de este repaso de la revelación del Antiguo Testamento del propósito de Dios concerniente a las naciones, implica servicio.
Si es que Israel iba a servir en la misión universal del Mesías, Israel debía estar dispuesta a ser sierva de los demás para su propio bien. Desafortunadamente, este rol no le resultó atractivo a la mayor parte del pueblo judío.
Más aún, sabemos que muchos no judíos eventualmente llegaron a ser prosélitos. Aparentemente, antes de que algo más sustancial ocurriera entre las naciones, el Mesías primero tenía que venir, tomar la ruta de la obediencia misionera (Juan 12:31-33), y demostrar una verdadera condición de siervo. La tragedia es que el judaísmo, que había comenzado a desarrollarse después del fin del Antiguo Testamento, no tenía lugar para esta clase de servicio.
La deuda de la misión cristiana de hoy para con el pueblo judío y sus Escrituras continua siendo enorme. Los profetas de Israel, con su sentido de la misión universal de Dios a las naciones, son una reprensión constante hacia todas las visiones estrechamente concebidas de lo que las iglesias debieran estar haciendo hoy en el mundo.
La exaltación por parte de Moisés de la compasión y la bondad, así como su preocupación por la rectitud y la justicia proveen un modelo fundamental para todos los tipos de servicio cristiano. Donde sea que la iglesia haya ido, su filantropía y su servicio desinteresado han reflejado esta ligadura. Esto ha humanizado tanto como mejorado las fibras más íntimas de toda sociedad en la cual la iglesia ha ganado un lugar permanente.
Los cristianos y las iglesias cristianas necesitan reconocer con gratitud su herencia espiritual judía y expresarle su deuda al pueblo judío, por haberla preservado a un gran costo personal, a lo largo de los siglos.
La historia judía ya no estaba bajo la influencia de Egipto, sino más bien de los agresores de Egipto.
Las regulaciones del Antiguo Testamento fueron ampliadas en gran manera, con el delineamiento de reglas precisas que pudieran ser aplicadas a cualquier situación concebible. De esta manera, al "cercar la ley," agregando otras leyes para proteger la Torá perfecta, se desarrolló un legalismo pesado que cada vez más removió a Dios del centro de foco de la conciencia religiosa.
A medida que se extendía el poder de su gobierno centralizado y que los sistemas de carreteras se establecían, la gente comenzó a migrar hacia los centros comerciales y políticos emergentes. Así se destruyó el ritmo de la vida religiosa nativa. Algunos procuraron llevar sus cultos consigo. Otros se desorientaron respecto de sus lealtades anteriores y se unieron a la difundida búsqueda de una identidad espiritual y de una satisfacción personal, que caracterizó cada vez más la vida religiosa urbana.
En el 167 a.c., el rey Antíoco Epífanes IV, de Siria, un fanático violento por el helenismo, lideró una lucha entre los judíos en contra de los que se oponían a las influencias helenistas. Él depuso al sumo sacerdote que estaba en actividad y vendió el puesto al mejor postor. Cuando su nominado fue rechazado, les declaró una guerra abierta a los judíos no helenistas. En su subsiguiente captura y reducción de Jerusalén, muchos de estos tradicionalistas fueron masacrados. Al profanar el Tempo y volverlo a dedicar al dios Zeus del Olimpo, parecía estar teniendo lugar "el horrible sacrilegio" sobre el que había escrito Daniel (11:20-35). Esto precipitó la revolución de los macabeos del año 167 a.c., y emergió un patrón que se tomaría característico de la historia judía subsiguiente.
No había sido el pecado sino un desafío divino lo que había causado su dispersión.
La primera reforma de Esdras (7:6-10; Neh 8:1-10:39) les confirmó la primacía del Pentateuco. Hicieron de él la base divinamente señalada para un estilo de vida y de pensamiento diferente, el cual desde entonces le ha dado forma al judaísmo ortodoxo.
¿Quién es judío? Los líderes llamaron la atención sobre Deuteronomio 7:3-4, y decretaron que el estatus judío de un niño depende del de su madre
A pesar de que todas las genealogías del Antiguo Testamento definen el estatus a partir del padre, dado que son las madres más que los padres las que tienden a darle forma al desarrollo espiritual de los hijos, y dado que la maternidad de un niño es más fácil de rastrear que su paternidad, los rabinos tomaron la decisión de que sólo los hijos de madres judías eran certificados como judíos por descendencia.
Es de entender que los judíos que vivían fuera de Judea, ya fuera en Babilonia, en distritos circundantes o en otras tierras, se preocuparon cada vez más por la rectitud en estas cuestiones. Las genealogías se tornaron importantes, y los judíos también se ocuparon, de manera creciente, de formalizar y normalizar los procedimientos por los cuales los gentiles conversos serían admitidos dentro de la comunidad.
Esta preocupación fue el foco de la cuestión de la circuncisión.
A mediados del período del segundo Templo (no sabemos con precisión cuándo, cómo, o por medio de quién), apareció la sinagoga,
Pocos desafiarían la pretensión de que la creación de la sinagoga precipitó nada menos que "una de las grandes revoluciones más grandes en la historia de la religión y de la sociedad" (Ben-Sasson 1976:285). (Glasser. El anuncio del reino, 209)
De manera creciente, se hizo evidente que la nación judía estaba dejando de ser un pueblo, cuya identidad estaba ligada a la Tierra Prometida, para pasar a ser una comunidad religiosa ampliamente dispersa. De ahí el énfasis sobre la descendencia física, para legitimar la condición judía y proveer una diferenciación clara con todos los de afuera.
Estos gentiles (no judíos -gerim) naturalmente envidiaban a los que eran judíos de nacimiento, y tenían la libertad de involucrarse en el estudio y la adoración en la sinagoga. ¿No había alguna manera por la cual ellos también pudieran ser aceptados?
Es de admitir, que no muchos llegaron a ser prosélitos y se convirtieron formalmente al judaísmo. La mayoría de los que fueron atraídos se contentó con desarrollar sólo un vínculo sin amarras con el pueblo judío. Eran conocidos como "los que temen a Dios," pero nunca fueron considerados como judíos reales. Naturalmente, los que perseveraron en sus esfuerzos por convertirse al judaísmo tuvieron que someterse a la circuncisión, y aceptar un régimen riguroso de sumisión a la ley, antes de que se les acordara un estatus judío completo. Uno tiene la impresión de que los prosélitos eran bienvenidos pero no siempre buscados.
Ellos reflejaban el pietismo feroz de los primeros puristas hasidim, quienes habían estado a la vanguardia de la revolución macabea.
Enfatizaron la importancia de observar cada mínimo detalle, ya fuera individual o nacional, escrito u oral
Para el año 200 d.C., el judaísmo y el fariseísmo se habían tomado virtualmente en sinónimos.
Los fariseos estaban muy cerca de los escribas, los estudiantes profesionales de la Torá, y eran sus defensores más leales.
Eran considerados por Josefa como groseros, e incluso personas desagradables en espíritu unos con otros (Guerras 11, viii: 14).
Los esenios representaban lo más estricto de lo estricto
Dado que su objetivo principal era la pureza, procuraban ser escrupulosamente limpios. Los esenios decían que el mundo era un desastre tal, que ellos debían irse al desierto para esperar la venida del Mesías y luego "sacerdotes verdaderos" tomarían el control del Templo.
Cuando Jesús habló de que "recorren tierra y mar para ganar un solo adepto," no estaba condenando per se esta expansión misionera, sino que estaba denunciando el fariseísmo, porque los conversos gentiles eran transformados por el fariseísmo en "dos veces" los hijos del infierno que ellos mismos eran (Mat 23: 15).
Permanecieron como "adoradores" o como "temerosos de Dios." No obstante, el judaísmo palestino puso mucho más énfasis en la conversión mediante la circuncisión. Cuanto más cerca estaban de Jerusalén, más intensamente judías se tomaban sus comunidades. Ellas consideraban la importancia de observar todas las leyes del Antiguo Testamento, tal como las detallaban los hasidim, las cuales estaban siendo incorporadas a lo que eventualmente llegó a ser el Talmud. Esto complicaba el proselitismo.
Se ha dicho con frecuencia que la cautividad babilónica curó a Israel de su idolatría. Fue en Babilonia que los israelitas finalmente y para siempre renunciaron a la idolatría y resolvieron tornarse en un pueblo completamente devoto de la ley
Ningún israelita podía estar seguro de que lo que el apocalipticista estaba proclamando era la Palabra viviente del Señor. Todo lo que se oía era una especulación humana esperanzada, generalmente en forma de una reinterpretación colorida y radical de la historia de Israel.
Y aun así, dentro de la nación, un remanente creyente "aguardaba con esperanza la redención de Israel" (Luc 2:25). Ellos resistieron el pesimismo de los apocalipticistas y permanecieron convencidos de que las antiguas promesas proféticas de Dios eran ciertas
Judas el galileo (Hech 5:37) apareció en escena. Josefo describe cómo él "persuadió a sus compatriotas para hacer una revolución y dijo que ellos eran cobardes si continuaban pagando un impuesto a los romanos"
Los seguidores de Judas tenían "un apego inviolable a la libertad y [sostenían] que Dios debe ser el único gobernante y Señor" (Ant. XVIII, i: 6).
No podían entender por qué Israel, el pueblo escogido por Dios, que confiaba en su obediencia a Dios, tenía que experimentar una opresión nacional y una miseria individual de esa magnitud. Aun así, estaban los que eran mucho más humildes, que esperaban anhelantes "la redención de Israel" (Luc 2:25). Ellos creían que de alguna manera, por algún medio, la nueva era vendría pronto.
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