Uno de los principales desafíos de la misión contemporánea ha sido entrar en la sociedad para transformarla con el mensaje del evangelio y, al mismo tiempo, mantener el principio de separación. La complejidad de esta tarea queda especialmente expuesta durante el proceso de contextualización.
En las últimas décadas, probablemente ningún otro tema ha sido más debatido en los círculos misionológicos que la contextualización. La visión de la contextualización ha sido examinada durante unos 40 años. En 1984, Dand Hesselgrave afirmó que "incluso en su infancia, esta palabra ya había sido definida y redefinida, utilizada y abusada, amplificada y vilipendiada, coronada y crucificada". La razón principal por la que evangélicos, católicos y ecuménicos han utilizado este término es la comprensión que tienen sobre la revelación bíblica. Los modelos de contextualización más aplicados actualmente están profundamente arraigados en conceptos muy diversos de revelación.
Los cristianos que mantienen una visión tradicional de la revelación reconocen que Dios se ha revelado generalmente en la naturaleza (Sal 19:16; Rm 1:18-32) y en la historia humana (Hechos 14:16, 17; Rom 2:14-16; Sal 33-36). Así, el Creador ha proporcionado una demostración parcial de Su naturaleza, atributos, actitudes e intenciones. También creen que Dios ha dado una revelación permanente y completa sobre Él y Su salvación en la Biblia, revelación que ha sido asentada a través de los patriarcas, profetas y apóstoles y alcanza su clímax en Jesucristo (Heb 1:1, 2; Juan 17:3; Ef 4:21). Por lo tanto, considerando su origen y propósito, la Biblia debe ser el fundamento de todo lo que los seres humanos piensan y hacen. Para los cristianos que mantienen esta visión bíblica de la revelación, la contextualización es el trabajo de "transmitir la inmutable Palabra de Dios en contextos que siempre están cambiando". Esta actividad se lleva a cabo con el presupuesto básico de que la Biblia es, en sí misma, transcultural y constituye el instrumento de contextualización más auténtico y eficaz. Por lo tanto, los misioneros deben buscar en la Biblia métodos que les permitan transmitir las formas, contenidos y prácticas de la fe cristiana a las mentes y corazones de personas en otros contextos culturales.
La difusión transcultural siempre ha sido necesaria para el cristianismo. Esta característica es la sangre que da vida al movimiento y, sin ella, quizás la fe no habría sobrevivido. Desde el siglo I, la iglesia cristiana no solo ha sido multirracial, sino también multicultural. En ningún momento, ninguna nación o etnia ha sido dueña del cristianismo.
Además, el lema del movimiento misionero, desde Occidente hasta el resto, se ha convertido en un recordatorio obsoleto de la era colonial. Actualmente, el cristianismo ha experimentado el movimiento de misioneros "de todas partes en todas partes", y la percepción del mensaje bíblico que llevan consigo está influenciada por la cultura y cosmovisión del lugar de donde provienen.
Como si estos elementos fueran poco, en cada lugar las culturas tienen un carácter dinámico. Ninguna cultura permanece igual a lo largo de los años. Todas las culturas cambian para adaptarse a los cambios en su propio entorno o como resultado de la interacción con otras culturas. Teniendo en cuenta todos estos factores, la contextualización se ha vuelto imperativa.
En cada contexto, las personas siempre están desarrollando nuevas herramientas con el propósito de realizar tareas específicas y ampliar sus posibilidades. Asimismo, los misioneros deben buscar continuamente los enfoques más eficaces para transmitir el mensaje de la Palabra de Dios de una manera que tenga sentido para las personas que viven en un lugar determinado.
En este proceso de transmisión, el misionero debe tener presente que la eficacia de la comunicación debe medirse no por el mensaje que se envía, sino por el mensaje que las personas reciben. La gente no entenderá el mensaje si no lo entiende. Por lo tanto, el objetivo es transmitir fielmente el mensaje inmutable de la Palabra de Dios para que las personas lo comprendan y así tengan la oportunidad de responder a la invitación del evangelio.
Entre los riesgos predominantes asociados al proceso de contextualización se encuentran el relativismo, el pluralismo y el sincretismo. Buscar alternativas a las instrucciones claras de la Palabra de Dios para presentar el mensaje bíblico de forma subjetiva, en un intento de hacerlo más personalizado, conduce al relativismo. Validar todas las religiones por igual con miras a la comprensión y la tolerancia da como resultado el pluralismo. Asimilar indiscriminadamente prácticas locales con el objetivo de ser percibido como un “insider” genera sincretismo. Todas estas actitudes conducen a una negación explícita del principio de separación del pueblo de Dios en la misión.
Sin embargo, evitar la contextualización también implica riesgos y, posiblemente, el mayor sea la irrelevancia. Participar en la misión sin contextualizarla es como enviar una hermosa tarjeta de Navidad a un amigo que ya cambió de dirección.
Por tanto, el objetivo no debe ser negar la contextualización a la separación de valores. Por el contrario, es la contextualización la que hace posible la separación. No contextualizar, así como contextualizar descuidadamente, conduce a la ineficacia en la misión.
Stephen Bevans trazó un mapa de los modelos de contextualización que más utilizan actualmente los misioneros en todo el mundo. Son: (1) traducción, (2) antropológica, (3) praxis, (4) trascendental y (5) contracultural.
1. El modelo Traslacional (de traducción)
El modelo traslacional es, probablemente, el enfoque más utilizado por teólogos y misioneros al aplicar principios bíblicos a las culturas locales. Los practicantes de este modelo consideran inmutable el mensaje bíblico y buscan la traducción fiel de este mensaje supracultural, de carácter proposicional, en las diferentes culturas. El punto de partida en este proceso es siempre la doctrina esencial. El contexto tiene un papel subordinado; hay una verdad proposicional que procede del exterior y debe arraigarse en la cultura. Se entiende que hay algo que dar y que debe ser recibido.
Quienes practican este modelo comprenden que la revelación divina es proposicional y cualitativa. Es proposicional porque se concibe como la comunicación de verdades divinas que son traducibles y pueden transmitirse en cualquier contexto particular. Es cualitativamente diferente de la experiencia humana, ya que, al entrar en un nuevo contexto, el mensaje del evangelio aporta algo absolutamente nuevo a ese lugar.
Sin embargo, los desafíos relacionados con la transmisión fiel del mensaje bíblico en diferentes contextos han llevado a muchos practicantes de este modelo a comprender que hay un "núcleo" en el evangelio cubierto por una "cáscara" cultural no esencial. En resumen, solo se debe transmitir el núcleo de la doctrina.
Esta posición ha sido seriamente cuestionada por denominaciones evangélicas y protestantes. Por ejemplo, los adventistas del séptimo día rechazan esta noción, argumentando que el autor de la Biblia es Dios mismo. El testimonio que ofrece la Biblia sobre su autoría se resume en 2 Timoteo 3:16 y 17: "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea completo, equipado para toda buena obra". Consideran que toda la Escritura, no solo una parte de ella, es inspirada, y no hay guía en la Biblia que permita a los estudiantes evaluar el contenido del Apocalipsis y determinar qué partes pueden descartarse.
Este pensamiento conduce al relativismo y autoriza a cada lector a establecer un canon dentro del canon. Al mismo tiempo, los adventistas sostienen el concepto de verdad presente, creyendo que Dios ha utilizado a su pueblo remanente a lo largo de la historia para proclamar aspectos del mensaje bíblico que deben enfatizarse dentro del proceso de restauración de la verdad. En los últimos tiempos, el remanente (Apocalipsis 12:17) tiene el encargo de proclamar el mensaje supremo de amor, gracia, perdón y esperanza para preparar al mundo para el regreso de Jesús (Apocalipsis 14:6-12).
El principio de la separación de Israel requería que la nación fuera un pueblo distinto para presentar claramente el carácter del único Dios verdadero. Negar este aspecto del plan de
Dios para ellos era invalidar todo el propósito al que habían sido llamados. Asimismo, la traducción fiel de la Palabra de Dios en los diversos contextos misioneros contemporáneos requiere que la iglesia no ignore los aspectos distintivos del mensaje que Dios les ha encargado predicar.
2. El modelo antropológico
El modelo antropológico se sitúa casi en el extremo opuesto del espectro con respecto al modelo de traducción. Si la preocupación principal del modelo traslacional es preservar el mensaje bíblico, el objetivo primordial del modelo antropológico es conservar la identidad cultural del contexto.
Los defensores de este modelo sostienen que Dios nunca abandonó nuestro planeta. En cualquier cultura, incluso en aquellas más profundamente arraigadas en la oscuridad del paganismo, es posible encontrar las huellas de las acciones de Dios. Se han preservado aspectos de la verdad, y toda verdad proviene de Dios. Por lo tanto, el objetivo no debe ser juzgar, domesticar o ganar sociedades para Cristo, sino aprender de ellas.
El respaldo a este enfoque se encuentra en declaraciones como la del Consejo Mundial de Iglesias: "Estamos llamados a estudiar voces extrañas y a veces ofensivas en diversos contextos culturales con el propósito no solo de combatirlas y convertirlas, sino también de aprender de ellas y profundizar nuestra percepción y comprensión del evangelio". Entienden que el evangelio puede cambiar culturas, pero el llamado al cambio no proviene de Dios. Más bien, es una tendencia de una cultura que intenta imponer sus valores a otra.
La gran fortaleza de esta posición radica en que toma muy en serio la realidad humana. El punto de partida es conocer a la persona en su contexto, más que atender a los puntos en la agenda del misionero que a menudo no conciernen al contexto local.
Sin embargo, el modelo antropológico opera basándose en el supuesto de que el contexto humano es santo, justo y bueno. Los misioneros que utilizan este enfoque parecen ignorar por completo la realidad del pecado y la corrupción de la naturaleza humana. Las culturas no son inherentemente malas, pero tampoco son inherentemente buenas. Todas las culturas son corruptas y necesitan transformación.
Los aspectos de la verdad bíblica que se han preservado en cada cultura deben valorarse y utilizarse como punto de contacto. Al mismo tiempo, la semilla del evangelio lleva en sí el principio de vida, que no se puede obtener en ningún otro lugar (Marcos 4:19).
El evangelio tiene el poder de mejorar cualquier cultura. Si no hay nada que transmitir en el trabajo misionero, entonces solo los misioneros se benefician de hacer misiones. Cuando la verdad bíblica se somete a la cultura local para ser validada, se pierde cualquier punto de referencia y ya no hay lugar para la verdad absoluta. El resultado es el relativismo y el pluralismo.
El concepto de revelación sostenido por quienes practican este modelo se aparta radicalmente de la ortodoxia cristiana. Debido a que ven la revelación como un proceso continuo, los vínculos con el pasado se rompen por completo, dejando solo lo que se ha definido como el ideal ingenuo de esperar que los principios del Evangelio surjan de cualquier situación particular.
El principio de separación del pueblo de Dios en misión indica que los misioneros en todas partes deben observar si el estilo de vida, las prácticas religiosas y los principios sociales de la cultura local son compatibles con la instrucción de la Palabra de Dios para darse cuenta de qué aspectos deben preservarse o rechazarse.
3. El modelo de praxis
El modelo de praxis se centra en el cambio social en el contexto local. Los practicantes de este modelo no están interesados en ideas, sino que insisten en que la acción para el cambio social en nombre de los oprimidos es el componente más importante del proceso teológico. La teología se entiende en términos de actividades, procesos y una forma de vivir. El objetivo no es el pensamiento correcto sino la práctica correcta. El nivel más alto de conocimiento es el hacer inteligente y responsable. Rechazan cualquier teología que no esté basada en la acción. Lo que realmente importa es la justicia y liberar a las personas de la opresión y la degradación.
Quienes practican este modelo entienden la revelación como la presencia de Dios en la historia: en los acontecimientos cotidianos, en las estructuras sociales y económicas, en las situaciones de opresión y en la experiencia de los pobres y marginados. Dios se revela en las actividades regulares. Estamos llamados a cooperar con Él en Su obra para liberar a los oprimidos, brindar apoyo a los marginados y promover la reconciliación.
Los misioneros que utilizan este enfoque normalmente comienzan con las necesidades de las personas en un área en particular. Cuando estas necesidades son claras, buscan en la Biblia ejemplos genuinos que puedan usarse para abordar las circunstancias locales. Ciertamente, un enfoque misionero que no esté arraigado en la acción no puede considerarse adecuado. El modelo de praxis siempre estará vinculado a la acción en el contexto local y es de hecho el punto más fuerte del modelo. Se toman en serio la situación concreta, y esto es muy valorado por quienes se benefician de sus esfuerzos misioneros. Esta ha sido una manera consistente de testificar.
Al mismo tiempo, el concepto de revelación que defienden es parcial y conduce generalmente a una lectura selectiva de la Biblia. Quizás el peligro más grave de este modelo no sea su propuesta fundamental, sino lo que le falta. Por supuesto, cooperar con Dios para aliviar el sufrimiento humano es un aspecto importante de la vida cristiana, pero no lo es todo y puede hacerse con propósitos equivocados o incluso perversos en mente.
4. El modelo trascendental
Un supuesto fundamental de este modelo es que la contextualización no comienza centrándose en el mensaje o contenido, sino en la experiencia religiosa de una persona. El sujeto está íntimamente involucrado en la determinación de qué es la realidad. Los defensores de este modelo entienden que Dios se revela dentro de la experiencia humana, cuando una persona interactúa con las palabras de las Escrituras, los acontecimientos de la vida diaria y los valores expresados en una cultura determinada.
Un aspecto importante de este enfoque misionero es la valoración de la experiencia humana en el proceso de recibir el evangelio. La conversión involucra las dimensiones cognitiva (creencias), afectiva (sentimientos) y evaluativa (juicios) de la vida humana. Las iglesias protestantes tradicionales heredaron el énfasis de los reformadores en la importancia de defender la verdad contra la herejía, centrándose en la dimensión cognitiva. Por otro lado, los movimientos carismáticos han demostrado que tener "la cabeza llena" no es suficiente. También es necesario tener "el corazón lleno". Apelando a la dimensión afectiva de la vida de personas que a menudo viven en condiciones desfavorables, estos movimientos han logrado acceder a sus sentimientos, que proporcionan el impulso inicial para la conversión. Al mismo tiempo, un gran peligro de este modelo es prestar una atención exagerada a la subjetividad, en detrimento de someter las experiencias personales al criterio externo, objetivo y absoluto de la Palabra de Dios. Un número cada vez mayor de personas rechaza cualquier doctrina religiosa que pretenda ser una verdad absoluta. Estas personas han abrazado una espiritualidad individualizada que elige solo lo que es apropiado entre una amplia gama de filosofías religiosas alternativas. La espiritualidad pasó a asociarse con la esfera privada de la vida. La fe genuina llegó a entenderse como un viaje espiritual exploratorio impulsado por el misticismo, el gusto por las creencias y la experimentación con prácticas religiosas no tradicionales. Muchos están plenamente convencidos de que deben cambiar sus creencias religiosas periódicamente en un intento de hacer nuevos descubrimientos y adquirir nuevos conocimientos. Estas actitudes están en total armonía con los altos niveles de relativismo, pluralismo y sincretismo de la sociedad contemporánea.
El principio de separación ofrece una referencia segura para que los misioneros comprendan hasta qué punto y en qué medida deben validar la experiencia religiosa personal. El pueblo de Israel recibió instrucciones de no ceder nunca a la tentación de absorber entre ellos, en la esfera pública o privada, las prácticas religiosas de las naciones vecinas. El sistema religioso corrupto de las naciones paganas fue de hecho una de las razones por las que esas naciones fueron expulsadas de Canaán. Cuando se guía por el principio de separación, el enfoque trascendental puede ser un componente importante del proceso de contextualización, especialmente si se utiliza en conexión con otros modelos. La experiencia privada de Dios que el individuo tiene es un ingrediente esencial de la vida cristiana. Debe ser estimulado y validado siempre que las ideas, los descubrimientos y las prácticas estén en armonía con las instrucciones reveladas por Dios en Su Palabra.
5. El modelo contracultural
El término no significa anticultural. El objetivo es expresar la fuerte función crítica que propone el enfoque: analizar críticamente la cultura. El modelo no aboga por sustituir el contexto humano por uno puramente religioso. Quienes practican este modelo toman el contexto (experiencia, cultura, ubicación social, cambio social) con la mayor seriedad. Reconocen que los seres humanos están vinculados a condiciones históricas y sociales.
Al mismo tiempo, desconfían profundamente de la cultura. Debido a la realidad del pecado, entienden que cualquier cultura necesita ser desafiada y purificada por el evangelio. Los defensores del modelo contracultural creen que una buena contextualización siempre ofende: Ofende porque, independientemente del tiempo, las circunstancias históricas o sociales y la experiencia, siempre hay algo en la comunicación del evangelio que desafiará la situación actual y propondrá un cambio.
Los defensores de este modelo mantienen una visión cristiana tradicional de la revelación, afirmando que la revelación es algo que ya se ha hecho y está completo en Cristo. Todas las experiencias humanas deben medirse por este hecho. Lo que este modelo se da cuenta más que cualquier otro es que algunos contextos son simplemente antagónicos al evangelio y necesitan ser desafiados por el poder liberador y sanador de la Palabra de Dios. Por lo tanto, el objetivo es involucrarse con el contexto a través de un análisis respetuoso pero crítico y proclamar el evangelio auténticamente a través de palabras y acciones.
Quizás ningún otro modelo busque tanto considerar la cultura y, al mismo tiempo, permanecer fiel a la Palabra de Dios como éste. Sin embargo, quienes practican este modelo deben tener cuidado de no volverse anticulturales. Es innegable que existen conocimientos valiosos y ventajas específicas en cada uno de los cinco modelos presentados. Por tanto, un enfoque integrador, que prevé la aplicación del principio fundamental de cada modelo en las diferentes fases del proceso de transmisión del mensaje bíblico, puede enriquecer enormemente el esfuerzo misionero de nuestros contemporáneos. No hay un orden predeterminado a seguir. La misión siempre se realiza en contexto, y las necesidades de cada contexto deben determinar dónde debe comenzar la obra misional.
Por otro lado, una práctica misionera coherente con una visión bíblica de la revelación impide a los misioneros elegir y aplicar plenamente los modelos mencionados en este capítulo. En consecuencia, la pregunta es inevitable: ¿Cómo aprovechar las ventajas que ofrece cada modelo y, al mismo tiempo, evitar acciones que lleven a negar el principio de separación del pueblo de Dios en la misión? El proceso de contextualización crítica ofrece un camino hacia este ideal.
Contextualización crítica
El proceso llamado contextualización crítica es ciertamente la herramienta más apropiada para permitir a los misioneros aplicar el principio de separación al emplear modelos de contextualización. Paul Hiebert ha analizado extensamente el proceso de transmisión del mensaje bíblico en diferentes contextos culturales. En su obra clásica, "El evangelio y la diversidad de las culturas," señala que el ministerio nunca tiene lugar en un vacío cultural y religioso. Cuando los misioneros llegan a un lugar determinado, encuentran culturas bien desarrolladas que organizan y regulan lo que la gente piensa, siente y hace. También encuentran creencias que brindan a las personas respuestas a muchas de sus preguntas más importantes.
La cultura, el sistema de creencias y prácticas que surge de una visión del mundo particular, se expresa al menos de tres maneras: (1) Cultura material. La gente crea objetos para uso y entretenimiento, manipula medicinas para los enfermos, usa magia para hechizos protectores, fabrica objetos con fines religiosos; (2) Cultura expresiva. Todas las culturas ofrecen formas para que las personas expresen sus sentimientos. Una de las expresiones humanas más comunes es la música; y (3) cultura ritualista. Los ritos plantean un desafío particularmente difícil para los misioneros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario