lunes, 22 de enero de 2024

El Exilio - Dios entre las naciones

"Borraré de la faz de la tierra a los descendientes de Jacob.... Daré la orden de zarandear al pueblo de Israel entre todas las naciones". (Amós 9:8-9).

"Aunque Dios amaba a Jerusalén y al Templo, los pecados de su pueblo demandaban juicio. El colapso final vino con la invasión babilónica (en dos olas sucesivas: 598 a.c. y 586 a.C.). Muchos perdieron sus vidas en una lucha sin esperanza, pero un número considerable fue llevado a Babilonia (2 Crón 36:5-10, 17-21)" (Glasser, 2019, 152).

Razones:

- No fueron agradecidos por el amor divino
- Fueron infieles a los votos de matrimonio
- Deliberadamente rechazaran los parámetros del Sinaí.
- Finalmente, fueron injustos en el trato unos con otros, especialmente con lo pueblos minoritarios y con los pobres en medio de ellos.
- Dieron por sentado que Dios de alguna manera estaría complacido con su adoración formal y con su piedad exterior (Amós 5:4-7, 21-27; Miq 6:6-8).

Dios estaba, está, y siempre estará en control de la historia. Los propósitos de Dios se mueven hacia delante, a pesar del fracaso de su pueblo.

La Misión de los exiliados

Mientras estaban en el exilio en Babilonia, a los judíos se les dieron dos tareas colaterales para llevar a cabo, además de preocuparse por la justicia, por el amor inconmovible y por andar en humildad con su Dios (Miqueas 6:8). Ellos debían sobrevivir como pueblo. Esto implicaba construir casas, plantar huertas, casarse y tener hijos: "Multiplíquense allá y no disminuyan" (Jeremías 29:5-6). Más aún, debían servir a sus captores (Jeremías 29:7). Si eran fieles, Dios había prometido que se les permitiría regresar a su tierra, cuando terminara el año setenta de su cautividad (Jeremías 25:11-12; 29:8-14).

Se debería llamar la atención, particularmente sobre la segunda de estas tareas. Los exilados tenían el mandato siguiente: "y procurad la paz (sálóm) de la ciudad" donde estaban exilados "y rogad por ella [la ciudad] a Jehová" (Jeremías 29:7, RVR). Este mandato ha generado mucha discusión en nuestros días. La palabra sálóm se usa más de 350 veces en el Antiguo Testamento. Cubre un amplio rango de significados: integridad, sin daño, indiviso, bienestar, una condición satisfactoria, salud corporal, y todo lo que significa la salvación en su uso en el Antiguo Testamento. Si una persona o una nación tienen salóm, no tienen falta de nada en ninguna dirección, ya sea personal o nacional. El concepto es positivo y proactivo: salóm nunca significa "ausencia de guerra" sino que significa "victoria en la guerra." Tiene que ver con la comunidad (Salmos 29:11) y significa total armonía dentro de ella. Está "fundada sobre el orden e impregnada de la bendición de Dios, y por eso hace posible que las personas se desarrollen y aumenten, en libertad y sin impedimentos de ninguna parte" (Gross 1970: 648). Salóm es el don de Yahvé y más tarde encontraremos que se torna en la característica dominante de la era mesiánica prometida (Isaías 9:7). Aunque en el Antiguo Testamento no está equiparada de manera explícita con la paz espiritual con Dios, este concepto de salvación escatológica está sugerido (Blauw 1962: 53). En el Nuevo Testamento, la palabra equivalente es eirene, o "paz," y se identifica particularmente con la obra redentora de Cristo, quien trae al individuo arrepentido a una nueva relación con Dios y con sus prójimos, dando esperanza de una salvación escatológica, que abrazará a toda la persona y a todo el kosmos (Rom 5:1, 10; Ef2:14-l 7; Rom 8:19-23; Heb 13:20). (Glasser, 2019, 154).

Durante los primeros años posteriores al regreso a la tierra, los exilados se sintieron desilusionados y frustrados. Aparentemente, no encontraron señales significativas del favor de Dios, que los animara a obedecer lo que ellos consideraban era la voluntad específica de Él.

LA REPRENSIÓN  DEL EXCLUSIVISMO

"A lo largo de los años, Israel había caido en la trampa de creer que su condición de elegido por Dios lo hacía su pueblo favorito" (Glasser, 2019, 160).

"Estaban convencidos de que Dios los había elegido porque los necesitaba. Como Rey, necesitaba a Israel como su pueblo; como Esposo, necesitaba a la nación como esposa; como Padre necesitaba al pueblo como hijo; como Señor, lo necesitaba como siervo. Israel nunca habría existido de no haber sido por Yahvé, pero Yahvé era incomprensible sin Israel, por lo menos dentro de la mente popular". (Ellison 1976: 4. Citado en Glasser, 2019, 161).

"Yahvé despreciaba su orgullo farisaico y nacionalista, así como también la aversión que tenían por sus vecinos. El amor de Yahvé abraza a pueblos extranjeros". (Glasser, 2019, 162).

"Bien dentro del período persa, los tiempos se pusieron difíciles. Los cultivos eran pobres y los vecinos molestos. Un pueblo luchador y frustrado, eventualmente se desilusionó de Yahvé. Esto condujo a una erosión de su compromiso para con Él". (Glasser, 2019, 163).

Malaquías usó el recurso del diálogo: el método de preguntas y respuestas. Mientras se movía en medio del pueblo, escuchando sus problemas y observando sus comportamientos, procuró recordarles, a todos cada uno, las expresiones del amor constante que Yahvé les tenía, y su justo trato para con ellos. Pero su respuesta fue encogerse de hombros y responder: "¿Y cómo nos has amado? ¡Pruébalo!" Ellos no admitieron fracaso alguno y estaban horrorizados de que Dios, quien según ellos los había tratado tan miserablemente, pudiera pensar tan mal acerca de su "justa indignación." Como resultado, Malaquías hizo de su "¿Y cómo nos has amado?" la clave para sus discursos (1:2, 6; etc.). (Glasser, 2019, 164).

Malaquías concluyó con dos exhortaciones. Primero, debían recordar la Torá de Moisés (el registro de la fidelidad de Dios para con sus promesas de pacto) y su obligación de obedecer a Dios. Esto es fundacional para todo lo demás. Segundo, debían esperar la venida de Elías y el amanecer de la era mesiánica (4:4-6). Nada impediría que Dios consumara la historia de la salvación. (Glasser, 2019, 164).

Como Esdras, Nehemías que celebraron las enramadas, como Hageo y Zacarías que celebraron la pascua "necesitamos estar alertas a la obligación de ser instrumentos de renovación en las iglesias". (Glasser, 2019, 164). "Pues esta convocación religiosa estimuló la intensificación de la devoción religiosa de muchos... los líderes procuraron aliviar (el llanto) llamando la atención sobre el perdón por gracia de parte de Yahvé. A continuación hubo una adoración gozosa " (165). En el caso de Ester, su tío Mardoqueo "estaba preocupado por ejercer una influencia íntegra sobre su generación" (166).

"Malaquías se dirigió a un pueblo atontado, encallecido y crítico. Ellos poseían una forma de devoción, pero estaban virtualmente desprovistos de cualquier experiencia vital con Dios mismo. Al reflexionar sobre el ministerio de Malaquías, necesitamos preguntarnos si es que estamos tratando de manera franca y bíblica, con las cuestiones que son supremas en las mentes del pueblo de Dios del día de hoy. La pregunta principal es: ¿nos adherimos al patrón de Malaquías de acentuar la certeza de la victoria última de Dios en Jesucristo?". (Glasser, 2019, 164).

"Mardoqueo fue dominado por un sentido de misión: no compartir las buenas nuevas de Yahvé con los gentiles, sino asegurarse de que él y todos los demás judíos retuvieran la identidad judía". (Glasser, 2019, 166).

"La "mano izquierda de Dios" hizo los preparativos para la extensión misionera de la iglesia apostólica de variadas maneras. Tanto es así, que debiéramos cuidarnos de hacer críticas arrolladoras de esos judíos que no tuvieron la voluntad de seguir a Zorobabel y a Jesús de regreso a la tierra (Esdras 1:5-3:13). Ellos contribuyeron, de manera significativa, a la convicción creciente de que estaba por aparecer una fe universal en la escena del mundo". (Glasser, 2019, 166).

El Dios que habla en la revelación es el Dios que actúa en la historia. Una parte significativa del Antiguo Testamento registra los grandes momentos en la historia de Israel, cuando Dios actuó de manera única a su favor y reveló su voluntad con respecto a la misión que el pueblo tenía. Aunque, en realidad, por primera vez tomó consciencia de ser "el pueblo llamado por Dios" durante el evento del éxodo, la anterior elección y llamado de Abraham y de los otros patriarcas marcó los comienzos de los propósitos redentores de Dios. (Glasser, 2019, 167).

Según Glasser (2019, 167) existen nueve eventos monumentales que marcan la relación entre Israel y Dios:

Primero, el pueblo de Dios fue cortejado en Ur y en Harán, y conducido hacia la "tierra de la promesa," para ser allí un pueblo peregrino morando en tiendas (en el mundo pero no perteneciente a él, Génesis 12:1-3; Isaías 51:1-2). El pacto abrahámico proveyó la base de gracia de Dios para esta relación:una elección para ser posesión divina y estar al servicio divino.

Segundo, el pueblo de Dios fue concebido como resultado de la angustia de la opresión egipcia. En un punto de la historia, ellos eran "poca gente" (Deuteronomio 26:5), pero Yahvé los llamó a ser como su hijo, y les dio vida y liberación (Éxodo 4:22; Jeremías 31:9; Oseas 11:1).

Tercero, el pueblo de Dios fue bautizado inmediatamente después en el mar, como una confesión pública de ellos mismos como pueblo de Dios, separados de toda otra nación (Éxodo 20:2; Deuteronomio 7:6; Oseas 11:1; 1 Corintios 10:2).

Cuarto, el pueblo de Dios se casó con Yahvé en el Sinaí, por un pacto que Él definió y ellos aceptaron, marcando así el comienzo de la interacción con Él, a través de la instrucción revelada de la ley y del ministerio correctivo de los profetas (Éxodo 19:8; Jeremías 7:25; Gálatas 3:24).

Quinto, al pueblo de Dios le fue dada la tierra de la promesa como herencia nacional. Esta tierra no fue conseguida mediante el poderío militar de Israel, sino por medio del irresistible poder de las huestes de Yahvé, quienes triunfaron repetidamente sobre la desesperada y masiva oposición de los cananeos.

Sexto, el pueblo de Dios fue establecido como reino bajo la dinastía davídica. A la línea davídica se le prometió un lugar eterno en la economía de Dios (2 Samuel 7) y el punto focal en la bendición de Israel a las naciones (Isaías 11:10; Zacarías 8:23).

Séptimo, el pueblo de Dios fue probado en el monte Carmelo para cerciorarse de el carácter genuino de la lealtad profesada a Yahvé y a su pacto, y para hacerlos conscientes de la antítesis irreconciliable entre la adoración de Yahvé y la adoración de todos los otros dioses (1 Reyes 17:18).

Octavo, el pueblo de Dios fue liquidado por Yahvé debido a sus pecados; Asiria y Babilonia fueron los instrumentos del juicio. Esto condujo a su sepultura: "descendieron al Seo!" en tierras paganas (Jeremías 8:19-22; Lamentaciones 1:12-13; 2:3).

Noveno, el pueblo de Dios fue resucitado por Yahvé usando como instrumento a Ciro el persa, a los efectos de que pudieran restablecer su vida nacional, social y religiosa regresando a su propia tierra(Esdras 1:1-4).

Más allá de estos eventos está el "momento escatológico," el día del Señor. Como Hijo de David, Hijo del Hombre y como Siervo sufriente (tres oficios distintos de una Persona), el Mesías de Israel regresará para restaurar todos los lugares asolados y en ruinas de la tierra, liberándola de la maldición, a los efectos de volver a casarse con su pueblo, de modo que ellos puedan compartir su total reconciliación con el cosmos (Isaías 62: 1-4; Ezequiel 36:36)






Glasser, Arthur. El anuncio del reino. Wipf and Stock, 2019.

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