No hay mayor privilegio concedido a los seres humanos que proclamar el evangelio eterno a las personas perdidas y, por medio de una predicación sencilla, conducirlas a una relación de salvación con Jesucristo. ¡Cuánta honra! No hay clase de predicación más importante que la evangelizadora. El primer sermón predicado fue un sermón evangelizador presentado por Pedro en el Pentecostés.
Hoy, hay dos clases básicas de predicación: pastoral y evangelística. El estilo de cada una es diferente. La predicación pastoral está destinada a ayudar a las personas a lidiar con los problemas de la vida en un contexto cristiano. Busca animar a los que ya son creyentes. Es el principal alimento espiritual del convertido. Es, fundamentalmente, motivadora.
El foco de la predicación evangelística, por otro lado, es alcanzar a las personas perdidas. Hablarles a los que todavía no se han convertido. Es el me- dio por el cual muchas personas llegan a conocer a Jesucristo. Si bien debe ser también motivadora, incluye enseñanzas y doctrinas.
La principal diferencia entre la predicación pastoral y la evangelizadora se percibe en la intensidad de esta última. Las almas están siendo guiadas a Jesús y decidiendo su destino eterno, basadas en lo que el predicador está diciendo. Eso coloca una gran responsabilidad sobre el evangelista, especialmente a medida que las series de evangelismo generan un ambiente en el que las personas comienzan a decidirse a favor o en contra de la verdad. La predicación pastoral generalmente se da semanalmente, mientras que la predicación evangelística se desarrolla todas las noches. Eso aumenta la intensidad.
Muchos dicen que predicar un sermón en la iglesia el sábado de mañana equivale a ocho horas de trabajo, por el hecho de que uno queda exhausto. Por otro lado, la predicación evangelística exige mucho más, casi el doble del esfuerzo, a causa de la intensidad. Por eso, el predicador se siente totalmente agotado al final del mensaje. Queda impresionado por lo que Dios realiza, pero termina totalmente cansado.
Elena de White y la predicación evangelizadora
Elena White escribió mucho acerca de la predicación evangelizadora adventista, y muchos de esos escritos pueden ser encontrados en el libro El evangelismo. Dado que, en su época, las primeras predicaciones adventistas, en su mayoría, eran evangelizadoras, cuando Elena de White habla sobre la predicación, se puede asumir con seguridad que ella está hablando de predicación evangelística. En esta sección, compartiremos varias de sus citas y haremos un rápido comentario.
“La manera en la cual se presenta la verdad a menudo tiene mucho que ver en la determinación de si será aceptada o rechazada.
“Es lamentable que muchos no se den cuenta de que la manera en la cual la verdad bíblica se presenta tiene mucho que ver con las impresiones que se hacen en las mentes y con el carácter cristiano desarrollado más tarde en la vida de aquellos que reciben la verdad. En vez de imitar a Cristo en su modo de trabajar, muchos son severos, criticones y dictatoriales. Rechazan a las almas en vez de ganarlas. Nunca sabrán a cuántas personas débiles sus palabras ásperas han herido y desanimado”(Ev, 127).
Elena de White demuestra preocupación acerca de cómo decimos las cosas y acerca de lo que decimos. Jesús dijo muchas cosas duras durante su ministerio, pero lo hizo con tristeza en su voz. El evangelista debe evitar ser áspero, crítico o autoritario. Es muy fácil ofender a las personas, y el evangelista puede ahuyentarlas, no tanto por lo que dice, sino por su comportamiento y su tono de voz.
Estos mensajes evangelizadores deben ser regados por el rocío del cielo. No solamente Jesús tiene que ser el centro de todo sermón, sino también el Espíritu Santo debe permear con su influencia cada forma de expresión.
“Necesitamos romper la monotonía de nuestro trabajo religioso. Estamos haciendo una obra en el mundo, pero no mostramos suficiente actividad y celo. Si fuéramos más fervorosos, los hombres se convencerían de la verdad de nuestro mensaje. El carácter insípido y monótono de nuestro servicio por Dios repele a muchos que están mirando para ver en nosotros un celo profundo, ferviente y santificado. La religión legal no responderá a las preguntas de esta era. Podemos realizar todos los actos externos del servicio y, sin embargo, estar tan destituidos de la influencia vivificadora del Espíritu Santo, como las montañas de Gilboa estaban destituidas del rocío y de la lluvia. Necesitamos la humedad espiritual; y hemos menester ahora de los claros rayos del Sol de justicia para enternecer y subyugar nuestros corazones” (Ev, 128).
“Los encuentros evangelísticos necesitan ser vigorosos. No deben ser aburridos ni rutinarios, sino llenos de vivacidad generada por el Espíritu Santo. No debemos presentar el mensaje de una manera casual, sino que provenga de un corazón tocado por Dios y avivado por el Espíritu Santo. La predicación evangelística no es una obligación rutinaria, sino algo que no podemos evitar. Sentimos como Pablo:‘¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!’. Dios fortalece al predicador y, a su vez, el predicador tiene deseos de ser utilizado por Dios.
“Al presentar la verdad, no debe ocuparse tanto en exponer los errores como de presentar la verdad. Esto no significa ignorar las falsas doctrinas. Debe hablar sobre estos asuntos, pero primero es necesario crear una base de verdad sobre la que no haya espacio para falsedades. Es más fácil eliminar el engaño mostrando la verdad a las personas que dedicar todo su tiempo a señalar los errores. Cuanto más se acentúen los errores, más difícil será que las personas acepten la verdad (Russell Burrill, A Proclamação da Esperança, 170).
“Cristo difícilmente intentó alguna vez probar que la verdadera verdad. Ilustraba la verdad en todas sus enseñanzas, y entonces dejaba a sus oyentes en libertad de aceptarla o rechazarla, según su elección. No forzaba a nadie a creer. En el sermón del monte instruyó a la gente en la piedad práctica, bosquejando en forma específica su deber. Hablaba de tal manera que recomendaba la verdad a la conciencia. El poder manifestado por los discípulos era revelado en la claridad y el fervor con que expresaban la verdad.
“En la enseñanza de Cristo no existe razonamiento largo, rebuscado y complicado. El va directamente al grano. En su ministerio leía todo corazón como un libro abierto, y del caudal inextinguible de su tesoro sacaba cosas nuevas y viejas, para ilustrar y reforzar sus enseñanzas. Tocaba el corazón, y despertaba las simpatías”(Ev, 129).
Facilite. Ese es el ruego del corazón de la sierva del Señor. La tendencia es que algunos evangelistas se compliquen al responder tantas objeciones que, al fin de cuentas, terminan sustentando la discusión. Es como el predicador nuevo que encontró un viejo ejemplar del libro de Francis Nichol, Preguntas sobre doctrina. Alguien le hizo una pregunta sencilla y, entonces, le entregó el libro de unas 400 páginas de respuestas a las preguntas relacionadas con el adventismo. La persona llegó a la conclusión de que, si había muchas objeciones, entonces el adventismo debía estar equivocado. Construya su argumento claro para cada enseñanza, pero evite extenderse en el intento por responder a preguntas específicas. Si una sencilla respuesta no satisface, encuéntrese con esa persona en particular y explique de forma más detallada.
Jesús presentó la verdad como verdad. Enseñaba con autoridad y convicción. Así debemos hacer nosotros. El evangelista necesita mostrar, por medio de la voz, lo que él cree realmente que es una cuestión de vida o muerte. Vea cómo Elena de White exhorta a los predicadores a predicar demostrando tener fe en su mensaje:
“Existe un poder vivo en la verdad, y el Espíritu Santo es el agente que abre las mentes humanas a la verdad. Pero los pastores y obreros que la proclaman deben manifestar certidumbre y decisión. Deben avanzar por fe, y presentar la Palabra como si la creyeran. Haced que aquellos por quienes trabajáis entiendan que se trata de la verdad de Dios. Predicad a Jesucristo y a él crucificado. Esto hará frente a las mentiras de Satanás.
“No os estáis presentando vosotros mismos; en cambio la presencia y el carácter precioso de la verdad estan grande, y en verdades tan abarcador, tan profundo, tan amplio, que se pierde de vista el yo... Predicad, de manera que el pueblo pueda posesionarse de las grandes ideas, y extraiga el precioso mineral escondido en las Escrituras”(Ev, 127, 128).
Elena de White también se preocupaba mucho por que los predicadores adventistas fuesen cristo- céntricos en todas sus presentaciones. Los incentivaba constantemente a centrar sus mensajes en Cristo.
Las citas siguientes revelan ese fuerte deseo. Se puede percibir esto por la manera en que ella escribió:
“Necesitamos muchas menos discusiones, y mucha más presentación de Cristo. Nuestro Redentor es el centro de toda nuestra fe y esperanza. Los que pueden presentar su incomparable amor, e inspirar los corazones a darle sus mejores y más santos efectos, están realizando una obra que es grande y santa.
“Los muchos sermones argumentativos predicados raramente suavizan y subyugan el alma”(Ev, 130).
“Cristo crucificado, Cristo resucitado, Cris- to ascendido al cielo, Cristo que va a volver debe enternecer, alegrar y llenar de tal manera la mente del predicador, que sea capaz de presentar estas verdades a la gente con amor y profundo fervor. Entonces el predicador se perderá de vista, y Jesús quedará manifiesto.
“Ensalzad a Jesús, los que enseñáis a las gentes, ensalzadlo en la predicación, en el canto y en la oración. Dedicad todas vuestras facultades a conducir las almas confusas, extraviadas y perdidas al ‘Cordero de Dios’. Ensalzad al Salvador resucitado, y decid a cuantos escuchen: Venid a Aquel que ‘nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros’ (Efesios 5:2). Sea la ciencia de la salvación el centro de cada sermón, el tema de todo canto. Derrámese en toda súplica. No pongáis nada en vuestra predicación como suplemento de Cristo, y la sabiduría y el poder de Dios. Enalteced la palabra de vida, presentando a Jesús como la esperanza del penitente y la fortaleza de cada creyente. Revelad el camino de paz al afligido y abatido, y manifestad la gracia y perfección del Salvador” (Ev, 139).
Este es el único objetivo de Elena de White. Jesús, Jesús ,Jesús. Todo está relacionado con Jesús. Si no puede encontrar a Jesús en algún tema, entonces no predique. Toda la verdad está centrada en él. Nunca deberíamos predicar sin exhortar la verdad sobre Jesús. Este no era un tema más para ella, sino un tema que siempre mencionaba con gran énfasis, especialmente en sus últimos días de vida.
Hay seis puntos que Elena de White sentía que eran los de mayor importancia y que debían estar en todos los sermones predicados. Los dos primeros son una extensión del ya mencionado, de tener a Jesús como centro. Aquí, ella nos dice que el amor de Cristo y su cruz deben estar en todos los sermones predicados.
“A fin de quebrantar las barreras de prejuicio e impenitencia, el amor de Cristo debe ocupar un lugar en todo discurso. Haced que los hombres conozcan cuánto los ama Jesús, y qué evidencias ha dado él de su amor. ¿Qué amor puede igualar a aquel que Dios ha manifestado para con el hombre, por medio de la muerte de Cristo en la cruz? Cuando el corazón está lleno del amor de Jesús, este puede presentarse a la gente, y afectará los corazones” (Ev, 142).
“Los discursos teóricos son esenciales, a fin de que la gente pueda ver la cadena de verdad que, eslabón tras eslabón, se une para formar un todo perfecto; pero ningún discurso debe predicarse jamás sin presentar a Cristo, y a él crucificado, como fundamento del Evangelio. Los predicadores alcanzarían más corazones si se explayasen más en la piedad práctica” (Ev, 139).
Puede imaginar el entusiasmo de Elena de White al pedir que los predicadores adventistas centren sus mensajes en Jesús. No hay duda de que los adventistas deberían ser conocidos como los predicadores más centrados en Cristo.
Otro punto que ella tenía la convicción de que debía ser incluido en la predicación evangelizadora adventista era la segunda venida de Jesús.
Las verdades de la profecía están entrelazadas y, cuando las estudiamos, percibimos que forman un bello conjunto de verdades cristianas prácticas.
Todos los sermones que predicamos deben revelar claramente que estamos esperando la venida del Hijo de Dios, y trabajando y orando por ella. Su venida es nuestra esperanza. Esta esperanza debe estar vinculada con todas nuestras palabras y actos, con todos nuestras relaciones y amistades.
Somos adventistas, y nuestras palabras deben representarnos. Somos el pueblo de la esperanza del advenimiento, y nunca deberíamos predicar sin permitir que las personas sepan que creemos en el breve regreso de Jesús. Como fue mencionado en el capítulo anterior, debe postergar el sermón con los detalles de la segunda venida por causa del tema del rapto secreto pero, al mismo comienzo de la serie, comparta su esperanza en la venida de Cristo. Hágalos saber que cree que Jesús vendrá en breve. Los sermones adventistas deberían tener un sabor distinto. Somos el pueblo profético, y nunca podemos perder esa característica. Por eso, el abordaje profético para la presentación de Jesús es la marca del evangelismo adventista.
Elena White también estaba interesada en que todos los que escucharan el mensaje adventista fueran convertidos a Jesús. Conocer las doctrinas no es suficiente. Las personas necesitan conocer a Jesús.
“Los pastores necesitan tener una manera más clara y sencilla de presentar la verdad como es en Jesús. Su propia mente necesita comprender el gran plan de salvación más plenamente. Pueden entonces desviar las mentes de los oyentes de las cosas terrenales y conducirlas a las espirituales y eternas. Hay muchas personas que necesitan saber qué hacer para salvarse. Necesitan una explicación clara y sencilla de los pasos y requisitos de la conversión, y no debe presentarse un solo sermón a menos que una porción de ese discurso se dedique especialmente a hacer claro el camino por el que los pecadores pueden acudir a Jesús y ser salvos. Deben señalarles a Cristo, como lo hizo Juan y, con conmovedora sencillez, mientras sus corazones arden con el amor de Cristo, deben decir:‘He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ (Juan 1:29). Deben hacerse poderosos y fervientes llamamientos al pecador a arrepentirse y convertirse”(Ev, 141).
Los dos puntos finales que ella incentiva a que sean colocados en todos los sermones son la práctica de la santidad y un llamado. Elena de White estaba interesada en que los evangelistas no solo predicasen la teoría de la verdad, sino que esta fuera parte de la vida cotidiana en la práctica del creyente. Saber que el séptimo día es el sábado no es suficiente; las personas deben saber cómo el sábado puede convertirse en una experiencia agradable para el crecimiento cristiano. Elena de White también estaba preocupada por que se hicieran llamados en cada sermón. ¿De qué vale presentar la verdad y no dar la oportunidad para que las personas acepten el mensaje?
Es más difícil alcanzar el corazón de los hombres en la actualidad de lo que fue hace veinte años. Se pueden presentar los argumentos más convincentes y, no obstante, los pecadores parecen estar mas distantes de la salvación como nunca. Los pastores no deben predicar sermón tras sermón solo sobre temas doctrinales. La piedad práctica debe encontrar su lugar en cada presentación.
Con la unción del Espíritu Santo, que le infunde responsabilidad por las almas, no despedirá a la congregación sin presentarle a Jesucristo, el único refugio del pecador, haciendo llamados vehementes que lleguen al corazón de los oyentes. Debe tener la conciencia de que tal vez nunca más se encuentre con estos oyentes antes del gran día de Dios. Se deben hacer vehementes y fervorosos llamados al pecador para que se arrepienta y se convierta.
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