domingo, 11 de febrero de 2024

Homilética

Si se separa el sábado de los mensajes, pierde su poder; pero cuando se lo conecta con el mensaje del tercer ángel, adquiere un poder que convence a incrédulos e infieles, y les proporciona fuerza para permanecer, vivir, crecer y florecer en el Señor. 1TI, 302.
Contenido:
1. Qué es homilética
2. Tipos de sermones
3. Partes de un sermón
4. Mensaje no verbal de la Predicación

Descripción de la realidad problemática

Debido a su importancia teológica y misiológica, la predicación es la actividad más utilizada por la iglesia cristiana en la proclamación del evangelio. Desde los tiempos del Antiguo Testamento (AT), los líderes (patriarcas, profetas, sacerdotes, jueces y reyes) que Dios designaba para dirigir a su pueblo hicieron uso de la predicación (con un mensaje de origen divino) con el fin de instruir, preparar, anunciar y amonestar al pueblo, conduciéndolo a un correcto caminar espiritual. (George W. Peter, A Biblical Theology of Missions (Chicago, IL: Moody Press, 1972), 83).

Igualmente, Cristo usó la predicación como un medio para anunciar las buenas nuevas de salvación. (Arthur F. Glasser, Announcing the Kingdom (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2003), 183).

Como se mencionó al inicio, la predicación ha sido la actividad más utilizada para anunciar a Jesús como el Salvador durante la era cristiana. (Arthur F. Glasser, Announcing the Kingdom (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2003), 299).

Los reformadores del siglo XVI se apoyaron en la predicación para llamar la atención de la gente a la comunión con Dios, por medio de la fe en Jesucristo. (John MacArthur, La predicación: Cómo predicar bíblicamente (Nashville, TN: Grupo Nelson, 2009), 64-68).

Dicho de otro modo, la predicación es “la transmisión humana de… mensajes divinos”, y su papel singular de todos los líderes era llamar al pueblo al arrepentimiento y a renovar una relación estrecha con su Señor viviente (Ezequiel 18:30-32; Joel 2:12, 13; Amós 5:4, 6, 14, 15).

En la actualidad, la predicación es una de las actividades que se realiza con frecuencia en la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD) y es utilizada para instruir, educar, capacitar, discipular, corregir y edificar con la Palabra de Dios. Igualmente es un medio de comunicación para que el pecador conozca y acepte a su Redentor, para que solo por medio del uso de la Palabra de Dios logre y “esté enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

Por otro lado, la predicación es un medio que permite preparar y capacitar a la Iglesia de Dios en las creencias bíblicas fundamentales.

En un sábado común a nivel mundial, se atiende a 148 029 congregaciones a la hora del sermón, el cual es disertado por personas preparadas y no preparadas.

Esta cantidad de oradores solo puede atender la necesidad de predicación del 10% de iglesias y congregaciones,

Debido al porcentaje significativo de personas que predican sin instrucción formal a la hora del sermón, la iglesia está siendo atendida por personas sin preparación en el área de la predicación en los diferentes momentos evangelísticos y misiológicos (por ejemplo los sábados, los viernes por la noche, los miércoles por la noche, semana evangelísticas, encuentros evangelísticos, retiros, campamentos, vigilias y etc.), entre otros eventos desarrollados en la misma. Aún más, el problema que se presenta también viene a ser que los predicadores tienen un sermón centrado en un tema específico, el cual es preparado muchas veces sin la experiencia relacionada con la vida espiritual del predicador, e incluso el predicador puede no haberlo conocido, practicado y vivido.

Esto demuestra que existe un limitado conocimiento en las bases fundamentales de la elaboración y predicación de un sermón.

Antecedentes del problema
Daniel George Smith, en su tesis (“Preaching to an Institutional Congregation”. An Analysis of the Needs and Expectations for Preaching in the Newbury Park Adventist Church” (Tesis doctoral, Andrews University, 1987). 6) examina las consecuencias de la predicación en un distrito misionero adventista y de carácter institucional en Newbury Park, en el cual los dirigentes de la iglesia sentían una mayor necesidad de una predicación analítica y poderosa.

Por su parte Eradio Alonso, en su estudio “Bipolar Preaching for Hispanic Evangelism in the North American Division” (Tesis doctoral, Andrews University, 1997), analiza los aspectos bipolares de la actividad de la predicación en las iglesias adventistas hispanas en Norteamérica. En esta investigación sostiene que la predicación bipolar se dirige a dos elementos: el enfoque en las necesidades humanas y la aplicación de las verdades eternas de la Biblia a la condición humana.

Asimismo, Terry A. Zeitlow (En “Factors Associated with Pastoral Preaching on Financially related Topics within the Missionary Church” (Tesis doctoral, Andrews University, 2013). elabora un interesante análisis de la predicación pastoral y sus efectos en los problemas financieros de las congregaciones adventistas en relación con la obra misionera, mostrando el resultado de que el 92% de los pastores en la IASD en los Estados Unidos y Puerto Rico dan énfasis al aspecto financiero en sus predicaciones.16

Hobart Mathews (En “Towards Understanding Distinctive Seventh-day Adventist Preaching” (Tesis doctoral, Andrews University, 1991). elabora un interesante estudio acerca de la relación de la predicación con las verdades distintivas de la IASD. Él advierte el peligro de perder la identidad adventista en la tarea de la predicación, llegando a la conclusión de que la identidad y la misión de la iglesia son asuntos que están muy relacionados en la misma institución.

En esta misma línea, Charles Ferguson (En “Prophetic Preaching to Resistant Audiences: A Call for Change” (Tesis doctoral, Andrews University, 2001), hace una contribución al tema de la predicación en el contexto profético en “Prophetic Preaching to Resistant Audiences: A Call for Change”, en la que elabora una estrategia de predicación dinámica para reclamar las verdades distintivas que son poco famosas para el mundo.

En el entorno evangélico, Stephen Johnson (En “Preaching Apocalyptically: Apocalyptic Eschatology as Homiletical Deep Structure” (Tesis doctoral, Emmanuel College, 2007), enlaza la práctica de la predicación retórica con el trasfondo apocalíptico y escatológico del fin de los tiempos. Él busca presentar el fundamento teológico de la proclamación cristiana.

De igual manera, Anthony K. Dare (En “A Theology of Preaching”, http://www.beestonbaptists.org. uk/docstore/75.pdf (consultado: 14 de marzo, 2017). 8 ), considera que la predicación bíblica debe exponer el mensaje bíblico, con la consideración de que este mensaje está en interacción con la sociedad actual y su situación contemporánea.

Es necesario ver cuál es la relación que existe entre conocimientos, actitudes y prácticas sobre la elaboración y predicación de un sermón en dirigentes eclesiásticos.

Conocimiento en la predicación

Cabe resaltar que el conocimiento bíblico es importante y fundamental en la predicación y la preparación de los sermones de tipo expositivo. Es así que se hace necesario que el orador tenga conocimiento en dos áreas: el conocimiento bíblico-teológico y el conocimiento homilético.

Conocimiento bíblico-teológico

En la forma de predicación expositiva, el texto bíblico debe dominar el tema. Como dice H. Robinson (En Biblical Preaching (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1980, 20) el pensamiento del escritor bíblico determina la sustancia del sermón y la teología de la Palabra de Dios debe dominar el tema.

Ya que todo sermón necesita comunicar el amor de Jesús al público, ese amor se encuentra revelado en las Santas Escrituras.

Como bien menciona Leonard Sweet (En Giving Blood: A Fresh Paradigm for Preaching (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2014, 63), las Escrituras y la predicación están relacionadas íntimamente en una relación simbiótica.
La simbiosis es una relación interdependiente entre dos elementos diferentes en una íntima asociación para lograr un objetivo.
Esta relación simbiótica e interpersonal transforma la estructura del edificio de la predicación en una consistente fortaleza que da vida a los sermones y que expone enseñanzas que cambian la vida de las personas que creen.
La comunión con el Señor es importante para la tarea de la predicación. Esta comunión está interconectada con el estudio de la Biblia, y se puede decir que son inseparables, pues la Escritura es la sustancia de la predicación y el predicador debe estar empapado de las palabras de la Escritura, mediante el estudio con oración.

Conocimiento de la homilética

La homilética es la rama de la teología pastoral que se encarga del arte de preparar y entregar sermones, de la composición, de las reglas de elaboración y, finalmente, del contenido y estilo de la predicación bíblica.

Es también la comunicación de un concepto bíblico, donde se recurre al estudio histórico, gramatical y literario de un pasaje en su contexto.

La homilética usa la práctica de la exégesis, por lo que conoce sus fundamentos sus aplicaciones, y busca trasladar toda la información del análisis sintáctico al formato de la teología del texto y al sermón.

Actitud en la predicación
Los psicólogos han abordado ampliamente el problema de las actitudes, ya que tienen que ver con la conducta de las personas en relación al medio social en el que se desenvuelven. Allport da la siguiente definición: “Es un estado mental y neurológico de las disposiciones a responder organizadamente a través de la experiencia y que ejerce una influencia directriz y/o dinámica de la conducta […]. Una predisposición para responder de manera predeterminada frente a un objeto específico”.

También se puede definir ‘actitud’ como el comportamiento de un individuo para hacer sus labores. También tiene que ver con cierta clase de motivación social de carácter, que impulsa y orienta la acción hacia determinadas metas y objetivos. Tanto desde el punto de vista psicológico y experimental, y desde el punto de vista teológico, la función del predicador es expresar el “mensaje” por medio de su “persona”, es decir, anunciar la Palabra de Dios de manera existencial y personal (homilética). (Ernst Haensli, “Predicación”, en Sacramentum Mundi, ed. Karl Rahner (Barcelona: Herder, 1985), 536).

Justamente, Orlando Costas destaca la importancia del aspecto psicológico del predicador: la expresión de pensamientos, sentimientos y actitudes mediante la expresión de la personalidad.

Según este autor, la actitud y la personalidad del estudioso de la Biblia son aspectos importantes en la entrega del sermón; estos influyen en su predicación.

Rummage comenta que la disposición o actitud de un predicador debe ser la constancia y la permanencia en el ejercicio de la homilética.

Por su parte, Zeitlow reconoce la gran variedad de emociones que embarga al predicador al momento de preparar y, sobre todo, presentar su sermón al público, cuyos sentimientos y emociones aparecen tanto en su vida personal como en su ministerio en la iglesia.

Este autor también clasifica los diferentes tipos de actitudes que se pueden encontrar en una persona, aspectos en los que no ahondaremos en este estudio.

Aspectos bíblicos de la actitud hacia la predicación en la Escritura

La Biblia no muestra una palabra técnica para “actitud”, pero hay casos en los que las conductas de algunos personajes bíblicos muestran ciertas actitudes. En este caso, se toman algunos ejemplos en cuanto al mandato de predicar. Estos ejemplos son: Moisés, Isaías, Jeremías, Pablo y Jesús.

El ejemplo de la actitud de Moisés se encuentra en Éxodo 3:1 al 4:17. Este pasaje bíblico relata el llamado al libertador de Israel. En este aspecto, en su deseo de liberar a su pueblo, Dios le recuerda a Moisés su pacto con Abraham, Isaac y Jacob (Éxodo 3:7, 9), estando este en el desierto de Madián. El trasfondo del llamado de Abraham al ministerio ministrador de la Palabra de Dios fue el acto de liberación de su pueblo. Moisés no se muestra entusiasmado ante el encargo y la misión que le da Dios (como en Isaías 6:8) y cree no ser la persona correcta para esa labor. Dios escucha cuidadosamente todas las excusas de Moisés y le da respuestas adecuadas y satisfactorias (3:12, 14-22; 4:2-9, 11-12).
Luego envía a los ancianos de Israel para mostrarle primero su voluntad, argumentando que si puede persuadir a los líderes, lo hará con todo el pueblo, por lo que Moisés tenía que proceder con los canales oficiales.

El ejemplo de Isaías es notable también en el aspecto del llamado a predicar y la actitud del que es llamado. Isaías 6:1-13 nos cuenta de esta experiencia trascendental del llamado del profeta al ministerio. Al contemplar la visión del trono de Dios en el cielo, en el santuario, Isaías siente su propia impiedad, se hace consciente de la santidad de Dios y todas sus implicancias, lo que le lleva a darse cuenta de su condición, que representaba la de la nación.35 Dios hace una obra de expiación del pecado, pues el pecado es lo que produce separación entre Él y el hombre (Isaías 59:2), y al quitarlo simbólicamente de sobre Isaías, Dios encomienda al profeta la tarea de predicar: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (6:8). La disposición de Isaías fue rápida, “Heme aquí; envíame a mí”. Esto sucedió, al parecer, porque Isaías había recibido la purificación de sus pecados, y como agradecimiento a tal favor se dispone a servir a Dios. La certeza del poder de su mensaje venía de la seguridad de que el Señor estaría con el profeta. Solo la profunda convicción de que Dios estaría con él y de que su mensaje venía del mismo Dios, lo capacitaría para predicar aun a costa de su propia vida. (John N. Oswalt, The Book of Isaiah, de The New International Commentary on the Old Testament, ed. R. K. Harrison (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 1986, 186).

A diferencia de Moisés, quien se sintió indigno y puso excusas al recibir el llamado de Dios, Isaías rápidamente tuvo la actitud de responder al llamado y proclamar el mensaje de Dios. Al igual que Isaías, el llamado de Jeremías también implica un llamado directo de Dios, en el que le envía a predicar: “Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te puse por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5). La actitud del profeta muestra su respuesta al llamado: “¡Ah, Señor Dios! He aquí, no sé hablar, porque soy joven. Pero el Señor me dijo: No digas: ‘soy joven’, porque adondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te mande, dirás. No tengas temor ante ellos, porque contigo estoy para librarte, declara el Señor” (Jeremías 1:6-8).

El llamado de Dios a este último profeta es, al igual que con Moisés y con Isaías, un diálogo, pero con la seguridad de que Dios mismo es el que ha realizado el llamado a su siervo, quien respondió casi como Moisés, con una excusa: “¡Ah, Señor Dios! He aquí, no sé hablar, porque soy joven”.
Ante la amenaza de Asiria, Babilonia y Egipto, Jeremías se habría sentido impotente y miedoso al saber que debía enfrentarse a esas temibles naciones, ante su propia inexperiencia y juventud. La respuesta del Señor dio seguridad al profeta, casi como lo hizo con Isaías: “No digas: ‘Soy joven’, porque adondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te mande, dirás.

No tengas temor ante ellos, porque contigo estoy para librarte, declara el Señor. Entonces extendió el Señor su mano y tocó mi boca. Y el Señor me dijo: He aquí, he puesto mis palabras en tu boca (Jeremías 1:7-9)”.

Un caso especial de “actitud” en el NT está en la experiencia de Pablo en Hechos 9:3-20. Al dirigirse Saulo con una comitiva hacia Damasco para arrestar a los seguidores de Jesús, el Señor se le reveló en el camino y le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. La respuesta del futuro apóstol fue directa: “‘¿Qué debo hacer, Señor?’ Y el Señor me dijo: ‘Levántate y entra a Damasco’ (Hechos 22:10)”.
La interrogante de Saulo, “¿Quién eres, Señor?”, no es tanto una pregunta retórica, sino una señal de alguien que estaba acostumbrado a las revelaciones de Dios a los patriarcas en el AT; alguien que estaba contemplando una teofanía, un Ángel de Dios o a Jehová mismo.

Según Pablo contó después, su respuesta: “¿Qué debo hacer, Señor?”, muestra una actitud de sometimiento a la persona de Jesús de Nazaret, quien habló estando resucitado de los muertos, y estaba vivo y sentado a la diestra de Dios en el santuario. Además, muestra una actitud de voluntad a obedecer a Cristo frente a cualquier cosa que le pida, a lo que el Mesías resucitado le responde: “Levántate”.

Finalmente, el ejemplo perfecto de una actitud adecuada para hacer la voluntad de Dios es Jesucristo mismo.

En su papel de predicador, Cristo cumple las profecías y anuncios del AT respecto al Mesías como profeta enviado de Dios para el pueblo de Israel, como se menciona en Lucas 4:18-21: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor. Cerrando el libro, lo devolvió al asistente y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído”.

La actitud de Jesús en su ministerio de predicación confirma la profecía del AT, pues esto se ve en el versículo 21: “Hoy se ha cumplido [πληρόω] esta Escritura que habéis oído”. El Señor se reconoce como enviado con todo el poder del Espíritu, y que este le capacitaría para anunciar “el evangelio” (εὐαγγελίζω), “proclamar” (κηρύσσω) el mensaje de libertad y “predicar” (κηρύσσω) el año agradable de Jehová.

Con estos ejemplos de la actitud de los cinco personajes antes mencionados de las Escrituras se nota el sometimiento a la voluntad de Dios, luego de haber recibido una revelación directa de Él (teofanía), en la cual se les encarga ser portadores del mensaje divino. Algunos, como Moisés, Isaías y Jeremías, expresaron dudas y mostraron incapacidad para esa obra porque se reconocieron pecadores. Lo rescatable es que todos ellos estuvieron dispuestos a obedecer el mandato de Dios a pesar de sus temores y sus limitaciones.

Prácticas en la predicación

¿Cómo se elabora una praxis homilética?
En la práctica, la entrega de un sermón vivido o experimentado se realiza constantemente en la comunión con Dios. Por esto, se considera que las condiciones en que se predica y las metodologías aplicadas de forma práctica en la homilética deben ejercitarse constantemente en la elaboración de un sermón. No obstante, se percibe como predicación a un proceso comunicativo que contiene formas creativas para mejorar su procedimiento y determinar su impacto en la iglesia.
Aquí también interviene la aplicación del mensaje para poder ayudar a la gente a satisfacer sus necesidades, teniendo la actitud y la predisposición del predicador que hace el papel de pastor o visitador/consejero pastoral en su comunidad o campo misionero.

Sin la práctica o aplicación del sermón no existe verdadera comunicación.
En este sentido, Campolo (en Connecting like Jesus: Practices for Healing, Teaching and Preaching (San Francisco, CA: Jossey-Bass, 2010, 150) enfatiza la tarea didáctica o pedagógica en la elaboración del sermón, una fusión entre la predicación y la enseñanza.

Un ejemplo de esto es el sermón del monte de Jesús (Mateo 5-7), donde el Señor presentó una excelente combinación de predicación y enseñanza, desafiando y animando a sus oyentes a la acción.

Marco bíblico-teológico de la predicación

La teología de la predicación se desprende del hecho de que es la transmisión de un mensaje que se origina con Dios y se transmite por orden de Dios. Su punto de partida es el amor de Dios y la revelación de ese amor. En este contexto, predicar es un imperativo bíblico y se encuentra en el corazón de la misma comisión apostólica.

Según 2 Timoteo 4:2, el acto de predicar es un acto de obediencia: “Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, y exhorta con mucha paciencia e instrucción”. Por lo visto, predicar es una comisión y un encargo; es la tarea del ministro del evangelio y es creación de Dios, no un invento humano.

Si se investiga más a fondo el uso del verbo κηρύσσω (usado en 2 Timoteo 4:2), se observa que la traducción simple de “predicar” no corresponde exactamente al verdadero y más amplio significado de ese verbo en el pensamiento bíblico; su uso tiene más bien un carácter evangelístico, y su traducción directa sería “ser heraldo” o “anunciar el evangelio”. (Jay E. Adams, Preaching with Purpose: The Urgent Task of Homiletics (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1982, 5).

Esta es la razón para definir el concepto de “homilética”.

Definición de homilética

Etimológicamente, el término “homilética” se deriva del griego homilétikos, “reunión” y de homileos, “conversación”, una rama de la teología pastoral que se encarga del estudio y estructuración de un sermón u “homilía”. (“Homilética”, Wikipedia: La enciclopedia libre, https://es.wikipedia.org/wiki/ Homil%C3%A9tica. consultado: 31 de octubre, 2016).

Entonces, se puede definir la homilética como la disciplina que ayuda a los predicadores a elaborar y presentar sermones efectivos y aplicables a los oyentes.

Esta disciplina se basa en la exposición bíblico-científica y práctica de los principios y reglas para una predicación adecuada de la Palabra de Dios a los creyentes, y presupone como fundamento la idea de “predicación”.

Definición de predicación

Haciendo un examen lexicográfico del término “predicar”, la palabra griega que más se acercaría a la definición moderna de este término sería διδάσκω, “enseñar”, y tiene relación con la proclamación de la verdad entre aquellos que ya creen el evangelio (1 Corintios 4:17).

La predicación no es una opción ni una obligación. En palabras de Kenton Anderson, la tarea de predicar es una decisión, poniendo la voluntad en manos de Dios y esforzándose por anunciar el mensaje del evangelio en una sociedad y un modo de vida que atenta contra los principios bíblicos.

Aunque algunos definan la predicación como el acto de anunciar públicamente la Palabra de Dios en forma de discurso por parte de los ministros autorizados y ordenados de la iglesia. Para esa función, y con el fin de comunicar el mensaje de la salvación, la predicación es el llamado hecho a toda persona, a partir de la muerte y resurrección de Jesús y el llamamiento de los apóstoles a anunciarle a “Él” como Autor de salvación (1 Corintios 15:1-11; Hechos 4:12; 13:38ss.) y establecer comunidades cristianas.

Además, el predicador no está llamado a anunciar ideas o conceptos nuevos o extraños a la revelación bíblica sino que, como heraldo, apóstol y maestro de la fe (2 Timoteo 1:11), debe sujetarse a las sanas palabras que ha oído de la fe en Cristo y guardarlas como precioso depósito que le ha sido confiado por el Espíritu Santo (2 Timoteo 1:13).

Uso de la hermenéutica y la exégesis en la predicación

Dockery opina afirmativamente que la predicación bíblica es la tarea de relacionar a la gente de nuestro tiempo con la Palabra escrita de Dios, compuesta en otro lenguaje, en otro tiempo, y en otra cultura.

En este ámbito, los términos “exégesis”, “hermenéutica” e “interpretación” se usan para referirse a las disciplinas bíblicas que tienen que ver con el análisis e interpretación de un texto bíblico.
“Hermenéutica” es un término griego que proviene de διερμηνεύω, “expresar”, “explicar”, “interpretar”.
Tradicionalmente, la hermenéutica busca establecer los principios, métodos y reglas necesarias para la interpretación de textos escritos, particularmente textos sagrados.

La exégesis y la hermenéutica no existen por separado, ni individualmente la uno sin la otra, pues la exégesis sin hermenéutica dirige a la demostración; la predicación es un llamado constante de parte de Dios, en el que Él sostiene, guía y da fe al predicador para permanecer en ese ministerio; una verdad antigua sin aplicación contemporánea, mientras que la hermenéutica sin exégesis conduce a la subjetividad en el entendimiento de textos bíblicos.

El uso de la teología en la predicación
Por “teología” se entiende principalmente lo que se piensa y reflexiona en cuanto a Dios y su revelación en la historia, tal como se describe en la Biblia.
Por ello, es imprescindible que la teología reflexione e influya en el papel que tiene la naturaleza de la predicación y su lugar en la historia de la salvación.

Los predicadores experimentados mencionan que las historias, dramas y profecías bíblicas ofrecen mensajes que dan origen a la teología bíblica.

Esta teología bíblica debe estar afirmada en la Palabra, y su rol debe estar anclado en el plan divino de la salvación del hombre y la transmisión del mensaje cristiano sobre la base del anuncio de los actos de Dios en Cristo dentro de la historia de la salvación. (Grasso, Teología de la predicación, 340).

Un método hermenéutico practicado tanto en círculos académicos católicos como protestantes (adventistas incluidos) es el modelo gramático-literal o gramático-histórico, que intenta descubrir el mensaje original del autor, entendido por sus lectores inmediatos. (Dockery, “Preaching and Hermeneutics”)

El objetivo de la predicación bíblica

Una idea bíblica real es que la iglesia se reúne por mandato de Dios (cf. Hebreos 10:25) en la congregación de fieles, no solo para confraternizar o para tener ánimo y consejo mutuo, sino para escuchar la explicación y aplicación de la Palabra por parte de aquellos “que trabajan en la Palabra y la enseñanza” (1 Timoteo 5:17, traducción del investigador).

Para conseguir este objetivo, Dios ordenó la creación de un ministerio de predicación regular en su iglesia, donde la predicación bíblica tiene la doble función de:

1) equipar a los miembros para su trabajo en el ministerio y la edificación del cuerpo de Cristo para la acción evangelística y eclesiástica (Efesios 4:11, 12); y efectuar un “cambio” entre los miembros del pueblo de Dios para que desarrollen su devoción personal, crezcan en la fe y regulen su vida moral de acuerdo a las normas de la Palabra de Dios y, colectivamente, relacionándose con los demás para la obra del evangelio (1 Tesalonicenses 5:11), y

2) el objetivo de la predicación es salvar al hombre, mediante la persona de Cristo, quien es el objetivo principal de la predicación: Cristo en la historia de la salvación, pues en Él se unifica todo el cosmos y toda la vida, por lo que el objetivo de la predicación es un sujeto: Cristo (Efesios 1:10).

Cristo Jesús es la fuente de sabiduría, la teología y la experiencia; es por ello que en esta era de religiosidad mística y regreso al sistema religioso de oriente, el contenido de la fe se ha visto disuelto en el sentimiento de la fe, una religión subjetiva y, por ende, una clase de sermones subjetivistas y nada bíblicos o sustanciales.

“El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se agrupan todos los demás, es el plan de la redención, la restauración de la imagen de Dios en el alma humana. Desde la primera insinuación de esperanza que se hizo en la sentencia pronunciada en el Edén, hasta la gloriosa promesa del Apocalipsis: “Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes”, el propósito de cada libro y pasaje de la Biblia es el desarrollo de este maravilloso tema: la restauración del hombre, el poder de Dios, “que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.

Predicar a Cristo en el AT

Lo que sabemos acerca de la predicación de Cristo en el AT parte de la comprensión que los apóstoles tuvieron acerca del mensaje cristiano basado en el acontecimiento de Cristo en su vida y sacrificio.

La predicación tiene como objeto a Cristo como cumplimiento del AT. En este sentido, la predicación cristiana debe tomar necesariamente el mensaje bíblico del AT que habla de Jesús.

El Pentateuco
Es explicito que la palabra “predicación” no está evidenciada en el Pentateuco. Pero, la primera promesa de salvación en el AT se encuentra en el Génesis 3:15, que se le conoce como el protoevangelio. “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar. (LBLA).” Esta promesa es el núcleo de todas las promesas del AT, y de este pasaje se desprende en todo el AT el desarrollo del contenido de este evangelio, de este anuncio del Redentor que vendría a aplastar la cabeza de la serpiente.

Esta promesa se haría más notoria y más desarrollada conforme pasara el tiempo. Con Abraham, la promesa se hace más definida, y él es escogido por Dios para llevar adelante esa promesa, que sería llamada “la simiente de Abraham” (Génesis 26:4) y que nacería de la tribu de Judá (49:10).

Libros Proféticos

En la ocasión que Esteban dio testimonio ante los judíos en Hechos 7, él señala una declaración donde se afirma que los profetas del AT predijeron y proclamaron la venida de Cristo. “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que antes habían anunciado la venida del Justo, del cual ahora vosotros os hicisteis entregadores y asesinos; (7:52, LBLA).” El verbo usado para “anunciar” es προκαταγγέλλω, que señala un anuncio por adelantado, siempre referido a la palabra de los profetas, con un sentido de “predicción”.

El profeta mesiánico por excelencia en la AT, es Isaías. Ya en los inicios de su libro, él relata la forma en que llegaría el futuro Redentor divino-humano al mundo. “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14).

Una nota importante en el acorde de la sinfonía profética está en Isaías 9:6, cuando el profeta menciona la llegada de un niño, Aquel que tiene atributos de Dios mismo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.” (9:6).

Este personaje tiene rangos reales, es humano pues desciende de la dinastía de David, pero también es Dios, quien nace en el mundo y lleva a delante los designios de paz y salvación para el pueblo de Dios.

Incluso, el nacimiento del Rey Mesiánico es profetizada en el lugar y aspectos específicos de la tierra de Israel: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.” (Miqueas 5:2).

Debido a que los profetas son los portavoces de Dios, verdaderos comunicadores del mensaje divino, su proclamación anuncia la llegada real del Mesías, y es parte principal de su predicación. Bajo este enfoque, se puede observar que Dios mismo llama al profeta para dos cosas: para amonestar al pueblo y para anunciar la venida del Mesías. En este caso, los profetas eran predicadores, sus sermones se dirigían tanto al punto mesiánico como a llamar al pueblo al arrepentimiento.

Pero el texto más enfático y explícito de los profetas referentes a Cristo es Isaías 53, que detalla partes de la etapa final de la vida de Cristo, en efecto, su crucifixión y resurrección. Este capítulo abre ante el lector los sufrimientos crueles e infinitos del Siervo Sufriente mesiánico, quien es el Representante de Dios y a la vez el Garante de Israel. (Isaías 53:3-12).

Entonces, lo que ese texto declara y afirma, es que los profetas en todos sus escritos, anuncian de alguna forma la llegada corporal de Jesús a este mundo. El NT declara que las profecías predictivas de los videntes del AT señalan a Jesucristo y encuentran su cumplimiento en Él, pues Jesús es el profeta esperado (Juan 6:14).

Elena White y la predicación cristocéntrica
Es importante tener en cuenta el conocimiento y la revelación que ella tenía acerca de Cristo como el centro de la predicación adventista. En todos sus escritos, ella enfatiza el papel que Cristo debe tener en el pensamiento y en la homilética adventista, con miras a la evangelización del mundo presentando a Cristo como la esperanza del hombre. Para ella, Cristo es el gran centro de atracción doctrinal y ontológico.

“El mensaje del tercer ángel exige la presentación del sábado del cuarto mandamiento, y esta verdad debe presentarse al mundo; pero el gran centro de atracción, Cristo Jesús, no debe ser dejado fuera del mensaje del tercer ángel... El pecador debe mirar siempre hacia el Calvario; y con la fe sencilla de un niñito, debe descansar en los méritos de Cristo, aceptando su justicia y creyendo en su misericordia. Los que trabajan en la causa de la verdad deben presentar la justicia de Cristo”. Ev, 138.

“Los adventistas del séptimo día debieran destacarse entre todos los que profesan ser cristianos, en cuanto a levantar a Cristo ante el mundo. La proclamación del mensaje del tercer ángel exige la presentación de la verdad del sábado. Esta verdad, junto con las otras incluidas en el mensaje, ha de ser proclamada; pero el gran centro de atracción, Cristo Jesús, no debe ser dejado a un lado. Es en la cruz de Cristo donde la misericordia y la verdad se encuentran, y donde la justicia y la paz se besan. El pecador debe ser inducido a mirar al Calvario; con la sencilla fe de un niñito, debe confiar en los méritos del Salvador, aceptar su justicia, creer en su misericordia.” OE, 164.

Como se nota, para Elena White Cristo es el tema central y “eje” de la teología adventistas, lo que se dirige a enfatizar su Persona y su obra como parte medular de la predicación bíblica.

En la vida del ministro, la verdad acerca de Jesucristo invadirá el ser y subyugará las pretensiones humanas de jactancia y búsqueda de fama. “Todos aquellos que se convenzan realmente del pecado y cedan al Camino, la Verdad y la Vida, descubrirán que no necesitan las loas y las alabanzas. Cristo y su amor serán exaltados por encima de cualquier instrumento humano. El hombre desaparecerá de la vista porque Cristo es magnificado y es el tema central del pensamiento.” 

“El evangelio es la influencia santificadora de nuestro mundo. Su influencia, obrando en el corazón, engendrará la armonía. La norma de la verdad ha de ponerse en alto, y la expiación obrada por Cristo presentada como el sublime tema de central importancia.” La Sra. White enfatiza la centralidad de Cristo en la predicación. ¿Qué significa “predicar a Cristo”?

No significa solamente mencionar el nombre de Jesús, señalarlo como el YHWH del Antiguo Testamento o mencionar qué elementos del antiguo pacto se cumplen en Él. Predicar a Jesús implica presentar las facetas de la persona, obra y enseñanza de Jesús de Nazaret en su marco bíblico y teológico amplio, dentro de la meta-narrativa de la historia bíblica de la salvación.

Elena White hace esto, en el marco de la expiación hecha por Cristo dentro del plan de salvación.

“Hay una gran verdad central que siempre debe mantenerse en la mente cuando se escudriñan las Escrituras: Cristo crucificado. Toda otra verdad está investida con la influencia y el poder correspondientes a su relación con este tema. Únicamente a la luz de la cruz podemos discernir el exaltado carácter de la ley de Dios. El alma paralizada por el pecado puede recibir nueva vida únicamente mediante la obra realizada en la cruz por el Autor de nuestra salvación… Esta verdad ilumina la mente y santifica el alma. Hará desaparecer la incredulidad e inspirará fe. Es la gran verdad que debe mantenerse constantemente ante la consideración de los hombres... Cuando Cristo, en su obra de redención, es visto como la gran verdad central del sistema de verdad, se arroja una nueva luz sobre los acontecimientos del pasado y el futuro. Se los ve en una nueva perspectiva y adquieren un nuevo y profundo significado".

Lo que la teología contemporánea dice al respecto

H.M.S. Richards comenta y afirma (en Apacienta mis ovejas, de Clásicos del adventismo, trad. David P. Gullón (Doral, FL: APIA, 2008, 47-48). que la carga de la predicación expositiva en la iglesia es exponer bien la palabra de verdad, uno no pude fiarse de sermones viejos y desviarse a temas secundarios, la carga de la predicación es presentar a Cristo en su misión, vida, muerte, resurrección e intercesión.

Esta verdad debe ser el eje del cual dependan las predicas sobre profecías, Daniel y Apocalipsis, y que “cualquier sermón destituido de la sangre salvadora de Cristo se parece a la ofrenda de Caín”. “Apacienta mis ovejas, de Clásicos del adventismo, trad. David P. Gullón, 166”.

La cantera de la predicación expositiva es la revelación especial de la Palabra de Dios, y el texto debe controlar el discurso, enfatizando la obra de Cristo por el hombre.108 Enfocarse demasiado en el aspecto técnico, léxico o cultural de la Escritura pierde de vista el sentido del texto, que es señalar a Jesús como esperanza del pecador. Es Cristo el centro del kerigma, el contenido de la proclamación cristiana apostólica, y el momento definitivo y espectacular es el evento de su vida, muerte y resurrección.

Por otro lado, la “iluminación” es la obra del Espíritu que capacita al cristiano a comprender el significado de la Palabra de Dios, haciendo clara la verdad de la revelación escrita.Por ello, la revelación objetiva e histórica en la Escritura no puede comprenderse de forma precisa aparte de la obra presente, personal y subjetiva del Espíritu Santo en el interior del creyente.

Concepto de sermón bíblico

Es el discurso cristiano u “homilía” (oración) evangélica que se pronuncia para la enseñanza de la sana doctrina y para la corrección de la vida, dado por un ministro o predicador que se presenta en público desde un púlpito y enseña las Escrituras con el propósito de instruir y animar en la vida cristiana.
La fuente para la predicación bíblica y la elaboración de un sermón bíblico es la Palabra de Dios.

Tipos de sermones

Se conoce que existe tres tipos de sermones, según su patrón de contenido o propósito: evangelizadores, doctrinales, devocionales, de aliento, ético-morales, de consagración, históricos y genealógicos.

Por su estructura, los sermones pueden clasificarse en: temáticos, textuales y expositivos. Lo que interesa a este estudio es analizar los tipos de sermón según su estructura.

El sermón temático, como su nombre lo dice, parte de un tema específico encontrado en la Escritura, sin tomar en cuenta la exégesis y el contexto literario de un pasaje escogido.

El sermón textual permite que el texto mismo defina los tópicos a tratar, y su conclusión puede llegar del mismo texto seleccionado o de otras partes de la Escritura.

Por su lado, en el sermón expositivo el predicador expone un texto de la Escritura en relación con un tema bíblico, explicando los detalles del pasaje, los cuales ofrecen la información que enriquece la prédica y enfatizan siempre el tema a tratar.

Cabe mencionar que el sermón expositivo es más efectivo y está más apegado al tratamiento correcto de la exposición de la Palabra de Dios. Por esto, el sermón tipo expositivo ‒que se funde con el tipo de sermón textual‒ es el modelo más adecuado de presentación. Como diversos autores enfatizan, el deber de orar antes de preparar y presentar el sermón es imprescindible ‒es más, se puede denominar urgente‒, a fin de recibir de Dios lo necesario para alimentar al pueblo.

A continuación, se da una explicación detallada y breve de los principales tipos de sermones según su propósito.

Tipos de sermones por su propósito

Sermón evangelístico En este caso, la predicación es de carácter misionero, por lo que se dirige a los incrédulos o no creyentes, con miras a su conversión. Este tipo de sermón tiene por objeto la misión de la iglesia; anuncia con precisión el mensaje del evangelio del Cristo resucitado a los paganos, pues la muerte y la resurrección son el asunto central en la salvación de los seres humanos. Para poder predicar un sermón evangelístico, “hay que tener presente que existe el don de evangelista”. En este tipo de sermón, se invita a la gente a tomar decisiones para el arrepentimiento o un cambio de vida. Este llamado es a la conversión, la conversión personal y pública ante las masas.

Sermón doctrinal El término “doctrina” tiene relación semántica con “dogma” y “dogmatismo”, lo que puede confundirse con autoritarismo, intelectualismo y legalismo. Morris opina que la recuperación de la predicación doctrinal es una parte importante en la restauración y reavivamiento de la iglesia. La idea de un tipo de predicación doctrinal está en que Dios aún sigue hablando al hombre por medio de su palabra, en el poder del Espíritu, por medio de las enseñanzas y doctrinas encontradas en la Biblia.

Sermón devocional Este tipo de sermón ayuda a los pecadores a confirmar su vocación cristiana y a profundizar su relación con Jesús, al recibirlo como su Señor y Salvador personal, mediante un mensaje de comunión personal y santidad, mediante una vida de santificación.

Sermón motivacional Este tipo de sermón motiva a los creyentes a profundizar su relación con Jesús, amándolo más y más y buscando crecer en su gracia y conocimiento, presentando los desafíos de seguir a Jesús, al modo de un mensaje de comunión con Dios y ánimo a seguir en la fe.

Sermón ético-moral Este persuade a una mejor comunión con el prójimo a través del ejemplo de Cristo, desafiando a los oyentes a vivir el amor y la justicia en sus relaciones, a modo de un mensaje de valores y conceptos morales para la vida en la sociedad. Es un tipo de mensaje de amor al prójimo.

Sermón histórico La predicación basada en un sermón de carácter histórico tiene mucha pegada en los oyentes pues la historia, presentada de manera correcta, tiene un tremendo atractivo para la mente inquisitiva y ansiosa por aprender.
La historia bíblica puede producir gran atracción hacia la verdad, y está llena de gran poder para generar discernimiento espiritual e influencia en un grado mayor que la historia secular.

Sermón biográfico Las noticias (y hasta los chismes de los artistas de la farándula) son siempre material atractivo para las personas. Cuando se investiga de manera apropiada y se presenta de manera correcta, la invitación a conocer la vida y carácter de un personaje bíblico implica revelar el pecado y la motivación a la madurez en la fe. No obstante, la predicación biográfica debe someterse al contexto y modelo bíblico, evitando que la vida de cierto personaje bíblico tome ideas que no pertenezcan a la vida del sujeto. En este tipo de sermón se debe utilizar toda la vida del personaje.

Sermón profético La literatura profética de la Biblia ofrece un grupo de argumentos para elaborar el bosquejo de la predicación al estilo profético, debido a que muchos oráculos y sentencias de YHWH contra las naciones paganas (y contra su mismo pueblo), aparecen en forma de sermones o predicaciones. Este tipo de predicación puede ser considerada dentro del grupo de sermones temáticos.

Tipos de sermones bíblicos por su estructura

Sermón temático Este tipo de sermón empieza con un tema en particular y un propósito en la mente del predicador. El tema elegido domina el desarrollo del sermón.136 En este caso, el texto bíblico simplemente ha inspirado la idea para el tema que se ha de discutir, pero tiene que ajustarse a lo que enseña el texto bíblico.137 No exige un pasaje como base para el contenido del sermón, lo que no le quita su carácter bíblico, sino que la base del sermón temático no es un versículo único seleccionado. Su tema o idea principal es de carácter bíblico.

Sermón textual Durante algún tiempo, este tipo de predicación gozó de cierta preeminencia en los círculos académicos y eclesiásticos del mundo evangélico, aunque en la actualidad ha sido malentendido. No obstante, se define a la predicación textual como la que sigue el orden del texto seleccionado, y el texto controla y domina el tema y desarrollo del sermón.
En otras palabras, un sermón textual es aquel en que sus divisiones se desprenden de la misma perícopa o texto seleccionado, y el bosquejo del sermón se arma de acuerdo al modelo ya establecido en la misma Escritura.

Sermón narrativo La característica más resaltante de este tipo de sermón es que toma la historia o narrativa bíblica y la aplica a la costumbre y forma contemporánea, siendo una historia o biografía orientada a la cultura moderna. Esta clase de predicación narrativa no consiste en una serie de “anécdotas” para predicar, sino que es una clase de predicación que tiene un movimiento narrativo, teniendo el deseo de atrapar a los oyentes en la historia.

Sermón expositivo Se ha dejado al último este tipo de predicación por su importancia homilética y teológica y su consistencia con la Escritura, además de su uso extendido en la historia de la iglesia por los grandes predicadores desde la Reforma del siglo XVI. En palabras de Luis Palau, el sermón expositivo es un tipo de sermón grandemente respaldado por todos los hombres de Dios en el pasado, pues explica el sentido de un texto bíblico.

Otro especialista considera que la predicación o sermón expositivo es una forma eficaz de formar congregaciones bíblicamente instruidas.

Los textos de estudio teológicos sobre homilética ofrecen muchas formas de definir la predicación expositiva. Paul Borden señala que un sermón expositivo contiene una idea básica principal que se basa en un versículo o grupo de versículos. Cada idea principal tiene una idea secundaria y se apoya en la exégesis o interpretación bíblica en cada pasaje o pasajes que se estén usando.Lo que está en juego en la predicación expositiva es la capacidad del orador de hacer claro lo que está en el texto, en lugar de imponer ideas sobre él.

Este tipo de predicación se empeña en ser fiel a la Escritura, y ha sido revitalizada desde la mitad del siglo XX, en reacción al liberalismo y al tipo de predicación “temática” que dejaba que otras ideas y preocupaciones se impongan al texto bíblico. Uno de los peligros o riesgos de predicar a través de un texto separado de la Biblia o permitir que el texto determine el sermón, es que tal exposición se convierta en una simple exégesis del texto bíblico, una exposición sin un objetivo, y una información sin enfoque, pero tales prácticas no constituyen el arte de la predicación.

Una solución para este peligro es la elaboración de la meta del sermón, para no desviarse del propósito del tema que se va a predicar y solamente aplicar la exégesis a lo que se quiere presentar.

Factores importantes en la elaboración y predicación de un buen sermón

La estructura de un sermón
Por años los predicadores han señalado un tipo o bosquejo de sermón con tres puntos básicos, pero Litchfield sugiere que en lugar de “puntos” sean “secuencias” o “movimientos”.

Los sermones, no importan si su estructura es compleja o simple, envuelven un discurso secuencial, una serie de etapas del lenguaje con un orden lógico. Así se bosquejan los sermones modernos.

Características de una buena estructura
Como bien dijo Martin Lloyd-Jones, el sermón no es una composición literaria dispuesta a ser publicada, sino un mensaje que tiene como propósito ser oído y que produzca un impacto y respuesta en la congregación.

Componentes básicos en la estructura de un sermón

Dockery elabora siete pasos básicos para elaborar un sermón, incluyendo las preguntas apropiadas para el caso. Los primeros pasos son preliminares, los demás son el corazón del proceso.

A continuación, se presenta el modelo hermenéutico de sermón.

El título del sermón
Para muchos predicadores el título del sermón se ha convertido en un trabajo muy elaborado, pero debe recordarse que el título refleja solamente el tema o el contenido del sermón que se va a decir. Por lo general, el título se elabora al final de haber elaborado el contenido. Se necesita tener en cuenta una clara comprensión del significado del asunto, el tema y el propósito específico. El título es el anuncio que presenta al sermón.

Elección del texto bíblico clave
La primera tarea en la predicación es la elección de un texto bíblico apropiado, cualquiera sea su naturaleza, pues todo libro de la Escritura es digno de ser predicado. Esta es la porción de las Escrituras que sirve de base al sermón.

Propósito específico
El propósito del sermón debe ser fijo y bien trazado; es lo primero que el predicador debe elaborar y debe ser escrito con palabras sencillas y claras.
En el propósito del sermón se hace la siguiente interrogante: ¿Para qué voy a predicar este mensaje?, por lo que la respuesta a esta pregunta constituye el propósito del sermón y no debe ser cambiado. Además, cabe señalar que los propósitos pueden dividirse en dos: para evangelizar y para edificar.

Propósito general
Algunos predicadores y teólogos llaman a este enunciado como “la idea central” del sermón. Esta idea o propósito general algunas veces puede encontrarse en un punto o sección singular del texto o pasaje que se está elaborando. Como en cualquier otro estudio profundo de la literatura, es importante identificar el pensamiento principal o foco de la sección.

La proposición
La proposición es una declaración simple y sencilla, es una afirmación de la lección espiritual principal, es la idea “en semilla”, que se constituye en la afirmación de una verdad. Para elaborar una proposición o idea de sermón, es vital considerar el tema, el contexto del texto, moviéndose, desde la situación histórica del libro mismo hasta la situación actual, el “ahora”, del texto. Algunos consideran que la proposición es el tema del sermón, pues limita lo que se va a tratar en él. La proposición es un elemento importante en la elaboración y presentación del sermón y debe ser elaborada lo más correcta posible, pues es la base de la estructura del sermón e indica a la congregación el sendero en que se lleva a cabo el transcurso del discurso.

La palabra clave
Es el propósito de “la idea principal” o idea homilética del sermón; en otras palabras, la propuesta del sermón. Es también conocida como “la idea clave”, y se refiere además al principio básico que se intenta comunicar. La razón de que la idea principal se haya hecho importante es la siguiente: un sermón contiene muchas ideas, pero todas deberían surgir de la idea clave del sermón. Implica tomar las partes de un sermón y unirlas en un todo, y ese todo es la idea central ‒la idea principal‒ del sermón; así que uno de los propósitos más importantes de la idea principal es que organicemos el sermón en torno a ella, y tiene que ser lo suficientemente estrecha como para que se apropie de la mente y palabra del predicador. Asimismo, la idea clave es una respuesta clara a la cuestión: ¿De qué estoy hablando exactamente? Si solo se tiene una idea vaga, si es demasiado amplia, demasiado general o demasiado abstracta, no ayudará en absoluto. Pero cuando se tiene una idea lo suficientemente definida como para que se apodere de la palabra del predicador, eso es importante.

Pasos para elaborar un estudio exegético antes de elaborar el sermón
Predicar un sermón expositivo implica más que la repetición de resultados técnicos de un estudio bíblico, pues la verdadera predicación expositiva transforma los detalles técnicos en principios o doctrinas; por ello, el estudio bíblico exegético es el fundamento del sermón expositivo, por lo que se obliga al expositor a ser un ávido estudiante de la Biblia y la exégesis.

Por lo tanto, se ofrecen algunos principios a continuación para la elaboración teológica y exegética de un sermón.

Paso 1: Introducción
El proceso homilético-hermenéutico empieza con oración, pues la dirección y capacidad de Dios deben dirigir cada paso. Aquí se tratan también tres preguntas importantes que ayudan a considerar algunos puntos introductorios: “¿Con qué presuposiciones voy al texto bíblico?”, “¿cuál es la situación histórica detrás del autor?” y “¿cuál es el contexto cultural en el cual el autor escribió el libro bíblico?”. Por todo ello, la introducción es una sección que debe ser elaborada con mucha meditación y mucho detenimiento.

Paso 2: Observación
La Biblia no contiene capítulos ni límites de texto en su contenido original, pues un texto seleccionado de un libro bíblico se parece a una pequeña pieza cortada de un rollo grande, y una vez que se quita, no se puede observar cómo esa pequeña pieza encaja en todo su diseño. Cuando se analiza el texto seleccionado se puede preguntar: “¿Cuáles son los límites del pasaje?” y se debe buscar señales o marcadores textuales (como conjunciones, artículos, partículas, frases introductorias o conectores, etc.), poniendo atención en los párrafos y las palabras clave, evitando caer en un mero estudio que se base solamente en estas. Hay que tener en cuenta la estructura del texto para ver el tema central o la idea principal.

Paso 3: Traducción
Aquí se debe buscar el texto más cercano posible al original (hebreo, arameo y griego) mediante una traducción adecuada, y con la ayuda ‒si fuera posible‒ de la crítica textual. Se recomienda a los predicadores trabajar a partir de una traducción básica favorita como Reina-Valera, Nueva Versión Internacional, Biblia de las Américas, etc.

Paso 4: Análisis del texto
Antes de ir al paso siguiente, debe preguntarse: “¿Qué clase (o género) de texto bíblico estoy interpretando?” ¿Es poético, narrativo, profético, parabólico, es un Evangelio, es una epístola o es apocalíptico? Es aquí donde empezamos a hacer la tarea básica con los diccionarios bíblicos, las concordancias, gramáticas y léxicos. Cabe resaltar que el predicador que respeta la Palabra de Dios y su inspiración, se atiene al método histórico gramatical de la Reforma para hacer exégesis del texto. De igual forma, es necesario considerar los detalles del texto o la perícopa en la cual se está analizando las frases que se repiten, las frases introductorias, las conjunciones, los adverbios, el contexto general de la perícopa y el contexto inmediato, que se refieren a las frases o palabras con que se inicia o termina el texto seleccionado.174

Paso 5: Interpretación del texto
Este es el paso más importante en la búsqueda del significado del texto desde una perspectiva orientada al lector. Se hace la pregunta: “¿Qué quiso decir el texto, en su marco histórico, a sus lectores inmediatos?”. La pregunta se mueve desde el “qué” al “por qué”. Se pregunta también: “¿por qué lo dijo de esa forma?”, en vez de: “¿Qué dice el texto?”. También se puede examinar comentarios bíblicos, trazar el significado del pasaje en su contexto literario y canónico. Esto debe realizarse a la luz de la llamada “analogía de la fe”; es decir, que la Escritura es su propio intérprete: las partes más difíciles de ella son interpretadas por las partes más claras de ella, por lo que la Escritura es inspirada y tiene un mensaje principal en su totalidad.

Paso 6: Teología del texto
Al buscar el significado teológico del pasaje, deben efectuarse las siguientes preguntas: primero, “¿qué significado puede tener el texto para los lectores contemporáneos?”; segundo, “¿qué factores culturales necesitan ser contextualizados o retraducidos?”; tercero: “¿cuál es el significado teológico del pasaje?”.
Al responder estas inquietudes, deberíamos esperar que la Biblia hable a las preocupaciones contemporáneas de los lectores. Se debe reconocer que ningún libro bíblico se originó en un vacío, sino que existe un trasfondo teológico de la Escritura, que es la Biblia. Pero, sobre todo, se debe interpretar la Biblia a la luz del ministerio salvífico de Cristo Jesús. Cada libro bíblico ofrece sus mejores significados a lectores que mantienen una experiencia personal con Dios mediante Jesucristo, y que son dirigidos por el Espíritu Santo.

Paso 7: Entrega o proclamación del sermón
Finalmente, aquí deben hacerse dos preguntas: “¿De qué manera el significado histórico y contemporáneo del pasaje bíblico puede ser comunicado a nuestro mundo actual?” y “¿cómo el texto será escuchado y entendido actualmente?”. Estas interrogantes pueden hallar su solución en cuanto los predicadores expongan la doctrina cristiana de manera adecuada a las necesidades de estos tiempos, en una forma que responda a las dificultades y problemas que agobien y angustien de manera personal a la sociedad en el presente.
Este último paso obviamente incluye aplicaciones, ilustraciones y motivación.

Paso 8: Aplicación
La aplicación en un sermón no es un mero apéndice a la discusión o disertación, sino una parte principal, breve e informal, y se puede aplicar al final del sermón o terminando cada parte del mismo, aplicando cada pensamiento según se vayan presentando.

Paso 9: La conclusión
Conclusión se entiende por la sección final del sermón, donde se llega al clímax homilético y se cumple el propósito específico que se estableció al principio: si el propósito era evangelizar, la conclusión incluye la exhortación a hacer una decisión por Cristo. La conclusión puede elaborarse sobre la base de un resumen del sermón, una ilustración, una aplicación o un llamado persuasivo. Asimismo, una de las formas más comunes y utilizadas para una conclusión es haciendo una recapitulación de todo lo expuesto, o sea, volver a explicar dichos puntos para dar un énfasis final, que será el llamado o la exhortación. Por ello, la conclusión debe estar ligada directamente con el resultado que el texto bíblico requiere de la audiencia, y es posible que haya diversos propósitos para una conclusión debido a las diversas necesidades entre los oyentes.

Paso 10: Llamado
Cuando los predicadores desean identificar personas entre los oyentes que han hecho decisiones por Cristo, hay opciones abiertas para concluir el mensaje o hacer un llamado: las personas pueden llenar tarjetas de decisión en los bancos, o se les puede pedir que respondan a un llamado desde el púlpito. Entrega o presentación del sermón Cada predicador usa alguna clase de metodología cuando prepara un sermón.

Morris presenta una serie sugerente de pasos para preparar y entregar sermones.

Paso 1. Seleccionar un pasaje para predicar.
Paso 2. Estudiar el pasaje seleccionado y tomar apuntes.
Paso 3. Hallar el tema exegético del texto.
Paso 4. Elaborar una idea principal del sermón.
Paso 5. Determinar el propósito del sermón.
Paso 6. Armar una estructura del sermón.
Paso 7. Reunir materiales de apoyo.
Paso 8. Elaborar la introducción.
Paso 9. Elaborar la conclusión.
Paso 10. Redactar el manuscrito del sermón.
Paso 11. Internalizar el sermón.
Paso 12. Escucharse mientras se predica.

Elaboración de un sermón
Pasos sugeridos para elaborar el sermón

La tarea de predicar involucra composición y redacción del sermón, lo que, en palabras de Frank Pollard, debe ser la mayor prioridad del líder o ministro de iglesia. Una pregunta que debe formularse el predicador es, ¿cómo extraer el mensaje bíblico de la Biblia?, ¿cómo se procesará la información sacada del material bíblico?

Se pueden usar los métodos de acercamiento deductivo ‒que empiezan con el mensaje de la Biblia y lo dirige a alguna experiencia del oyente‒ o los del inductivo ‒que comienzan con la experiencia del creyente y compara esta con el tema bíblico ‒lo que resultaría en un método objetivo-deductivo o inductivo subjetivo.

Adams recomienda que cada vez que se prepare el sermón se debe tener en cuenta primero la realidad y necesidades de la congregación, juntamente con la porción bíblica que se piensa predicar.

De igual forma, Harold Bryson sugiere siete disciplinas necesarias para predicar y elaborar un sermón a partir de un libro bíblico:

1. Examinar el trasfondo histórico del libro bíblico.
2. Elaborar un análisis detallado del libro: teología, tema, etc.
3. Profundizar la exégesis del texto.
4. Interpretar el texto.
5. Investigar el género literario del libro (AT, NT, narrativa, profecía, epístola, apocalíptica, etc.).
6. Elaborar la estructura del sermón.
7. Preparar y planificar el sermón (o sermones).

Los dones espirituales y la predicación
Walter Kaiser está en lo correcto al afirmar que la vida de comunión con Cristo y la búsqueda del poder del Espíritu son elementos que enfáticamente deben llenar la vida del predicador. El conocimiento teológico y exegético del sermón debe ir acompañado del Espíritu de instrucción y de sabiduría.

Por ello, la predicación debe estar saturada con una íntima devoción con Dios por medio de su Espíritu Santo, a fin que el predicador pueda obtener poder espiritual para responder en sus homilías a las diferentes necesidades de los oyentes.

Las palabras y el lenguaje (retórica)
Si bien la homilética se refiere al buen ordenamiento del sermón y es imprescindible en la predicación expositiva; es, en sí misma, un procedimiento técnico. Se necesita de un buen dominio del lenguaje y una buena y elocuente expresión oral al presentar ante el público el sermón elaborado, lo que se conoce como la retórica. Ante esto, el predicador debe reconocer en sí mismo que es un hombre de Dios, al que Él llama a colaborar en la difusión e implantación de su reino en el mundo, por lo que el predicador debe poseer las cualidades necesarias para ser un instrumento apto para realizar la parte que le corresponde.

El uso de la voz
La dicción, o pronunciación de un discurso, no consiste solamente en la vocalización indispensable, sino que supone la interiorización del mensaje, presentando con su propia personalidad y su propio lenguaje lo que su mente ha producido.
Aunque la predicación es una tarea sobrenatural obrada por el mismo Dios, es necesaria una herramienta natural: la voz del predicador, puesto que un defecto o una tara suyos, podrían obstaculizar la acción de la gracia.

Nada hay en la constitución física del hombre que tenga la importancia de la voz pues ella representa el carácter mental del hombre. Las facultades de la voz tienen ciertas características que hay que tener en cuenta, en su relación con el uso de la voz en público.

Broadus enumera ciertas características del uso de la voz: (Broadus, 272)
• Extensión: el alcance mayor o menor de la voz en su respuesta al público.
• Volumen: es la cantidad de sonido audible e imponente a los oyentes.
• Poder de penetración: la voz que es escuchada a cierta distancia no depende del volumen, sino de la potencia que puede producir en los oídos del público.
• Melodía, esta depende tanto de la dulzura como de la flexibilidad de la voz y la adecuada tonalidad que permiten presentar y disertar el mensaje con prontitud, precisión y suavidad.

Morris (en Powerful Biblical Preaching, 191-96) elabora un plan de cuidado de la voz y las cuerdas vocales, en ocho sencillos pasos:

Paso 1. Calentar la voz.
Paso 2. Practicar técnicas adecuadas de respiración.
Paso 3. Practicar buena postura.
Paso 4. Tener hidratadas las amígdalas.
Paso 5. Tener reposo adecuado.
Paso 6. Proporcionar combustible saludable para el cuerpo.
Paso 7. Mantener tonificado todo el cuerpo.
Paso 8. Tomar algunas clases de técnica vocal (oratoria).

La importancia de la lectura
MacArthur asevera, según su propio testimonio, la importancia de leer sobre teología y comentarios bíblicos para un predicador, pues aquel debe estar al tanto de temas doctrinales y, si es posible, de las últimas ediciones de comentarios acerca de los temas bíblicos principales (el Espíritu Santo, Cristo, el pecado, la salvación, los eventos finales, etc.), rebuscar en biografías de hombres espirituales o revisar un libro “candente”, con temas bíblicos controversiales.

La duración adecuada del sermón
Es menester que en la elección y la duración del tema, el predicador diga lo necesario: ni demasiado ni poco, sino tanto lo que el oyente pueda recibir. Debe evitarse varios temas en una sola predicación, o un tema demasiado extenso. Dentro del tiempo disponible deben desarrollarse lo conceptos, ideas y fundamentos teológicos a fin de alcanzar el propósito específico.

La importancia de la oración
Según James E. Rosscup, la oración no es una elección ni una opción, es el elemento principal en la gama de características espirituales de todo predicador(a) de la Palabra de Dios, transformando su vida para ser un vocero de Dios.200

Si el predicador tiene que presentar el mensaje de Dios con poder, la oración debe ser un constante actuar en su vida, y proveer el medio ambiente para que el mensaje de Dios sea tomado con seriedad.

Charles Bugg resalta aquí la experiencia de la intimidad del predicador con el oyente. Es cierto que debe primero buscar la intimidad con Dios, pero el autor describe el contacto íntimo (visual, oral, personal) del orador con el público, a fin de lograr el objetivo de que el sermón influya en el oyente.

Algunos se preocupan solo por los detalles técnicos de la homilética: ordenar su sermón, tener su agenda temática y presentarlo, pero en realidad es más que eso. Lo más importante es, en palabras de Haensli, que la predicación capture al oyente si el predicador mismo ha sido capturado primero por la Palabra de Dios en la lectura, el estudio y la meditación o reflexión de la Escritura, si ha tenido un momento de oración con ella y si se propone por su propio testimonio a conducir al oyente a una vida de compromiso con Dios.

El mensaje no verbal de la predicación

Los gestos y la mirada
Según el consejo de Vega (en “Sugerencias para el predicador”, Cómo preparar sermones dinámicos, 71), el predicador debe ser el dominador de la escena, el dueño de la situación, sin orgullo ni ademanes que quieran impresionar a los oyentes.

La expresión del rostro es de mucha importancia y el dominio de la mirada es de especial incumbencia para la simpatía o desagrado del auditorio. Es de mucha importancia también evaluar la actitud y postura del predicador, su expresión facial, sus ojos y su dirección hacia el público, como también el tono de la voz y de una buena pronunciación. Estos tienen un papel importante en la gesticulación y expresión verbal del orador.

La vestimenta
Para el predicador, la vestimenta no es neutral. Lo que el predicador lleva puesto al presentarse ante un auditorio transmite un mensaje a las personas que están presentes. El predicador debe presentarse impecablemente vestido, los colores oscuros transmiten autoridad mientras que los colores claros indican accesibilidad; los zapatos deben estar perfectamente lustrados y ser del mismo color que el cinturón; se recomiendan los de color negro o café, son las mejores opciones. Es obvio que la ropa debe estar completamente limpia y planchada.

La postura del predicador
Para el predicador, es importante la postura y la ubicación de su persona frente al púlpito. Se recomienda que el cuerpo esté derecho, erguido, no inclinado, pues eso perjudica los órganos del habla y de la palabra.

Deben corregirse automáticamente cualquier defecto de postura, ademanes y gestos que impidan al oyente capturar el mensaje impartido, evitando también los impulsos naturales e intempestivos. La necesidad de un público receptivo Ante todo, el predicador debe conocer a su congregación y debe formular sus preguntas y su sermón de acuerdo a la psicología de su congregación y evitar ideas preconcebidas respecto a ella.

Debido a que los oyentes son seres humanos y tienen un contexto existencial, el orador debe estar consciente y enterado de la situación existencial de su congregación. Para poder tener un público o congregación receptivos, el predicador debe conocer a sus miembros de tres maneras: conocimiento informal, donde el orador pasa tiempo con los fieles en eventos de la iglesia; conocimiento por medio de consejería, cuando el predicador visita a sus fieles y los conoce personalmente y el conocimiento formal, cuando el predicador conoce a los fieles por las reuniones de iglesia, o en juntas y programas eclesiásticos sin que sean reuniones informales. Materiales previos para la preparación del sermón. Las ideas y los argumentos sobre la predicación pueden ser leídos en libros y ser escuchados en las aulas de clase del seminario, pero las ideas homiléticas se consiguen o surgen a partir del púlpito, con la ayuda de los materiales bibliográficos.

Uso de ilustraciones
Los predicadores modernos reconocen la importancia de ilustraciones en la predicación. Mientras que es acordado que las ilustraciones son necesarias y hasta “imprescindibles” en la entrega del sermón, es difícil dar un concepto sobre la ilustración. La ilustración en un sermón “es la práctica de incurrir desde un campo abstracto a un espacio concreto” o “intentar moverse verbalmente desde lo alto de una escalera hasta el suelo de lo real y familiar”. (Michael J. Hostetler, Ilustrating the Sermon (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1989), 11-12.

Los materiales específicos para elaborar una ilustración inicial para el sermón son: historias o testimonios verídicos, historias o anécdotas ficticias, experiencias genéricas, imágenes, citas, hechos o eventos reales históricos.

Un predicador puede encontrar una variedad de temas para sus ilustraciones en la cultura popular disponible en los siguientes medios: la Biblia, las experiencias personales, los diarios, la TV, los dibujos animados, los programas de entrevistas, las películas, la literatura, la radio, la historia (universal y eclesiástica), las enciclopedias, las revistas (cristianas y seculares), las biografías, el arte (pintura, escultura, fotografía), los sermones impresos, el internet, etc.

La importancia de la predicación en los escritos de Elena White
La Sra. White tiene mucho que decir en cuanto a la predicación. Ella coloca mucha importancia sobre la obra del Espíritu en la preparación del sermón y también en la recepción del mismo, por parte de los oyentes:

“Es la eficiencia impartida por el Espíritu Santo la que hace eficaz el ministerio de la Palabra. Cuando Cristo habla por medio del predicador, el Espíritu Santo prepara los corazones de los oyentes para recibir la Palabra. El Espíritu Santo no es un siervo, sino un poder que dirige. Hace resplandecer la verdad en la mente y habla en todo discurso cuando el predicador se entrega a la operación divina”. MP, 215

Asimismo, ella comenta sobre la importancia de la preparación del ministro predicador, cuando expone la verdad. No es un asunto de dejarle todo el trabajo al Espíritu. El predicador debe tener cuidado en armar su tema y cuidado en presentarlo. “La manera en la cual se presenta la verdad, a menudo tiene mucho que hacer en la determinación de si será aceptada o rechazada”. Ev, 127.

“Hermanos ministros, al presentaros ante la gente hablad de cosas esenciales, de cosas que instruyan. Enseñad las grandes verdades prácticas que deben embargar la vida. Enseñad el poder salvador de Jesús, ‘en el cual tenemos redención, la remisión de pecados’”. “Los predicadores deben presentar la segura palabra profética como fundamento de la fe de los adventistas del séptimo día. Deben estudiarse detenidamente las profecías de Daniel y del Apocalipsis, y en relación con ellas las palabras: ‘He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’”. OE, 76.

El predicador debe vivir la verdad y practicarla cuando la predica. Debe manifestar el poder transformador de la Palabra:
“Existe el peligro de que los ministros que profesan creer la verdad presente se sientan satisfechos con presentar solamente la teoría, mientras que sus propias almas no sienten su poder santificador. Algunos no tienen el amor de Dios en su corazón, para ablandar, moldear y ennoblecer sus vidas”. MP, 215.

“Los muchos sermones argumentativos predicados raramente suavizan y subyugan el alma”. Ev, 130.

“El Señor desea que aprendáis a emplear la red del evangelio. Muchos necesitan aprender este arte. A fin de tener éxito en vuestro trabajo, la malla de vuestra red ‒es decir, la aplicación de las Escrituras‒ debe ser cerrada, y discernirse fácilmente el significado. Sacad luego la red con la máxima eficiencia posible. Id directamente al grano. Haced que vuestras ilustraciones sean evidentes de por sí. Por grande que sea el conocimiento de un hombre, no sirve para nada a menos que pueda comunicarlo a otros”. Ev. 131, 132.

“El objeto de la predicación no es solamente transmitir información, no meramente convencer el intelecto. La predicación de la palabra debe dirigirse al intelecto, e impartir conocimiento, pero debe hacer más que esto. Las palabras del ministro deben alcanzar los corazones de los oyentes”. OE, 59.

“El predicador debe estar libre de toda perplejidad temporal innecesaria, para poder entregarse por completo a su vocación sagrada. Debe dedicar mucho tiempo a la oración y disciplinarse según la voluntad de Dios, a fin de que su vida ponga de manifiesto los frutos del dominio propio. Su lenguaje debe ser correcto; sin que salgan de sus labios frases chabacanas ni expresiones bajas. Su indumentaria debe estar en armonía con el carácter de la obra que hace. Esfuércense los predicadores y maestros por alcanzar la norma fijada en las Escrituras. No descuiden las cosas pequeñas, que a menudo no se consideran importantes. La negligencia en las cosas pequeñas induce a descuidar las responsabilidades mayores”. OE, 152.

“Si los ministros que son llamados a predicar el más solemne mensaje jamás dado a los mortales, evaden la verdad, ellos son infieles en su trabajo y son falsos pastores para las ovejas y los corderos. Las declaraciones de los hombres no tienen valor alguno. Que la Palabra de Dios hable a la gente. Que quienes han oído solo tradiciones y máximas de los hombres, escuchen la voz de Dios, cuyas promesas son un sí y un amén en Cristo Jesús. Si el carácter y la conducta del pastor es para la gente una epístola viviente de la verdad que él defiende, el Señor pondrá su sello a la obra. Se formarán amistades genuinas con la gente, y el pastor y el rebaño serán uno, unidos por una esperanza común en Cristo Jesús”. MP, 217.

El talento del habla es un asunto importante para Elena White. Con esto se nota que ella también estaba preocupada por la técnica de la voz y el ejercicio vocal del ministro. Ella aconseja actuar en esta parte con mucho cuidado. El maestro de la verdad debe prestar atención, a la manera en que la presenta. Debe pronunciar cada palabra clara y distintamente, con el firme convencimiento de llevar convicción a los corazones. Si las palabras se amontonan unas sobre otras, se pierde la impresión que debiera hacerse.

El talento del habla necesita ser cultivado, para que la verdad sea hablada sin excitación, sino detenida y claramente, para que no se pierda ninguna sílaba”. LV, 45, 46.
“Los gestos torpes y toscos no deben tolerarse en las profesiones comunes de la vida; cuanto menos, entonces, debieran soportarse en la obra más sagrada del ministerio evangélico. El ministro debiera cultivar la gracia, la cortesía, y las maneras refinadas. Debiera andar con una tranquila dignidad, que esté de acuerdo con su elevada vocación. La solemnidad, cierta autoridad piadosa mezclada con humildad, es lo que debiera caracterizar el comportamiento del que es un maestro de la verdad de Dios”. LV, 46.

Finalmente, ella destaca que el tema principal de todo sermón debe ser Cristo y su justicia, su poder salvador y transformador para las almas que escuchan la Palabra. La homilética debe ser cristocéntrica.

“La ciencia de la salvación debe ser el tema de cada sermón, el tema de cada himno. Debe acompañar cada suplica. Que nada que se incluya en la predicación sustituya a Cristo, la Palabra y el poder de Dios. Que su nombre, el único nombre debajo del cielo por el cual podemos ser salvos, sea exaltado en cada discurso, que, de sábado en sábado, la trompeta del centinela dé un sonido certero. Cristo es la ciencia y la elocuencia del evangelio, y sus ministros deben predicar la Palabra de vida, presentar esperanza a los penitentes, paz a los atribulados y desanimados, y gracia, integridad y fuerza a los creyentes”. MP, 219.

El predicador antes preguntaba ‘¿cuál es mi texto?; pero hoy también tiene que preguntar: ¿cuál es mi audiencia?” (Bakke, 98).

Extraído de la tesis de grado de Isaias Vicente Calderon Ramos. En "Relación entre el nivel de conocimientos, actitudes y prácticas con la elaboración y predicación de sermones en dirigentes eclesiásticos del distrito pastoral de Tablada de Lurín, Lima, 2015" UPEU, 2017.

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