sábado, 18 de noviembre de 2023

Misión en favor del prójimo - La Misión de Dios

“Él respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo’ ” (Luc. 10:27).

Todos conocemos el pasaje: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente” (Luc. 10:27, NVI). No obstante, nuestro amor por Dios puede volverse superficial si decimos que lo amamos pero no le somos obedientes. Amar a Dios requiere un compromiso total de nuestra parte: corazón, alma, cuerpo y mente, todos los días. Cualquiera puede decir que ama a Dios; sin embargo, llevarlo a la práctica requiere un esfuerzo consciente.

Aunque amar a Dios es bueno e importante, Dios también quiere que amemos a los demás, porque nuestro amor por los demás refleja nuestro amor por Dios de una manera poderosa y muy real. Primera de Juan 4:20 declara: “Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. Pablo también expresa en Gálatas 5:14: “Toda la ley se cumple en este solo precepto: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ ”.

Esta semana aprenderemos cómo aplicar esta lección a nuestra vida.

I. LA GRAN PREGUNTA

¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué ocurre cuando morimos? ¿Cuál es nuestro destino final? Estas son, en muchos aspectos, las preguntas más importantes que pueden plantearse los seres humanos mortales, seres que saben que son mortales (los únicos seres que tienen conciencia de ello). Y, en el Evangelio de Lucas, alguien se acerca a Jesús con la pregunta más crucial de todas, por cierto.

Lee Lucas 10:25. ¿Qué preguntó este doctor de la Ley y por qué lo hizo?

Pese a la seriedad de la pregunta, la Biblia dice claramente que vino a poner a prueba a Jesús. Sabemos que, a veces, algunos pueden acercarse con escepticismo, y hasta con incredulidad, y es probable que ni siquiera sean serios en sus preguntas, pero aun así podrían ser alcanzados. Así es precisamente como Jesús trató al doctor de la Ley, aunque sabía que las intenciones iniciales del hombre no eran sinceras. Sin embargo, para el intérprete de la Ley y para la audiencia, esta pregunta era una oportunidad que Jesús podía utilizar para incitarlos a escudriñar su propio corazón. Aun conociendo los motivos del doctor de la Ley, Jesús no iba a ignorarlo ni a faltarle al respeto.

A fin de cuentas, ¿qué pregunta podría ser más importante que esta?: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” No importa cuáles sean nuestros rituales o prácticas religiosos, detrás de todos ellos está esta pregunta crucial. En contraste con esta, ¿qué puede importar más a seres cuya vida se describe como “un vapor que aparece por poco tiempo y pronto se desvanece” (Sant. 4:14)? Porque ¿cuál es la única opción a la vida eterna, más que la muerte eterna?

Lee 1 Corintios 15:30 al 32. ¿Qué observación hace Pablo aquí para subrayar la importancia de la vida eterna?

Aunque sus motivaciones fueran dudosas, el intérprete de la Ley le planteó una pregunta crucial, y Jesús, siempre atento a aprovechar cualquier oportunidad para la misión, la aprovechó para llegar a las almas.

¿Cómo podemos estar atentos para aprovechar cualquier oportunidad que se nos presente para dar testimonio, aunque las circunstancias no sean óptimas?

II. EL MÉTODO Y LA RESPUESTA DE JESÚS

La Biblia nos dice que el doctor de la Ley había ido a poner a prueba a Jesús, pero Jesús sabía cuáles eran sus intenciones. En efecto, Dios conoce los anhelos y los deseos de nuestro corazón mejor que nosotros mismos. Y, por cierto, nosotros no conocemos el corazón ni los motivos de quienes nos interrogan, ¿verdad?

A veces hay gente de otras religiones que nos preguntan por nuestra fe. Por ejemplo, nuestros amigos musulmanes nos hacen preguntas relacionadas con la divinidad de Jesús, como: “¿En qué parte de la Biblia dijo Jesús que él es Dios?” o “¿Por qué dices que hay un solo Dios, cuando hay tres personas en la Trinidad?” Aun cuando parezcan preguntas provocadoras, la necesidad de Jesús puede ser auténtica y representar un profundo anhelo o vacío en quienes formulan las preguntas. No conocemos el corazón de ellos, pero tampoco es nuestra tarea. Simplemente, tenemos que satisfacer las necesidades de los demás lo mejor que podamos, independientemente de sus razones más profundas.

Lee Mateo 26:56; Hechos 17:11; 1 Corintios 15:3; y 2 Timoteo 3:16. ¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender la respuesta de Jesús al doctor de la Ley en Lucas 10:26?

A veces queremos respuestas, pero no nos esforzamos por encontrarlas. Jesús dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” (Luc. 10:26). Jesús señaló un aspecto muy importante del aprendizaje. En lugar de limitarnos a escuchar lo que otros tienen que decirnos, debemos leer las Escrituras (la Palabra de Dios) por nuestra cuenta. Las respuestas ya están allí, y el Espíritu Santo trabaja en nuestro corazón para inculcarnos lo que tenemos que hacer.

Dios nos ha dado su Palabra. En ella, podemos encontrar toda la verdad que necesitamos saber con respecto a la manera en que debemos vivir, cómo debemos tratar a los demás y cómo podemos “heredar la vida eterna”. Claro, hay un papel para los maestros y los pastores, pero al final, debemos ir a la Biblia en busca de las verdades que importan. “Lámpara es para mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105). Este versículo no es solo poesía; es una verdad sagrada, que nos señala la Palabra de Dios y su importancia para el creyente.

Jesús, la Palabra de Dios hecha carne, siempre conducía a la gente a la Palabra escrita. ¿Qué debería decirnos esto acerca de la importancia de la Biblia y por qué debemos rechazar cualquier razonamiento filosófico o teológico que debilite nuestra confianza en la Biblia?

III. HEREDAR LA VIDA ETERNA

Lee Lucas 10:27 y 28. ¿Cuál fue la respuesta del doctor de la Ley a su propia pregunta?

El maestro de la Ley había hecho la pregunta, y él mismo dio la respuesta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón [...] y a tu prójimo como a ti mismo” (Luc. 10:27).

¿Cuál fue la respuesta de Jesús? “Has respondido bien” (Luc. 10:28). Jesús lo desafió a hacer algo al respecto, diciéndole: “Haz eso, y vivirás” (Luc. 10:28). Para la mayoría de los creyentes, dar las respuestas correctas relacionadas

con la doctrina y la fe no es tan difícil. El desafío consiste en hacer lo que sabemos que es correcto y seguir lo que creemos. Hay muchos que, aunque saben lo suficiente para ser salvos, se perderán porque no obedecieron lo que conocían. Así de serio es este asunto. El solo hecho de saber acerca de amar a Dios y a nuestro prójimo no es suficiente. ¡Tenemos que ponerlo en práctica!

Lee Santiago 2:17 al 22. ¿Qué paralelismo encuentras entre estos versículos y lo que Jesús le dijo al intérprete de la Ley?

Si amamos a Dios, leeremos su Palabra, oraremos, guardaremos sus mandamientos y seremos obedientes a su voz “con todo nuestro corazón”. Si digo que amo a los demás, pero no me preocupo por ellos en la iglesia, o si ignoro las necesidades de los demás cuando puedo ayudar, ¿de qué sirve mi fe? El cristianismo no es únicamente un conjunto de creencias distintivas; es una forma de vida.

“Si un hermano o hermana están sin ropa y carecen del sustento diario, y alguno de ustedes les dice: ‘Vayan en paz, caliéntense y sáciense’, y no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (Sant. 2:15, 16).

¿Cuánto te preocupas por el bienestar de los demás? ¿En qué medida sigues las palabras de Pablo: “No mirando cada uno solo a lo suyo propio, sino también a lo de los otros” (Fil. 2:4)? Por la gracia de Dios, ¿cómo puedes aprender a preocuparte más por los demás?

IV. AMAR A LOS DEMÁS COMO A UNO MISMO

Lee Mateo 22:37 al 40. ¿Qué comparación existe entre lo que Jesús mismo dijo aquí y su respuesta al experto de la Ley, en Lucas 10:27 y 28?

Según Mateo 22:37 al 40, Jesús dejó en claro que la expresión cotidiana de la fe verdadera depende de estos dos mandamientos. Y Lucas 10:27 y 28 destaca que, si una persona hace estas dos cosas, entonces tendrá vida eterna.

“El amor es el principio fundamental del gobierno de Dios en los Cielos y la Tierra, y debe ser el fundamento del carácter del cristiano. Solo esto puede hacerlo y mantenerlo estable. Solo esto puede habilitarlo para resistir la prueba y la tentación” (Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 30).

Lee Gálatas 5:14; Miqueas 6:6 al 8; y 1 Juan 4:20 y 21. ¿Cómo refuerzan estos versículos lo que Jesús nos había dicho?

Según Pablo, “toda la ley se cumple en este solo precepto: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ ” (Gál. 5:14). Para Pablo, el amor a Dios solo se puede ver en la práctica cuando ese amor se ejemplifica en la forma en que tratamos a los demás. Aunque afirmó que “el justo vivirá por la fe” (Rom. 1:17), vivir por la fe no es algo oculto, desconocido o que los demás no puedan ver. Pablo, Miqueas y Juan dejan en claro que las obras prácticas demuestran la realidad de la fe que proclamamos.

En 1 Corintios 13, Pablo declara enérgicamente que si uno afirma tener gran conocimiento, o hacer grandes obras, o tener una gran fe o incluso entregar la vida, pero no tiene amor, entonces esa persona ha llegado a ser como “bronce que resuena o címbalo que retiñe” (1 Cor. 13:1).

Repasa la cita de Elena de White. Fíjate en lo que dice acerca de que solo en el amor pueden las personas permanecer firmes y soportar la tentación. ¿De qué manera esta idea muestra que el mandamiento de amar no es salvación por obras, sino una expresión de la fe que tenemos en Jesús?

V. HISTORIA DEL BUEN SAMARITANO HOY

Al elogiar al doctor de la Ley por dar la respuesta correcta, Jesús le dijo: “Haz eso, y vivirás” (Luc. 10:28), y así tocó el corazón del hombre. Dar todas las respuestas correctas era fácil para el intérprete, pero hacer esas cosas era un problema hace dos mil años, y continúa siendo un problema para muchos de nosotros hoy. El doctor de la Ley quería entrampar a Jesús y presumir de sus conocimientos. Hizo una pregunta complementaria: “¿Y quién es mi prójimo?” (Luc. 10:29).

Lee Lucas 10:30 al 37. ¿Cómo resumirías lo que Jesús quiso dar a entender en esta historia?

¿Hay personas a nuestro alrededor que han recibido un trato injusto? ¿Hicimos lo posible por ayudarlas?

Es cierto que, a veces, los pastores, los ancianos y los miembros de iglesia no ayudan a quienes lo necesitan. A veces, las personas de otra fe pueden ser más amables con la gente de la comunidad que nosotros. Nosotros quizás hablamos de ser amables, pero tal vez haya otros que satisfagan las necesidades de las personas que nosotros no atendemos. Si nuestra fe tiene algún sentido, debemos tender la mano y ayudar a los necesitados.

Jesús concluyó la historia del buen samaritano preguntando quién de los tres era realmente prójimo de la persona que necesitaba ayuda.

“Así, la pregunta ‘¿Quién es mi prójimo?’ está para siempre contestada. Cristo demostró que nuestro prójimo no es meramente quien pertenece a la misma iglesia o fe que nosotros. No tiene que ver con cuestiones de raza, color o clase social. Nuestro prójimo es toda persona que necesita nuestra ayuda. Nuestro prójimo es toda alma que está herida y magullada por el Adversario. Nuestro prójimo es todo aquel que pertenece a Dios” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 464).

Desafío: Comienza a orar diariamente por alguien que sea diferente de ti, o incluso por alguien que no te caiga bien personalmente.

Desafío avanzado: Haz una lista de por lo menos tres nombres de tus conocidos (no adventistas); identifica sus necesidades (emocionales, físicas, sociales) y considera cómo puedes suplir personalmente esas necesidades. ¿Qué puedes hacer por ellos de manera práctica durante la próxima semana?

CONCLUSIÓN

Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, “El buen samaritano”, pp. 460-466.

Hay muchas personas hambrientas, necesitadas y maltratadas en nuestro mundo actual. Tú puedes hacer tu aporte, aunque parezca “pequeño”. No vamos a resolver todos los problemas del mundo antes de que Jesús vuelva; no hemos sido llamados a eso. Pero, hasta ese entonces, nuestro trabajo puede ser tan básico como ayudar a algún conocido que no tenga suficiente comida; o a un miembro de la iglesia que se enfrenta a la injusticia, incluso a la intolerancia, lo que continúa siendo un problema real en nuestro mundo actual.

“La religión pura y sin mancha delante del Padre es ésta: ‘Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo’ (Sant. 1:27). Las buenas obras son los frutos que Cristo quiere que produzcamos: palabras amables; hechos generosos, de tierna consideración por los pobres, los necesitados, los afligidos. Cuando los corazones simpatizan con otros corazones abrumados por el desánimo y el pesar, cuando la mano se abre en favor de los necesitados, cuando se viste al desnudo, cuando se da la bienvenida al extranjero para que ocupe su lugar en la casa y en el corazón, los ángeles se acercan, y un acorde parecido resuena en los Cielos. Todo acto de justicia, misericordia y benevolencia produce melodías en el Cielo. El Padre desde su Trono observa a los que llevan a cabo estos actos de misericordia, y los cuenta entre sus más preciosos tesoros. ‘Y serán míos, dice Jehová de los ejércitos, en aquel día cuando reúna mis joyas’. Todo acto misericordioso, realizado en favor de los necesitados y los que sufren, es considerado como si se lo hubiera hecho a Jesús. Cuando socorréis al pobre, simpatizáis con el afligido y el oprimido, y cultiváis la amistad del huérfano, entabláis una relación más estrecha con Jesús” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 24).

¿Cómo podemos asegurarnos de entender que el mandamiento de amar a Dios y a los demás no es salvación por obras? Cuando consideramos quién es Jesús y lo que hizo por nosotros en la Cruz (ver Fil. 2:5-8), ¿por qué es un error tan grande la idea de que podemos hacer algo para ganar o merecer la salvación? ¿Cómo podemos aprender a distinguir entre trabajar por la salvación, lo cual es un error fatal, y revelar en nuestra vida la salvación que ya tenemos en Jesús?

¿Cómo podemos aprender a reconocer algunos de los prejuicios inherentes que podemos tener hacia los que son diferentes de nosotros?

Además de los pasajes que analizamos en la lección de esta semana, ¿qué otro respaldo bíblico encuentras para la necesidad de mostrar bondad hacia los demás, no importa quiénes sean?

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