"Después oí la voz del Señor, que dijo: ‘¿A quién enviaré? ¿Quién irá de nuestra parte?’ Entonces respondí: ‘Aquí estoy, envíame a mí’" (Isaías 6:8).
No todos los que fueron llamados a la misión fueron tan obedientes como Abraham. Jonás es un ejemplo (lee Jonás 1-4). Dios llamó a Jonás para que pregonara contra Nínive, la capital de Asiria. Esta ciudad, situada en la actual Irak, estaba a 900 kilómetros de Jerusalén, una distancia considerable. Jonás no solo se negó a ir, sino además huyó en dirección contraria, hacia Tarsis, ahora el sur de España. Navegar los 3200 kilómetros del viaje le habría llevado al menos un mes, dependiendo del tiempo. Como no quería enfrentarse al rey de Asiria, Jonás aprovechó el mes que le habría llevado llegar a Nínive para alejarse de él. ¿Por qué él, un hombre de Dios, habría hecho eso?
Los ninivitas eran notoriamente malvados, un pueblo conocido por su perversidad y crueldad que ya había atacado a Israel y Judá. Sin embargo, Dios llamó a Jonás para que fuera a Nínive y predicara contra su gran maldad (Jonás 1:2). La expresión literaria aquí es muy similar a la que Dios utilizó con Abraham respecto de Sodoma y Gomorra en Génesis 18:20 y 21. Sin embargo, como veremos, Jonás no era Abraham. ¿Qué podemos aprender de la actitud de Jonás de poner excusas para no cumplir con la misión?
I. NUESTRA EXCUSAS:MIEDO
Lee Nahum 1:1; 3:1 al 4; 2 Reyes 17:5 y 6; y 19:32 al 37. ¿Qué revelan estos versículos sobre Nínive y la relación entre Asiria e Israel? ¿Cómo podría haber influido esta relación en la decisión de Jonás de ir a Tarsis?
Una de las razones por las que Jonás no quería ir a Nínive era el miedo. Los asirios eran un enemigo temible, y Nínive era la capital del reino.
“Entre las ciudades del mundo antiguo, mientras Israel estaba dividido, una de las mayores era Nínive, capital del reino asirio. [...] En el tiempo de su prosperidad temporal, Nínive era un centro de crímenes e impiedad. La Inspiración la ha caracterizado como ‘ciudad sanguinaria [...] llena de mentira y de rapiña’. En lenguaje figurado, el profeta Nahum comparó a los ninivitas con un león cruel y devorador, al que preguntó: ‘¿Sobre quién no pasó continuamente tu maldad?’ (Nahum 3:1, 19)” (PP, 198).
Nínive era una ciudad magnífica. Los historiadores nos dicen que Senaquerib expandió considerablemente la ciudad, incluyendo la construcción del enorme palacio del suroeste, que medía 503 metros por 242 metros y constaba de al menos 80 habitaciones. También construyó 18 canales para transportar agua a la ciudad desde una distancia de 65 kilómetros. El tamaño por sí solo habría sido intimidatorio.
Pero los asirios también eran despiadados. En su relato de la conquista de Babilonia, Senaquerib se jactaba de haber llenado las calles con los cadáveres de sus habitantes, jóvenes y viejos, y los grabados en relieve encontrados durante las excavaciones muestran escenas de soldados empalando a sus víctimas. No era gente con la que uno quisiera cruzarse; no eran reacios a emplear la violencia, y eran particularmente crueles con aquellos que no les caían bien. Por cierto, con solo pensar que debía caminar entre las masas de gente de Nínive, Jonás debió de haber temblado de miedo.
A pesar de todo esto, a menudo leemos la historia de Jonás con desaprobación, porque él permitió que el miedo se interpusiera en el cumplimiento de las instrucciones de Dios. De lo que no nos damos cuenta es que nosotros podemos hacer lo mismo; es decir, dejarnos controlar por nuestros miedos en lugar de ser guiados por Dios.
Piensa en alguna ocasión en la que hayas sentido que Dios te ordenaba hacer algo que tú, por miedo, no querías realizar. ¿Qué lecciones aprendiste de esa experiencia?
II. NUESTRAS EXCUSAS: CONCEPTOS FALSOS
Cuando llegó la tormenta, Jonás asumió su culpa (Jonás 1:1–12). Su actitud revela algo con respecto al tipo de cosmovisión y al concepto de Dios o “dioses” que muchos tenían en ese entonces. Si bien creían que había varios dioses que gobernaban en sus diversas tierras, el mar se consideraba el reino caótico de los demonios. En la cosmovisión de los marineros, se requería un sacrificio para apaciguar su ira. Aunque Jonás era hebreo, es muy posible que tuviera una cosmovisión influenciada por las creencias tradicionales de su época.
Lee Jonás 2:1 al 3, y 7 al 10. ¿Qué revelan estos versículos acerca de cómo Jonás comenzó a comprender la providencia de Dios?
Aunque Jonás huía del territorio donde el pueblo afirmaba que Jehová era su Dios, aprendió (por las malas) que incluso cuando viajara a culturas extranjeras Jehová continuaba siendo soberano. El viento y las olas pertenecían a Dios; los seres marinos, también. “Del Señor es la tierra y su plenitud” (Salmos 24:1). El corazón de Jonás se volvió hacia el Soberano de la tierra y el mar y, por lo tanto, confesó y fue salvo.
Nosotros también podemos tener conceptos errados acerca de Dios y de lo que él espera de nosotros.
Un malentendido común es que Dios desea que nos enfoquemos en nuestra propia salvación y nos alejemos de la maldad del mundo que nos rodea. Aunque se nos instruye que nos mantengamos “sin mancha de este mundo” (Santiago 1:27), nuestro énfasis debe estar en cómo podemos llevar las bendiciones y la esperanza de Dios a los que las necesitan.
Otro malentendido que nos impide aceptar el llamado de Dios a la misión es creer que el éxito depende de nosotros mismos. Nosotros no podemos salvar a un alma, así como Jonás tampoco podía salvar a Nínive. Podemos asumir una mentalidad de “salvador” con respecto a la misión. Nuestro llamado no es a obrar la salvación sino a cooperar con Dios en su obra salvífica. Damos testimonio al alabar a Dios por las formas específicas en que nos está transformando, pero solo Dios puede atraer a las personas hacia él. Podemos plantar semillas de verdad, pero solo Dios puede convertir el corazón. A menudo, confundimos nuestro rol con el de Dios, lo que es suficiente para que alguien encuentre una excusa para no testificar.
Sí, Dios usó a Jonás, pero solo Dios, no Jonás, transformó a Nínive.
Ganar almas es difícil, demasiado difícil para que los seres humanos lo hagan solos. ¿Cómo podemos aprender a permitir que Dios gane almas, pero por medio de nosotros y de nuestra vida y testimonio?
III. NUESTRAS EXCUSAS: LA INCONVENIENCIA
La experiencia de Jonás en el vientre del gran pez (ver Jonás 2) fue una dramática muestra del amor y la misericordia de Dios, y la oración de Jonás revela que no llegó a captar el mensaje de amor de Dios. Pero el hecho de que hubiera tenido un encuentro increíble con Dios no significaba que sus antiguos hábitos de pensamiento o sus actitudes fuesen fáciles de cambiar, aunque fue a Nínive de todos modos.
Lee Jonás 3. ¿Cómo respondió la gente a la predicación de Jonás? ¿Qué lecciones de testificación se evidencian aquí?
Jonás dejó de lado sus sentimientos personales hacia los ninivitas, predicó lo que Dios le comunicó, y los resultados fueron asombrosos. Los ninivitas se arrepintieron. Sí, Jonás tuvo que pasar por muchas cosas, hacer lo que no quería hacer, pero cuando lo hizo, Dios fue glorificado.
Por ende, la misión de Dios se lleva adelante sobre los hombros de quienes están dispuestos a sacrificarse, aunque sea a regañadientes. Nuestros valores deben ceder el paso a la prioridad de Dios por los perdidos. Como Jonás, a veces albergamos prejuicios que nos impiden acercarnos a una persona o grupo.
Tener que enfrentarnos a nuestros prejuicios requiere humildad. La misión también requiere tiempo y energía emocional. Invertir en la vida de los demás y preocuparnos verdaderamente por ellos puede ser agotador. En una época en la que estamos estresados con nuestra vida y los problemas personales, ofrecer apoyo emocional puede parecer demasiado agotador.
Y, por último, participar de la misión a menudo exige que cambiemos nuestra forma de considerar el dinero y utilizarlo. Ya sea para ayudar a la gente, comprar publicaciones y materiales de evangelización, o pagar servicios para dedicar más tiempo a la obra misionera, hay gastos relacionados con la misión. La obra misionera, en cualquiera de sus formas, exige sacrificios.
Lo bueno es que, a pesar de las deficiencias de Jonás, Dios obró poderosamente para que los ninivitas se arrepintieran. Lamentablemente, Jonás no compartió la bendición del gozo celestial.
¿Qué sacrificio te pide Dios que hagas, o que estés dispuesto a hacer, para compartir su amor con otra persona? ¿Hasta qué punto confías en que él cumplirá su promesa de enriquecer tu vida mediante el sacrificio?
IV. NUESTRAS EXCUSAS: CONFRONTACIONES INCÓMODAS
“Señor, ¿no es esto lo que pensé cuando estaba aún en mi tierra? Por eso quise huir a Tarsis; porque sabía que tú eres clemente y piadoso, tardo para enojarte, abundante en amor, que desistes del mal” (Jonás 4:2). Qué hermosa oración la de Jonás. ¿O no?
Lee Jonás 4. ¿Qué le pasaba a este hombre?
Jonás sentía un odio tan profundo por el pueblo al que Dios lo había enviado que pensó que era mejor morir que quedar mal cuando se revelara el fracaso de su predicación catastrofista contra Nínive. Jonás quería que Nínive fuera la próxima Sodoma y Gomorra. Esperaba el juicio de Dios sobre este pueblo odiado. Cuando esto no ocurrió, su cosmovisión se sacudió hasta la médula, y Jonás prefirió morir antes que permitir que su mundo se diera vuelta.
Por segunda vez en la historia de Jonás, Dios lo confronta, no con un sermón ni un dicho, sino con una experiencia. Las cosmovisiones no se fabrican por encargo. Tampoco cambian porque oigamos algo nuevo o diferente. Las cosmovisiones suelen formarse y cambiar en función de las experiencias vividas y de cómo se interpretan o explican.
La nueva experiencia que Dios le dio tenía la intención de ayudar a Jonás a reconocer su propia visión distorsionada del mundo. Milagrosamente, Dios hizo crecer una planta en un día para que ofreciera sombra suficiente y así proteger a Jonás del sol abrasador. Jonás estaba agradecido, no a Dios, quien había obrado el milagro, sino por la planta. En lugar de verlo como un milagro inmerecido, lo consideró una bendición apropiada y merecida, como consecuencia de sus buenas obras. Cuando la planta murió, fue una desgracia que hizo que Jonás se enfadara y se sintiera inseguro de su propia valía, y sus pensamientos se volvieron suicidas.
A la experiencia le sigue la suave corrección de Dios, quien ayuda a Jonás a ver lo insensato que era de su parte valorar más una planta que los muchos miles de hombres, mujeres y niños de Nínive, así como sus animales.
La historia no termina con el arrepentimiento de Jonás. La historia con final abierto gira en nuestra dirección. ¿Qué haremos respecto de la preocupación de Dios por los malvados, por los violentos, por aquellos que no han sido alcanzados alrededor del mundo?
V. AQUÍ ESTOY, ENVÍAME A MÍ
La historia de Jonás es más que sorprendente. El hecho de que Dios pudiera salvar a los ninivitas a pesar del pobre testimonio de Jonás es un duro recordatorio de que nuestro papel no es más que ser canales de Dios, que es el único que puede convencer y convertir el corazón. Es un recordatorio de que Dios únicamente busca mensajeros dispuestos y humildes que sigan sus instrucciones.
Lee Isaías 6:1 al 8. ¿Cuál es la idea central expresada en este pasaje?
El llamado está allí. Dios busca voluntarios dispuestos. Debemos responder a este llamado sometiéndonos a su liderazgo, escuchando su voz y decidiendo obedecer lo que nos diga.
La historia de Jonás también revela el amor de Dios por las personas que viven donde no se percibe su amor y no se escucha su voz. Así como Dios se apiadó de Nínive, también se apiada de los millones de habitantes de las ciudades de hoy, donde los edificios sustituyen a los árboles y las flores, y el ruido constante hace difícil estar tranquilo y escuchar. Dios dijo de Nínive: “No disciernen entre su mano derecha y su mano izquierda” (Jonás 4:11). Dios necesita mensajeros dispuestos a llevar su mensaje de esperanza a quienes están abrumados por el ajetreo y la fealdad de la vida.
Isaías oyó una voz que decía: “¿Quién irá?” ¿Cuál será tu respuesta?
Desafío: En una hoja en blanco o en tu diario de oración, haz una lista de diez personas que sepas que no son creyentes. Las llamaremos tus “discípulos”. En lo posible, escribe sus nombres. Ten esta lista a mano y, por el resto del trimestre, ora diariamente por cada uno de tus diez discípulos. Ora para que Dios te ayude a entablar una amistad casual con los conocidos. Ora para que puedas desarrollar amistades más profundas, cercanas y de confianza con tus amigos casuales. Al profundizar tus relaciones, observa y escucha cuidadosamente, para que puedas identificar sus necesidades específicas, sus heridas y sus angustias. Luego, ora para que Dios atienda esas esferas de necesidad.
Desafío avanzado: Elige una ciudad cercana y otra en una parte diferente del mundo. Comienza a orar por las personas que viven y trabajan en cada una de ellas. Pide a Dios que haga surgir una fuerte presencia adventista que pueda compartir la verdad tal como la conocemos: la verdad acerca del pronto regreso de Jesús.
CONCLUSIÓN
Elena de White lanza una fuerte advertencia para aquellos que se resisten a seguir el llamado de Jesús para testificar a quienes los rodean.
“Las excusas de los que no realizan esta obra no los eximen de la responsabilidad. Si deciden no hacerla, descuidan a las almas por las que Cristo murió, descuidan la responsabilidad que Dios les dio y quedan registrados en los libros del Cielo como siervos infieles. El pastor, cuando se aleja de los que necesitan su ayuda, ¿está obrando como lo hizo el Maestro, con el fin de ser fortaleza y bendición para los demás? Los que descuidan el trato personal con las personas se vuelven egocéntricos, y necesitan esta misma experiencia de ponerse en comunicación con sus hermanos para poder comprender su condición espiritual, y saber cómo apacentar el rebaño de Dios, dando a cada uno su porción de alimento a su debido tiempo. Los que descuidan esta obra ponen de manifiesto que necesitan renovación moral, y entonces verán que no han llevado la carga de la obra” (Elena de White, The Advent Review and Sabbath Herald, 30 de noviembre de 1892).
Aunque son palabras muy fuertes que ponen de relieve la importancia que Dios otorga a la misión, no por ello nos quedamos sin esperanza. “El encargo que había recibido imponía a Jonás una pesada responsabilidad; pero quien le había ordenado que fuese podía sostener a su siervo y concederle éxito. Si el profeta hubiese obedecido sin vacilación, se habría ahorrado muchas experiencias amargas, y habría recibido abundantes bendiciones. Sin embargo, el Señor no abandonó a Jonás en su hora de desesperación. Mediante una serie de pruebas y providencias extrañas, debía revivir la confianza del profeta en Dios y en su poder infinito para salvar” (PP, 199).
Al igual que Jonás, es posible que nos resulte más fácil poner excusas para no participar de la misión. Puede haber muchas motivaciones para estas excusas. Sin embargo, nuestro llamado a la misión no es menos específico que el de Jonás. La pregunta es: ¿Cómo vas a responder?
¿Qué excusas has estado tentado a utilizar para no participar de la misión? ¿Cuál es tu Nínive?
Piensa en lo preciosa que es la verdad que tenemos los adventistas del séptimo día. Piensa en lo bendecido que eres por tener estas verdades. ¿Qué te impide compartir con otros lo que tanto amamos?
¿Cómo puedes aprender, por la gracia de Dios, a superar los temores que puedas tener en cuanto a testificar y cumplir con la misión?
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