Texto: Juan 4:28-30, 39-42.
Objetivo: Capacitar a los participantes para el ministerio personal.
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Davi França .
INTRODUCCIÓN
Hoy estamos celebrando el Sábado Misionero de la Mujer Adventista. El objetivo principal de esta celebración es que las mujeres adventistas se involucren todavía más en las actividades misioneras de la iglesia. La participación de las mujeres en la misión ha hecho una enorme diferencia a lo largo de nuestra historia y alrededor del mundo.
Un buen ejemplo es la historia de la joven Ana Cristina Carlson, quien nació en Suecia, el 27 de noviembre de 1870.
Desde pequeña Ana soñaba con ser profesora y ayudar a los pobres. A los 16 años emigró con su familia a los Estados Unidos. Su primer trabajo fue en un restaurante, donde conoció al joven Fernando. Algún tiempo después, en el año 1892, se casaron.
Al año siguiente, el matrimonio recibió la visita de un colportor (un misionero que trabaja vendiendo libros cristianos).
Compraron y leyeron el libro El conflicto de los siglos, de Elena de White y así conocieron la Iglesia Adventista. El misionero convenció a Fernando a abandonar el cigarrillo y, después de recibir los estudios bíblicos, el matrimonio comenzó a guardar el sábado.
Al guardar el sábado, además de la alegría de la fidelidad, vinieron las pruebas. Fernando fue despedido del trabajo.
Dios usó esa dificultad como la oportunidad para cambiar la historia de Ana y su esposo. Ellos decidieron estudiar enfermería para tener no solo una carrera, sino la oportunidad de ayudar a las personas a conocer a Jesús.
Un día como cualquier otro, mientras atendían en una sala de tratamientos, en Cleveland, Ohio, Dios impresionó a Fernando con el deseo de ser misionero. Él compartió la experiencia con Ana, quien le dijo que también soñaba con ayudar a las personas. Entonces, comenzaron a orar para pedirle a Dios que los ayudara a realizar ese sueño.
En 1909, en el Congreso de la Asociación General (evento mundial de los adventistas), el sueño comenzó a hacerse realidad. Después de escuchar al pastor José W. Westphal, presidente de la Iglesia en Sudamérica, hacer un llamado para que las personas se inscribieran como misioneras para el continente, ellos se ofrecieron para trabajar. Ese mismo año viajaron en un barco hasta Perú, para predicar el evangelio aun sin saber hablar una sola palabra en español.
Ana y su esposo ofrecieron asistencia médica y establecieron escuelas e iglesias; dieron instrucciones sobre mejores prácticas agrícolas y de saneamiento; obtuvieron ayuda gubernamental para los indígenas; mediaron conflictos entre comunidades; ayudaron a otros misioneros y trabajadores humanitarios; y realizaron muchas otras acciones en sus décadas de trabajo en el continente. Decenas de miles de personas fueron conquistadas para Cristo por sus esfuerzos.
Hoy, 110 años después de embarcarse para la Misión, Ana y Fernando Stahl son considerados por los adventistas y no adventistas como uno de los matrimonios misioneros más eficaces de la historia de Sudamérica. Hasta hoy, entre el pueblo de la Cordillera de los Andes, se cantan canciones sobre ellos, y en Perú y en Bolivia muchos niños llevan los nombres Fernando y Ana.
Numerosas iglesias, escuelas y misiones llevan el nombre en homenaje a ellos. Además, en todo el mundo, instituciones adventistas también recibieron su nombre, como la Clínica Ana Stahl, en Iquitos, Perú, y el Centro Stahl para Misiones Mundiales en la Universidad La Sierra. Ana murió el 5 de octubre de 1968, a los 97 años, después de una vida de servicio.
Pero su historia permanece viva inspirando a mujeres de diferentes generaciones a servir a Dios, cumpliendo la misión en todo el mundo.
Ana no fue la única mujer que hizo la diferencia al involucrarse en la misión. Hay varias mujeres que cambiaron no solo su vida o la vida de su familia, sino que también cambiaron barrios, ciudades, regiones y hasta países. La historia de una de ellas está en la Biblia, en el evangelio de Juan, capítulo 4.
UNA MUJER QUE CAMBIÓ LA HISTORIA DE SU CIUDAD
La historia es bien conocida. La mujer samaritana, como se la llama, fue hasta el pozo de Jacob cerca del mediodía a sacar agua para sus tareas domésticas. Al llegar encontró a un judío que estaba sentado junto al pozo descansando del viaje y exhausto por el calor. Todo transcurría como siempre, pero ese no era un día cualquiera. El hombre no era un hombre cualquiera. Y de ese momento en adelante, la mujer nunca más fue una mujer cualquiera.
Generalmente esta historia se cuenta para enfatizar el enfoque misionero de Jesús. Pero hoy, la cuento para mostrar que, así como la mujer samaritana, todos podemos cumplir la misión. Usted puede preguntar: “¿Cumplir la misión yo?”.
Otras dicen: “Pero yo no puedo viajar para ser misionera como Ana Stahl”. Un joven puede decir: “Yo no estudié teología como los pastores”. Usted puede estar pensando: “Tengo muchos problemas en mi vida, no soy tan consagrado… No creo que Dios me haya llamado para cumplir la misión”.
Bien, la historia de esa mujer de Samaria muestra que, para cumplir la misión, usted no necesita ser perfecta, no necesita saber todo y no necesita ir tan lejos. Ella cumplió la misión muy cerca de su casa, habló de Jesús a otros y dio su testimonio. Para conocer mejor la historia de esa misionera improbable leeremos los versículos 28-30 y después los versículos 39-42.
I. PARA CUMPLIR LA MISIÓN USTED NO NECESITA
a) Para cumplir la misión usted no necesita ser perfecta.
La mujer samaritana sabía que no era perfecta. La verdad, es que ella tenía consciencia de que estaba lejos de ser perfecta. El hecho de que ella fuera al pozo en un horario en el que probablemente no encontraría a nadie es una fuerte evidencia.
Otra evidencia es la afirmación de Jesús sobre su vida conyugal. Pero la mayor evidencia es el clamor del alma sedienta:
“Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla”.
La mujer samaritana vivía una vida de pecado. La culpa oprimía su corazón. La consciencia oprimía su mente.
Las miradas prejuiciosas cortaban su alma. Ir al pozo, día tras día, era una experiencia muy oprimente. Era humillante. Su existencia no tenía sentido. Ella tenía sed de algo que esa agua no podía saciar. Tenía sed de paz, de libertad, de vida.
Si tuviéramos que elegir a una persona para enviarla como misionera a una región todavía no alcanzada, jamás elegiríamos a esa mujer. Ella nunca se inscribiría en un proyecto misionero de la iglesia. Pero, después de su encuentro con Jesús, su vida imperfecta, en vez de una excusa para no cumplir la misión, se transformó en el contenido de su predicación. “¡Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho!”.
b) Para cumplir la misión usted no necesita saber todo.
La mujer samaritana no sabía todo sobre la religión y mucho menos sobre Jesús. Ella tenía dudas sobre la Biblia, estaba confundida sobre cómo adorar a Dios correctamente y, aunque esperaba la venida del Mesías, no estaba preparada para el encuentro con él. En realidad, si Jesús fuera una persona cualquiera y la mujer tuviera la misión de mostrarle la verdad, él estaría perdido.
Además de la vida imperfecta, la falta de conocimiento o de capacidad también es una excusa que usamos para no cumplir la misión. “Yo no sé dar estudios bíblicos”. “Tengo vergüenza de hablar con las personas”. “No conozco tan bien la Biblia”. “Ya no tengo más edad para eso”. “Soy muy joven para eso”. ¡Cuántos de nosotros ya oímos o dijimos frases como esas! Usamos nuestras limitaciones como un impedimento para nuestra participación en la misión.
La historia de la mujer samaritana está ahí para mostrarnos que usted no necesita saber todo para cumplir la misión.
Lo importante no es cuánto usted conoce, sino cuánto de lo que conoce impactó su vida. Usted no necesita conocer todo sobre Jesús para cumplir la misión, necesita solo hacer conocer a otros al Jesús que conoce todo sobre usted y aun así lo ama.
c) Para cumplir la misión, no necesita ir tan lejos.
La mujer samaritana quedó impactada por el mensaje y la persona de Jesús. Su primera reacción a la experiencia marcante que vivió fue volver a donde vivía y contarles a las personas que ella creía que había encontrado al Mesías. Después de probar por sí misma la verdad de las palabras de Jesús, ella fue corriendo hasta las personas de su ciudad para compartirles lo que había aprendido.
Además de una vida imperfecta, y de la falta de conocimiento o habilidad, la dificultad de ir a una región no alcanzada también es una excusa que usamos para no involucrarnos en la misión.
Además de nuestra objeción también hablamos de puertas que no se abren, de corazones que son duros, de mentes secularizadas. Todas esas dificultades las presentamos como barreras para la predicación del evangelio y el cumplimiento de la misión.
Sin embargo, en esa historia no vemos a una mujer que duda. Ella hasta podría haber pensado que las personas de la ciudad no creerían en su testimonio. Ellos la conocían bien, y podrían cuestionar su capacidad de reconocer al verdadero Mesías. Pero vemos que era una mujer decidida a llevar a otros, a los más cercanos, lo que ella misma estaba viviendo.
“Venid y ved”.
Nuestro mayor campo misionero es nuestra familia y nuestro vecindario. Si Jesús tiene poder para transformar nuestra vida desequilibrada, también tiene poder para transformar la vida desequilibrada de otros que están cerca nuestro.
Si para cumplir la misión la persona no necesita ser perfecta, no necesita saber todo y no necesita ir tan lejos, ¿significa que cualquier persona puede cumplir la misión?
Eso mismo. Hoy estamos contando la historia de la mujer samaritana para mostrar que, así como ella, todos podemos cumplir la misión. La pregunta es ¿cómo? ¿Cómo puedo cumplir la misión? La respuesta también está en la experiencia de esa mujer.
II. PARA CUMPLIR LA MISIÓN USTED DEBE…
a) Para cumplir la misión usted debe priorizar la misión.
El impacto del encuentro con Jesús cambió totalmente la escala de valores y la lista de prioridades de la mujer samaritana. Los discípulos volvieron de la ciudad con el almuerzo y se sorprendieron por el diálogo. Juan afirma que ella dejó su cántaro y fue inmediatamente a la ciudad a anunciar su reciente y extraordinario descubrimiento: ¡Venid y ved!
Aunque las tareas de la casa eran importantes esa tarde no eran más importantes que dar la noticia. El jarrón de agua abandonado es un poderoso símbolo exterior de lo que sucedió en el interior del corazón de esa mujer. Una transformación. De la misma manera, las personas sabrán si realmente fuimos transformados al mirar nuestra lista de prioridades.
Para cumplir la misión debemos priorizar la misión. Así como para Jesús era más importante hasta que comer o beber.
Así como para la mujer samaritana era más importante que cualquier otra cosa. Si la misión es más importante que cualquier otra área de nuestra vida, la misión será parte de todas las áreas de nuestra vida. Cuando una persona es evangelizada, se transforma en evangelista.
b) Para cumplir la misión, usted debe compartir su testimonio.
Las personas que conocían a esa mujer no podían negar la súbita transformación que testificaron. Los ojos tristes, que nunca miraban de frente por la vergüenza, ahora estaban brillantes por la esperanza que se había encendido en su corazón.
El versículo 42 afirma que muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer.
Ella no hizo un sermón, pero presentó su argumento. “Un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho”. La lógica es la siguiente: las personas de la ciudad sospechaban de su estilo de vida y por eso la juzgaban. Jesús sabía todo lo que ella hacía y, aun así, le ofreció su gracia.
Aunque sencillo, el testimonio fue poderoso. Aunque había regresado del pozo sin el agua que había ido a buscar, ella estaba rebosando alegría. Todos en la ciudad notaron que ella estaba diferente.
Y aquí entra el contenido de la predicación misionera.
Para cumplir la misión usted debe compartir su testimonio.
No se puede negar el poder de una vida que fue tocada por la gracia de Cristo. Si su vida fue transformada por el poder de Dios, usted necesita compartir esa verdad. Necesita permitir que las personas vean la diferencia que Cristo hizo en su vida. Necesita permitir que ellas sepan que Jesús las acepta y les ofrece su gracia.
c) Para cumplir la misión, usted debe enfocar a Jesús.
Otro punto clave para aprender con la mujer samaritana es que ella puso su foco en Jesús. Esta es tal vez una de las mejores maneras de usar un testimonio personal para cumplir la misión. Ella no dijo: “Tuve la experiencia personal más increíble de mi vida”. Dijo: “Venid y ved”. El foco está en el lugar correcto. El testimonio fue usado para despertar la curiosidad, pero la esencia del mensaje era la persona de Jesús.
Cumplir la misión es mostrar el Salvador al mundo. Por más que usemos nuestro testimonio o diferentes recursos y estrategias para atraer la atención de las personas, el centro de nuestro mensaje es Cristo. Debemos hablar de su vida, muerte, resurrección, ministerio y su pronto regreso para buscarnos.
Debemos predicar la Palabra. Por más que nuestros argumentos sean interesantes o inteligentes, lo que actuará como una espada de dos filos y rasgará el orgullo y la dureza del corazón de las personas es la Palabra. Así como en aquel día en Samaria, si nuestro foco está en Jesús, las personas se sentirán atraídas a él y creerán en él por su Palabra.
CONCLUSIÓN
Sobre la experiencia misionera de la mujer samaritana, Elena de White afirma: “Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que era un campo alentador. Tenían sus pensamientos fijos en una gran obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír del Salvador. Ella llevó en seguida la luz a sus compatriotas.
“Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a todos, y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua de la vida” (DTG, 166 - SC, 14).
Todavía hoy, Dios usa a mujeres que están dispuestas a mostrar al Salvador al mundo. En todos los lugares, las personas pueden encontrar a Jesús por medio de mujeres que se levantan para decir: “Venid y ved”.
Como en el nordeste de Brasil, donde Enir, así como la mujer samaritana, está cambiando la historia de su ciudad. (Video).
La dueña de casa Enir Nascimento Soares, más conocida como “hermana Enir”, tiene 72 años y es adventista hace 43.
Vive en el sur de Bahía y es muy activa en la iglesia. Participa de los encuentros de líderes de la Asociación y no se pierde una capacitación de evangelismo. A lo largo de su ministerio voluntario, participó de tantas capacitaciones que ya perdió la cuenta. En la última de ellas llevó a la iglesia un señalador de páginas para ser distribuido entre los miembros. Cada miembro debería llenar el señalador con el nombre de una persona por quién le gustaría orar y evangelizar. La hermana Enir no sabía cómo usar el señalador porque ya estaba estudiando la Biblia con 57 personas.
Usted puede preguntarse ¿cómo una señora de 72 años que cuida de su propia casa todavía encuentra tiempo para estudiar la Biblia con 57 personas? La receta, según ella es sencilla. Si usted fue salva por Jesús, hará de la salvación de otras personas una prioridad.
La hermana Enir se levanta todos los días, según dice “de sábado a sábado”, a las cuatro de la mañana. Pasa una hora en oración y estudio de la Biblia. Después cuida de la casa.
Limpia, lava y plancha, prepara el almuerzo, lava la loza. Al medio día almuerza y descansa unos minutitos, porque nadie es de hierro, ¿no?
A las 13:00 en punto sale para visitar a sus alumnos.
Para poder visitar a todos, hace una visita a cada alumno una vez por semana. Para visitar a 57 cada semana trabaja duro, a veces hasta media noche. Pero afirma que no puede dejar de visitar a ninguno para que no se desanimen. Ella mantiene ese ritmo intenso hace más de 40 años y aunque haya perdido la cuenta de las capacitaciones en las que participó, una cuenta no pierde: ¡Ya llevó más de 2.000 personas al bautismo!
El consejo que da a los jóvenes es bien directo:
“Salgamos de la ociosidad. Salgamos de la comodidad de nuestro sofá y vayamos a cumplir la misión. Vayamos a la calle a llevar el evangelio a las personas. Porque Jesús pronto vendrá y él está más ansioso de venir a buscarnos de lo que muchos de nosotros en verlo regresar”.
A pesar de todo ese éxito misionero, la hermana Enir es humilde y modesta. Cuando le preguntan cuál es el secreto del éxito, ella responde: “Yo soy solo un instrumento en las manos de Dios. No somos nosotros los que convencemos a las personas.
El ‘íd’ es para nosotros, nosotros tenemos que predicar, pero el que hace la obra es el Espíritu de Dios. Él es el que convence. ¡Él es el que transforma vidas!”.
Aunque ya hace algún tiempo está en la edad de la jubilación, ella no está cansada y no piensa abandonar. “Mientras Dios me sostiene y me da aliento de vida yo voy a seguir en este camino. Voy a seguir en el evangelismo.
LLAMADO
"No descuidéis las cosas pequeñas esperando una obra más importante. Puede ser que seáis capaces de cumplir con éxito una obra limitada mientras que fracasaríais completamente en una obra más grande, cayendo además en el desaliento. Haced todo lo que os venga a mano. Ya seáis ricos o pobres, grandes o pequeños, Dios os llama a servirle activamente. Al hacer voluntariamente lo que os venga a mano, vuestros talentos y aptitudes se desarrollarán para la obra. Y es al descuidar las oportunidades diarias cómo os volvéis inútiles. Por esta causa, hay en el huerto del Señor tantos árboles que no llevan fruto". 3JT, 348.
La historia de Ana Stahl, la historia de la mujer samaritana y la historia de la hermana Enir las cuento hoy para mostrar que todos podemos cumplir la misión. No deje que sus imperfecciones, su falta de conocimiento o habilidades, y mucho menos la distancia, sean excusas en su vida. Haga de la misión su prioridad, comparta su testimonio y ponga el foco en Jesús.
Con seguridad muchas personas también creerán en él por su intermedio. Haga como la hermana Enir, como Ana Stahl y como la mujer que volvió a la ciudad de Samaria y dijo: “Venid y ved”. Muestre al Salvador al mundo.
¿Cuántos aquí hoy, mujeres y hombres, quieren levantarse, salir y decir “Vengan y vean”?
¿Cuántos quieren mostrar el Salvador al mundo?
Pónganse en pie y vamos a orar para que Dios nos dé las oportunidades y la valentía para cumplir la misión donde estamos.
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