miércoles, 1 de mayo de 2024

Principios y propuestas para una misión urbana

By
Kléber Gonçalves

"¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? (Romanos 10:14).

Principios y propuestas para una misión urbana

Según Borán (1994, 95) “Es en la ciudad donde la cultura moderna tiene mayor penetración”.

EL CAMBIO CULTURAL del territorio familiar de la modernidad hacia la tierra desconocida de la posmodernidad tiene serias implicaciones misiológicas para la iglesia urbana. Las estrategias y métodos que han sido eficaces para llegar a las personas con el evangelio bajo la cosmovisión moderna pueden no ser tan eficaces para llegar a personas orientadas por la condición posmoderna. 

Las preguntas de hoy son: 
¿Cómo comunicamos la verdad del evangelio a las personas que rechazan el concepto de verdad absoluta? 
¿Cómo podemos dialogar con personas espirituales que están en contra de las organizaciones religiosas? 
¿Cuáles son algunos de los conceptos posmodernos básicos que podrían usarse como puentes para llegar a la mente posmoderna en el contexto urbano? 
Hasta la fecha, la misiología urbana apenas ha abordado estas cuestiones. 
El propósito de este capítulo no es presentar un modelo, sino más bien proporcionar una discusión de algunas de las implicaciones más importantes de la posmodernidad para la misión urbana y sugerir principios seleccionados que pueden ser aplicables a la misión urbana para alcanzar a los posmodernos.

Implicaciones posmodernas para la misión urbana.

De hecho, la condición posmoderna tiene implicaciones críticas para la misiología, especialmente en el contexto urbano. La iglesia urbana ahora enfrenta el desafío de aceptar los beneficios de la decadente cosmovisión moderna sin caer en las trampas de la condición posmoderna. Entre las implicaciones más urgentes que enfrenta la iglesia urbana en la condición posmoderna, podemos destacar:

- El Cambio epistemológico a la experiencia;
- El Cambio económico y el consumismo;
- El cambio temporal al presente;
- El cambio de la comunicación al ciberespacio
- El desplazamiento espacial hacia lo glocal.

1. Del cambio epistemológico a la experiencia

La actual condición posmoderna presenta una implicación misiológica adicional a la misión urbana, de la misma manera que el posmodernismo muestra interés en el reino más allá del conocimiento y la observación. 
Los posmodernistas, según Donovan y Myors (1997, 51) prefieren "la experiencia en vez de lo cognitivo”. Al rechazar la epistemología de la Ilustración, los posmodernos creen que la razón humana no respalda todas las soluciones a los problemas de la vida. Algunos aspectos de la verdad están más allá de la comprensión racional y la razón no puede comprenderlos completamente, argumentan los posmodernistas. Como resultado, un profundo escepticismo sobre la capacidad racional humana ha llevado a la aceptación de diversas formas de conocimiento. Esto involucra elementos como el instinto, la emoción, el sentimiento y la intuición (SMITH, 2001, 4748; ver MCLAREN, 2000, 124). En otras palabras, los posmodernos no se guían por la razón como antes en la cosmovisión moderna, “sino que también quieren saber cómo se experimenta un evento u objeto” (SMITH, 2001, 48, énfasis añadido).

Van Gelder lo confirma:

La generación que está siendo moldeada por las creencias posmodernas confía tanto en sus sentimientos como en sus pensamientos. De hecho, el carácter caótico y competitivo de numerosas afirmaciones de verdad hace que muchos recurran a sus sentimientos, instintos e intuiciones como una fuente de conocimiento más segura y confiable […]. La gente posmoderna quiere experimentar la vida mucho más que comprenderla (VAN GELDER, 2002, 499).

En una sociedad posmoderna, la implicación personal es tan importante como lo fue la riqueza material para las generaciones anteriores (TABB, 2004, p. 19).

La experiencia se ha convertido en la nueva moneda de la economía posmoderna. Sin embargo, es importante señalar que este cambio epistemológico no indica que el posmodernismo sea irracional. Leonard Sweet (2000, 33) afirma que “los posmodernos no quieren que su información sea directa. Lo quieren junto con la experiencia”. El conocimiento y la lógica, sin embargo, siguen teniendo su lugar, pero ya no son los temas predominantes. En el pasado, el conocimiento era validado por la experimentación empírica, hoy, la experiencia personal es validada por el conocimiento (KIMBALL, 2004, 186). La cultura posmoderna, como señala Terry Bowland (1999, 126), “ha alcanzado el nivel más alto de importancia”. Como consecuencia, las decisiones tomadas por los posmodernos, especialmente entre las generaciones más jóvenes, tienen más que ver con lo que sienten que con lo que saben (SMITH, 2001, 48). Además, la participación y las experiencias interactivas se han convertido en aspectos cruciales en las vidas de las generaciones posmodernas emergentes. (El libro Generating Hope de Jimmy Long (1997, p. 17-79) indica la interacción entre la literatura en el posmodernismo en la llamada Generación X. Al reunir los dos análisis, Long forma la base de sus propuestas prácticas opuestas sobre cómo llegar a los posmodernos).

Este hecho tiene profundas implicaciones para la forma en que los posmodernos aprenden, se comunican e interactúan con el mundo que los rodea. Un ejemplo claro es la forma en que el público espectador está ansioso por participar en concursos televisivos, informativos y reality shows a través de sus cuentas telefónicas o de internet para votar o dar su opinión sobre el resultado del programa (KIMBALL, 2003, 155-156; ver HERANGI, 2002, 5, 6) Otro ejemplo de esta experiencia interactiva proviene del mundo empresarial. Antiguamente bastaba con presentar información sobre un producto para venderlo. Sin embargo, en The Experience Economy, Joseph Pine y James Gilmore defienden la importancia de vender “la experiencia” de un producto antes de venderlo. Afirman: “Cuando personalizas una experiencia y la personalizas sólo a un individuo, proporcionándole exactamente lo que necesita ahora, automáticamente has iniciado una transformación” (PINE; GILMORE, 1999, 165). 

Por lo tanto, es la experiencia de un producto la que producirá una impresión duradera y, en última instancia, creará una transformación en el individuo (PINE; GILMORE, 1999, 172). En el contexto de la misión urbana, el cambio epistemológico hacia la experiencia tienen profundas implicaciones. La vida urbana está llena de ofertas de diferentes experiencias y posibilidades, que, en la mayoría de los casos, simplemente tienden a alejar al individuo de Dios. Como resultado, la iglesia urbana que pretende comunicarse eficazmente con la mente posmoderna; para llamar su atención debe aprender a ir más allá del nivel intelectual. Debe tenerse en cuenta la relación dinámica entre las dimensiones intelectual y experiencial de la vida humana. Como reflexiona Bowland (1999, 126), la iglesia tiene “que tener en cuenta que la gente en el mundo posmoderno de hoy quiere experimentar lo que [la iglesia] tiene para ofrecer. Si no pueden experimentarlo, es probable que nunca lo acepten”. Por otro lado, la iglesia urbana no debe olvidar que parte del colapso de la cosmovisión moderna implica el dualismo entre pensamiento y emoción. Ambos son vitales para la misión, “pero no cuentan toda la historia por sí solos” (POE, 2001, 62). Deben verse como complementos esenciales para proclamar el evangelio a la mente posmoderna. La búsqueda posmoderna de experiencia ha alimentado, hasta cierto punto, otro tema que conlleva implicaciones misiológicas para la iglesia urbana: el consumismo.

2. Del cambio económico al consumismo

Otra dimensión notable de la modernidad a la posmodernidad es el cambio de una cultura basada en la producción a una cultura basada en el consumo (CRAY, 1998, 4). Nick Mercer (1995, 325) afirma que, en la condición posmoderna, “la productividad entro en colapso en el agujero negro del consumo”. Aunque el consumo puede encontrarse en todas las culturas humanas, sólo en la condición posmoderna aparece como una característica fundamental de la sociedad (CORIGAN, 1998, 1). Jean Baudrillard (1998, 85-86) sostiene que el consumismo es un fenómeno posmoderno. Michael Jessup (2001, 289), a su vez, está de acuerdo que “el estilo posmodernista y sus formas caracterizan el consumismo”. (Alan Storkey (2000, 115), a su vez, afirma: “El posmodernismo es consumo. La deconstrucción y fragmentación que a menudo se identifica como cambios en los enfoques del texto y la filosofía son en realidad compra de publicidad, cultura televisiva, entretenimiento, necesidades impulsivas, y los seres vivos, en una palabra: el consumo. Aquí es donde se ubica y se inicia la fragmentación, y muchas culturas simplemente reflejan estas presiones. Además, la cultura está, en principio, fragmentada porque el consumismo utilizará cualquier lenguaje cultural disponible para generar ventas”.

El equivalente posmoderno del lema de la Ilustración, Cogito, ergo sum, bien podría expresarse como Tesco, ergo sum: “Compro, luego existo” (MERCER, 1995, 325).

El consumismo posmoderno está marcado por la constante expansión de las herramientas de marketing y publicidad en el esfuerzo por establecer y controlar mercados, y también en el proceso activo de ofrecer placer y significado como una nueva fuente para encontrar la propia identidad personal (MACKEY, 1997, 1-12).

Sampson escribe: “Los productos se valoran más por lo que significan que por su utilidad, lo que hace que las personas encuentren significado en el acto mismo de consumo”.

Una propaganda de ventas de autos de lujos apunta: "COMPRA UN FERRARI QUIEN QUIERE SER ALGUIEN, COMPRA UN LAMBORGINI QUIEN YA ES ALGUIEN".

La imagen publicitaria y los productos se convirtieron en bienes de consumo para satisfacción personal, y no como representación de productos reales (SAMPSON, 1994, 31).

Indignado, Mercer (1995, p. 329-330) añade:
"¿Por qué tengo que elegir entre 83 tipos diferentes de cereales para el desayuno? ¿Por qué llevo la moda de esta temporada? ¿Por qué a tantos millones de occidentales les encantan las vitrinas de vidrios y espejos de los centros comerciales todos los sábados y domingos? Porque es en la opción de elegir y comprar que encuentro identidad y aceptación […]. Ésta es la ilusión de libertad que nos ofrece el capitalismo tardío. Se basa en la idea de que “el amor al dinero” es el único dinamismo mediante el cual puede funcionar la economía mundial. Así pues, si no puedo elegir y comprar porque soy "menos favorecido", debo buscar identidad y aceptación en otra parte, o de lo contrario me voy a desesperar. Ese “otro lugar” puede ser la religión, las drogas, el sexo, el rock and roll, la violencia o una mezcla de todos ellos”.

En consecuencia, especialmente entre los jóvenes, la forma en que consumen es una parte fundamental para expresar el tipo de personas que son y el tipo de personas que ellos representan ante los demás (WYN; WHITE, 1997, 86). Gunter y Furnham (1998, p. 170) afirman que “los consumidores jóvenes quieren productos y servicios que les proporcionen algo, que les haga verse o sentirse mejor, divertirse más y ser mejor aceptados dentro de su grupo de amigos”. Los shoppings o centros comerciales bien pueden simbolizar una nueva forma de comunidad urbana donde, en última instancia, las personas interactúan entre sí sólo para satisfacer su vicio de comprar. Cray (1998, 5) confirma: “El consumismo fue construido para ser adictivo […] el deseo por la última novedad, por lo más reciente se estimula continuamente y la economía de consumo funciona sólo para crear una cultura de insatisfacción más que de satisfacción”. 

"Muchos han manifestado demasiada avidez para conseguir dinero. Todo esto es malo. Ha entrado un espíritu mundano, y Cristo ha salido. Quiera Dios apiadarse de su pueblo. Y yo espero que ustedes se conviertan". 2TI, 160.

En este contexto, el valor fundamental de una sociedad de consumo posmoderna se convierte en una elección personal. 
“La elección [es] el centro del consumismo, como emblema y valor central” (GABRIEL; LANG, 1995,  27). El supuesto básico es que todo el mundo puede lograr cualquier cosa que se proponga; es sólo una cuestión de elección personal. En la condición posmoderna, la elección personal ha reemplazado el “progreso” de la modernidad así como los principales valores y creencias (CRAY, 1988, 6). Surge así una nueva forma de individualismo que conduce al aislamiento; que a su vez remite al consumismo como una forma de suprimir los efectos negativos de la soledad. Con el tiempo se convierte en un círculo vicioso (ver FRAZEE, 2001, 177-179). (Frazee (2001, p. 179) sugiere: “Cuanto más nos obsesionamos con aplicar el consumismo como solución a nuestra soledad, más se alimenta la mentalidad individualista”

El consumismo también tiene un lado espiritual o una dimensión antiespiritual. Un estudio sociológico señala que el placer de mentir está en el centro del consumismo. Él encuentra en el consumismo un único campeón que promete liberarlo tanto de la esclavitud del pecado, del deber y de la moralidad, como de sus lazos con la fe, la espiritualidad y la redención. El consumismo proclama el placer no sólo como un derecho individual, sino también como una obligación personal […] La búsqueda del placer, sin culpa ni vergüenza alguna, se ha convertido en la nueva imagen de la buena vida (GABRIEL; LANG, 1995, 100).

Las iglesias urbanas y las organizaciones misioneras deben tener cuidado de no caer en el patrón social del consumismo posmoderno, donde “el cliente reina y los productos se moldean de acuerdo con sus deseos” (DOWSETT, 2000, 459). Muchos cristianos que viven en centros urbanos, lamentablemente, han seguido este camino. Preocupado por su comportamiento, Jimmy Long (1997, 97) escribe: “En lugar de formar parte de una comunidad cristiana, asisten a dos o más iglesias en busca de satisfacer sus necesidades personales. De modo que siguen siendo espectadores o consumidores en cada iglesia”. Por lo tanto, a medida que la misión urbana se alinea con la mentalidad del consumidor, sus métodos y estrategias pueden basarse cada vez más en la motivación personal.

3. El cambio hacia lo temporal

En contraste con el premodernismo y la cosmovisión moderna (el primero establece un sentido común de creencia en la autoridad del pasado, y el segundo, una confianza ideológica en el futuro), la condición posmoderna está marcada por la desilusión sobre lo que ha sucedido antes y la incertidumbre sobre lo porvenir. Mark C. Taylor (1984, 3) cree que los posmodernos “parecen no estar seguros de dónde vienen y hacia dónde van”. Graham Cray (1998, 7) afirma: “la posmodernidad ha perdido la certeza de su esperanza en el futuro y no ha logrado redescubrir ningún sentido coherente de arraigo en el pasado”. Dado que la condición posmoderna tiende a enfatizar la actualidad como la dimensión más importante de la vida humana, el “ahora” se ha convertido en todo lo que existe y lo único que importa.

Van Gelder (1996b, 136-137) está de acuerdo: “El carácter perspectivo de la perspectiva posmoderna tiende a centrar la atención en el ‘ahora’ de la vida como la única realidad importante […]. Esto resulta en una pérdida de perspectiva histórica y consciente del carácter contingente de toda existencia humana” (ver BROWN, 2001, 160). Como resultado directo, las personas piensan menos en las consecuencias relacionadas con sus decisiones y acciones y, por lo tanto, los conceptos de moralidad y responsabilidad se ven profundamente afectados (GUDER, 1998, 45). Además, un énfasis desequilibrado en la dimensión actual puede conducir a preguntas críticas sobre la identidad personal y comunitaria (CRAY, 1998, 7-8). 

Mercer (1995, p. 333) escribe:
La posmodernidad defiende una nueva conciencia del tiempo y el espacio, una nueva forma de relacionarnos con las cosas del pasado y el espacio en el que vivimos e interactuamos. Todo se ve a través del “aquí y ahora”. No hay historia ni futuro, pero éste no es solo el existencialismo del “ahora” de autenticación a través de la decisión. Es un reconocimiento de que toda la historia es una historia del presente.

Una de las consecuencias más críticas del énfasis excesivo en la dimensión actual de la existencia humana es que en su búsqueda de identidad personal y comunitaria, los posmodernos intentan definirse a sí mismos a través de los medios de la cultura popular (SMITH, 2001, p. 162). Además, centrarse en el “presente” lleva a muchos posmodernos a experimentar una pérdida de dirección futura y una disminución del sentido de esperanza y propósito, creando así una visión negativa de la vida humana. En el contexto de la misión urbana, otra implicación de una cultura del presente radica en el uso creciente del ciberespacio como un “poderoso puente tecnológico entre lo efímero y lo eterno” (BEAUDOIN, 1998, p. 46). Esto parece ser un intento de llenar el vacío causado por el énfasis excesivo en el “ahora” como única dimensión vital de la existencia humana.

4. Del desplazamiento de la comunicación al ciberespacio

Al intentar abordar la condición posmoderna con el evangelio, la iglesia urbana debe involucrarse en una comunicación efectiva, especialmente porque la comunicación siempre ha influido en cómo la iglesia proclama su mensaje. (Para una mejor comprensión de la importancia de la comunicación en la proclamación del evangelio ver BABIN; IANNONE, 1991, 70-109).

El mundo occidental, sin embargo, está atravesando una de las revoluciones más significativas de la historia de la humanidad: la revolución de las comunicaciones (CAIRNCROSS, 2001, 2). La evolución tecnológica en las comunicaciones ha avanzado a una velocidad increíble durante las últimas décadas con la creciente integración de los sistemas informáticos en los medios de comunicación. Según Frances Cairncross (2001, 2), la revolución de las comunicaciones “estará entre las fuerzas más importantes que determinarán la sociedad en los próximos cincuenta años aproximadamente”. (Por ejemplo, el impacto y la velocidad de la revolución de las comunicaciones se pueden discernir claramente en la diferencia entre los subtítulos de una edición anterior de "La muerte de la distancia" (1997), publicada apenas cuatro años antes.)

En el mundo moderno, la comunicación se producía principalmente a través del conocimiento cognitivo. Las palabras, tanto en forma oral como escrita, eran el medio de comunicación dominante. En la condición posmoderna, la comunicación ha cambiado hacia una forma más interactiva que genera conocimiento a través de la participación personal (WEBBER, 2003, 24). Sin duda, este cambio tiene implicaciones irreversibles para la misión urbana en una condición posmoderna emergente. Para Drummond (2002, 120), “a pesar de la complejidad del tema, el obstáculo que la comunicación presenta a la misión puede describirse simplemente por la necesidad de la iglesia de aprovechar la ola comunicativa en este nuevo segmento de la sociedad”.

Para los propósitos de este estudio, el ciberespacio se refiere a Internet y la Web. Aunque tanto Internet como la Web surgieron a finales de los años 1980 y principios de los 1990, estos nuevos medios pueden verse como una continuación de dos avances tecnológicos más antiguos: computadora personal y el videojuego. La primera generación de posmodernos creció interactuando con estas máquinas y su rápida adaptación al ciberespacio está directamente relacionada con esta experiencia tecnológica (ver BEAUDOIN, 1998, 42-45).

En este contexto, el ciberespacio se está convirtiendo en el mecanismo de comunicación posmoderno por excelencia, especialmente por su fuerte influencia sobre los posmodernos (DRUMMOND, 2002, p. 120).

Como componente fundamental de la revolución de las comunicaciones actual, el desarrollo del ciberespacio es cada vez más reconocido como “uno de los mayores inventos en la historia de la civilización” (SWEET, 2000, p. 115).

Nunca antes un nuevo invento había pasado tan rápidamente de “la oscuridad a la fama mundial” (CAIRNCROSS, 1997, 75).

Cairncross (1997, 76) afirma que el ciberespacio ofrece “un mundo en el que la transmisión de información no cuesta prácticamente nada, la distancia es irrelevante y cualquier cantidad de contenido es accesible instantáneamente”.

Además, el ciberespacio es visto como una poderosa herramienta para el cambio social entre los posmodernos (ver SWEET et al., 2003, 155-156).

Rob Weber afirma: "La cantidad de información que recibimos y las diferentes oportunidades de acceso aumentan dramáticamente cada día. Es sorprendente cuánta información se nos presenta de forma regular [...]. Acceso a casi todas las culturas, filosofías y sistemas religiosos. y los grupos de interés están a sólo unos clics de distancia. Internet no es sólo una fuente pasiva de información (que está a nuestra espera), viene hacia nosotros nos llega a través del envío de correo electrónico "spam", información de seguimiento y anuncios emergentes. Estamos siendo inundados por una tormenta de historias, imágenes e información" (WEBER, 2002, p. 27).

El ciberespacio encarna el ethos posmoderno al menos de dos maneras.

Primero, crea una realidad virtual donde se logra fácilmente el espíritu posmoderno de ficción se mezcla fácilmente con la realidad. En la realidad virtual no existen barreras temporales ni espaciales; y cualquiera puede estar en cualquier lugar y en cualquier momento (ver MERCER, 1995, 323).

En segundo lugar, responde a uno de los principales deseos de quienes buscan una experiencia de realidad virtual: la velocidad.

Beaudoin (1998, 86-87) afirma que la búsqueda de una velocidad “perfecta” en el entorno ciberespacial “garantizaría una simulación posiblemente ‘real’ y, por tanto, permitiría la presencia en un ámbito que está más allá de los límites de la realidad” .

Por lo tanto, en una sociedad urbanizada y posmoderna, la iglesia urbana debe estar abierta al ciberespacio como un nuevo sistema de entrega de información. Sin embargo, al mismo tiempo, la iglesia urbana debe ser consciente de que cuanto más conectada está electrónicamente, más desconectada se vuelve personalmente (SWEET, 2000, 115).

En la búsqueda posmoderna de una experiencia en línea para satisfacer la soledad de una existencia desconectada, es responsabilidad de la iglesia urbana brindar opciones y dirección para las relaciones sociales en el ciberespacio, que según Sweet et al. (2000, 156), “los modernos ni siquiera pueden empezar a comprenderla”. Además, con la proliferación del ciberespacio en todo el mundo, las dimensiones espaciales locales y globales se fusionan y se aproximan cada vez más (BEAUDOIN, 1998, p. 57).

5. Del cambio espacial al cambio glocal

Otra implicación importante para la misión urbana en una sociedad posmoderna proviene de la difusión del impacto de la globalización: el concepto de glocalidad.

Al describir el impacto de la globalización en la cultura occidental, Samuel Escobar escribe: “Debido a la expansión de la cultura occidental durante los siglos XIX y XX, a través de los medios de comunicación y la educación, por ejemplo, cada graduado universitario en cualquier parte del mundo asimiló elementos centrales de la cultura occidental”. La tecnología que forma parte de nuestro mundo globalizado tiene hábitos, formas de relacionarse, formas de moverse y comunicarse occidentalizadas a nivel global. En consecuencia, las características culturales que incluyen las tendencias que llamamos posmodernas […] se están extendiendo por el mundo y en diferentes culturas, coexisten e interactúan en un proceso de transición” (ESCOBAR, 2003, 71, ver FRIEDMAN, 2000, 236 -239).

La glocalidad describe la interacción entre la influencia global y el énfasis local. William Lim escribe;

El concepto de glocalidad involucra y define lo local y lo global. Esto requiere una interacción continua entre ambos y su frecuente cruce de fronteras […] La glocalidad cubre una amplia gama de preocupaciones en relación con la pobreza, el medio ambiente y la calidad de vida, así como problemas relacionados con la subalternización así como nuevas direcciones en urbanismo, arquitectura y las artes. La fuerza matriz es creadora de rebeldías con fuertes compromisos con la justicia social. La solución es pluralista y su principal característica es la tolerancia de las diferencias (LIM, 2001, p. xv).

Aunque el impacto general de la glocalidad aún no se ha sentido, no se puede negar su presencia. Robert Jeffery (2002, p. 195) observa:
A medida que el mundo se hace más pequeño, hay un fuerte intento de reafirmar la cultura local, tribal y distinta, aunque de una forma diferente […]. Por lo tanto, la globalización no debilita las distintas culturas; más bien, les da un nuevo significado. Hay más presión para hacer valer el lugar y el distintivo.

Los posmodernos reconocen que en una comunidad global no se puede descuidar la identidad local. (Tim Chester (2001, 17-18) señala que “las fuerzas creadas por la globalización son una nueva realidad con la que la iglesia debe lidiar. En un sistema integrado, se pueden tomar decisiones económicas liberalizadoras globales sobre una fábrica en la Ciudad de México. En Ginebra, los cambios en el mercado de Londres pueden afectar las economías rurales de la India. La velocidad de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación amplifica este proceso de causa y efecto global, al tiempo que acelera su difusión cultural, especialmente en los centros urbanos de rápido crecimiento de nuestro mundo. Nos dirigimos hacia una situación en la que los habitantes urbanos de todo el mundo tendrán más en común entre sí que con los habitantes rurales de sus propios países”.

Este hecho se nota en tendencias como la moda, el entretenimiento y la música donde existen fuertes vínculos entre lo local y lo global, lo que refuerza la idea de glocalidad. Las generaciones posmodernas emergentes son sensibles localmente y también globalmente conscientes. Ya no perciben las cosas sólo en su contexto local.

Las implicaciones de la glocalidad en el contexto de la misión urbana para una condición posmoderna son significativas. La iglesia urbana necesita aprender a comunicarse con la mente posmoderna con una conciencia local y global al mismo tiempo.

Andrew Davey (2002, 39) está de acuerdo: “Las fortalezas de la iglesia deben residir en su capacidad de mantener lo local y lo global en su propia tensión dinámica al aspirar a practicar la libertad humana en la presencia de Dios en cualquier condición humana. que se encuentra a nivel local, nacional, regional y global”.

Por lo tanto, la iglesia urbana necesita comprender y darse cuenta de su responsabilidad y potencial de conexión, así como afirmar a las comunidades y a los individuos en los elementos locales y globales de la condición posmoderna. Un esfuerzo decidido por parte de la iglesia le permitirá convertirse en una comunidad de personas que demuestren interés en las preocupaciones glocales de los posmodernos. Aquí, la iglesia urbana tiene la oportunidad y la responsabilidad de expresar su naturaleza global en el contexto de una comunidad local. Esta es también una forma poderosa de conectarse con la mente posmoderna (WEBBER, 2003, 133).

En la segunda parte de este capítulo se discuten algunos principios propuestos para una misión urbana sensible al posmodernismo.

Principios propuestos para una misión urbana.

Así como la diferencia entre los misioneros transculturales y la cultura prevista sólo puede salvarse mediante el uso cuidadoso de la comunicación, si la iglesia urbana ha de tener éxito en comunicar el evangelio a los posmodernos es esencial comprender la perspectiva posmoderna y algunas de las principios que pueden utilizarse para producir un diálogo. Según Borán, hemos pasado "del anatema al diálogo".

Esta última sección recomienda principios seleccionados que deberían tomarse en cuenta en una misión urbana sensible al posmodernismo. Entre ellos se encuentran los principios comunes, empírico, de antiguo a futuro, de integración y de narración.

A. Principio de comunidad

Hace aproximadamente 15 años, reflexionando sobre la conferencia de 1989 de la Comisión del CMI sobre Misión Mundial y Evangelización en San Antonio, Texas, el misiologo David Bosch (1989, 137) destacó el surgimiento del tema de la comunidad al declarar que “la búsqueda de la comunidad se convertirá en uno de los principales temas misiológicos" de los próximos años. Teniendo en mente el surgimiento de la condición posmoderna, Bosch (1991, 472) reforzó su argumento en Transforming Mission, afirmando que “la comunidad es la principal portadora de la misión”.

Van Gelder (2000b, 37) afirma: “hay posibles puentes disponibles para aquellos que quieran ser misioneros para personas que viven dentro de la cosmovisión del posmodernismo. Buscar tales puentes es un principio misiológico y la historia de las misiones está llena de ejemplos de cómo esto ha funcionado a lo largo de los siglos”.

Además, al final de su libro publicado posteriormente sobre misiología para la cultura occidental, Bosch (1995, 60) escribió:
La cuestión de la viabilidad de una empresa misionera para los occidentales depende de la naturaleza y la vida de nuestras comunidades de adoración locales, ya que facilitan un discurso en el que se fomenta el compromiso de la gente con su cultura.

Por otro lado, el reconocimiento del fracaso del culto individual moderno también dio lugar a una conciencia de la importancia de la comunidad. Los académicos han reconocido la necesidad de comprender mejor la relación entre los aspectos individuales y sociales de la existencia humana (GRENZ, 1992, p20). En lo que parece una contradicción, los posmodernos quieren tener libertad individual, pero en el contexto de la comunidad.

Leonard Sweet (1999, 34) presenta una paradoja al afirmar que “la búsqueda del individualismo nos ha llevado a este lugar de hambre de comunidad”. Van Gelder (2000b, 38) añade: La búsqueda de sentido de pertenencia. La condición posmoderna estuvo marcada por los efectos de circunstancias familiares disfuncionales (Celek y Zander (1998, 15-21) señalan el hecho de que la disolución de los valores de la familia condujeron a la generación posmoderna emergente a sentirse sola, abandonada y alienada (ver HAHN; VERHAAGEN, 1998, 15-21; 1996, 35-43) lo que, en gran medida, lleva a las generaciones posmodernas más jóvenes a buscar un sentido de pertenencia en locales alternativos.  Para Myers (2003, 25), la pertenencia ocurre cuando los individuos “se identifican con otra entidad, una persona u organización o tal vez una especie de cultura o grupo étnico. Por ejemplo, la popularidad de la comedia Friends como uno de los cinco programas de televisión más vistos de todos los tiempos demuestran claramente cómo la búsqueda de pertenencia es un tema importante en la condición posmoderna, Grenz (1999, 48) afirma: “Entre el bien y el mal, estos amigos se ríen juntos, se lastiman mutuamente. otros y también apoyarnos unos a otros. Pero, sobre todo, la amistad que comparten da sentido a sus vidas. El mensaje central de la serie está extraído del tema musical principal del programa - ‘I’ll Be There for You' (Estaré ahí para ti)  que expresa abiertamente la experiencia [posmoderna], es decir, que la realidad de la vida está muy lejos de nuestras expectativas […]. El coro, sin embargo, expresa el antídoto a la soledad, el sufrimiento y la fragilidad de la vida. Cada miembro del pequeño círculo de amigos promete estar “allí” para el otro porque, para citar la última línea de la canción, "tú también estás ahí para mí".

En la mayoría de los casos se trata de una búsqueda de raíces, una búsqueda por familiares y amigos (CALLAHAN, 1990, 102)

Las personas moldeadas por la perspectiva posmoderna tienden a emprender un viaje en busca de comunidad. La promesa del Iluminismo de producir una libertad anticipada para el propio autorreconocimiento se ha convertido para los individuos racionales en una jaula de hierro del individualismo en el mundo posmoderno. Cualquier sentido de identidad o significado personal ha entrado en colapso. El resultado para muchos ha sido un deseo renovado de descubrir, encontrar y pertenecer a la comunidad. Existe un puente natural para que el evangelio sea proclamado por una comunidad cristiana acogedora que sepa aceptar a las personas donde están.

En otras palabras, la generación posmoderna está más abierta que nunca a las relaciones, alejándose del individualismo de la cosmovisión moderna moldeada por la Ilustración hacia una actitud comunitaria posmoderna. En este contexto, y visto desde una perspectiva de misión urbana, la búsqueda posmoderna de relaciones es de fundamental importancia. A medida que la urbanización y la globalización cobran su precio en la sociedad, la mayoría de los habitantes de las ciudades viven en mundos culturales diversos, tienen múltiples identidades y participan en múltiples comunidades. Aun así, en la mayoría de los casos su participación en dichas comunidades puede ser superficial y/o sin sentido.

En última instancia, los posmodernos esperan encontrar lo que pueda satisfacer su anhelo más profundo: un lugar al que puedan pertenecer y ser aceptados. Además, parece que el colapso de la cosmovisión moderna en realidad ha creado un deseo no sólo de comunidad, sino también de intimidad (LONG, 1997, 137) en un contexto donde las personas pueden ser aceptadas y valoradas tal como son. Por otro lado, los posmodernos a menudo entablan relaciones que les otorgan un sentido de pertenencia, pero que al final sólo aumentan el sentimiento de desesperación y alienación. Por ejemplo, no sorprende que los jóvenes estén obsesionados con el sexo, ya que les brinda la oportunidad de tener intimidad física y emocional sin los riesgos de daño emocional que conlleva el compromiso y la vulnerabilidad. (Por ejemplo, en Prozac Nation, una autobiografía, Elizabeth Wurtzel (1995, 59) relata su promiscuidad sexual adolescente como una forma de escapar de la soledad y el rechazo. Por ejemplo, en un párrafo revelador admite que agradeció a Dios por el increíble regalo de poder dar y recibir placer sexual)

La intimidad posmoderna busca extender una dimensión horizontal hacia las relaciones humanas y una dimensión vertical hacia lo sagrado o lo espiritual (WUTHNOW, 1994, 51). Por lo tanto, desde la perspectiva de la misión cristiana, la búsqueda posmoderna de la espiritualidad es, en última instancia, la búsqueda de una relación con Dios, que a su vez puede satisfacerse mediante la experiencia de pertenecer a una comunidad de seguidores de Dios: una iglesia (GRENZ, 1999, 46).

B. La iglesia urbana como comunidad de pertenencia

La iglesia urbana es la comunidad cristiana designada por Dios para llevar a cabo su misión en los centros urbanos del mundo. Como tal, juega un papel crucial en el cumplimiento de la misión posmoderna. Hunsberger (2002, 97) escribe: “La exigencia de ser comunidad es fundamental para la iglesia en el tiempo actual. La nueva generación que está surgiendo ciertamente no tolerará nada menos”. Grenz (1992, 20), a su vez, sostiene que “la transición a una era posmoderna requiere que repensemos la naturaleza de la iglesia, que busquemos una renovación de nuestra visión de quiénes somos como comunidad de Dios”. Para ello, es esencial que la iglesia llegue a comprender no sólo su naturaleza misionera intrínseca (ver BLAUW, 1962, 119-126), sino también su identidad comunitaria. Sin embargo, especialmente debido a la creciente indiferencia hacia la religión institucionalizada, los posmodernos buscan una comunidad a la que pertenecer antes de encontrar un mensaje en el que creer. Richard Rice afirma: “La pertenencia es el elemento más importante de la vida cristiana. Prevalece sobre creer y actuar. Las creencias y las prácticas son esenciales para la experiencia cristiana, por supuesto, pero su característica central, el elemento más importante y completo, es la participación en la vida de la comunidad” (RICE, 2002, 204). Por lo tanto, en la comunidad los posmodernos pueden experimentar con las creencias a las que están expuestos. Entonces pueden decidir afirmar públicamente esas creencias y seguir a Cristo intencionalmente. Mientras tanto, buscan una aceptación, un lugar seguro para ampliar su propia identidad en el contexto de la comunidad (RICHARDSON, 2000, 99-100). Con el concepto de comunidad cristiana en mente, la misión de la iglesia hacia los individuos urbanos posmodernos debe tener una metodología y un enfoque diferentes. La iglesia urbana necesita emplear un enfoque mucho más relacional, un enfoque que, según Kimball (2003, 81), “reconstruirá la confianza y señalará a Jesús como el único en quien siempre se puede confiar”. Al comentar sobre la importancia de un enfoque apropiado para desarrollar una verdadera comunidad cristiana, Rice sostiene:

Sin embargo, si la pertenencia es fundamental para nuestra comprensión del cristianismo, el propósito de la evangelización no es convencer a las personas de que cambien sus ideas o sus acciones. Su objetivo es incorporarlos a la comunidad cristiana para compartir con ellos las ricas bendiciones del compañerismo cristiano. Una vez que somos conscientes de que pertenecer es nuestro objetivo principal, podemos demostrar que esto incluye creer y actuar, pero no haremos cambios en las creencias y el comportamiento como un objetivo en sí mismo (RICE, 2002, 121).

Por lo tanto, si se toma en serio, el desarrollo de una auténtica comunidad cristiana a través de la iglesia local será el fundamento relacional básico para la misión urbana y el marco básico para el ministerio en un ambiente posmoderno.

C. Principio experiencial

La búsqueda de experiencia espiritual es una de las tendencias características del mundo occidental a principios del siglo XXI (ver SWEET, 1992, 33). Los posmodernos, afirma Sweet (2000, 49), “tienen hambre de experiencias [espirituales]”. Sin embargo, este aparente interés por los asuntos espirituales tiene más que ver con un sentimiento personal que con un interés por las verdades espirituales. Los posmodernos pueden estar interesados ​​en desentrañar los problemas que dañan el corazón, pero puede que no estén interesados ​​en desarrollar creencias para la mente. La iglesia urbana, por tanto, debe tomar en consideración el desarrollo de experiencias espirituales que sean tangibles y reales. Compartir nuestra experiencia con Dios puede ser más eficaz que tratar de convencer a las personas de que deben creer en Jesús o en la Biblia. Así, como señala Richardson (2000, 51), para la mente posmoderna “la experiencia viene antes que la explicación”. Sin embargo, es importante enfatizar que la experiencia no reemplaza la explicación, sino que primero debe experimentarse antes.

Van Gelder (2002, 499) está de acuerdo en que este “encuentro experiencial debe equilibrarse con una comprensión inteligible de la fe”.

Un enfoque posmoderno de la misión urbana no debe volverse anti intelectual y renunciar a todo lo que ha logrado la cosmovisión moderna basada en la Ilustración. 

Grenz (1996, p. 169) afirma:
Ninguna experiencia ocurre en el vacío; no nos llega ninguna transformación más allá de una interpretación facilitada por el concepto –la “red de creencias”–; eso es lo que hacemos. Por el contrario, la experiencia y los conceptos interpretativos están relacionados recíprocamente. Nuestros conceptos facilitan nuestra comprensión de las experiencias que tenemos en la vida y nuestras experiencias dan forma a los conceptos interpretativos que empleamos para hablar de nuestras vidas.

En este nuevo contexto para la misión, la iglesia urbana local debe proporcionar un entorno en el que se pueda discernir de manera tangible el compartir una experiencia personal con Dios. Con este fin, en una sociedad occidental cada vez más orientada a las imágenes, una experiencia multisensorial con Dios puede ser de profunda relevancia para la mente posmoderna.

D. La búsqueda de la experiencia visual

El surgimiento de formas de comunicación visuales, simbólicas e interactivas es de gran importancia para la misión de la iglesia en la emergente condición posmoderna (ver WEBBER, 1999, 133). Mientras que el mundo moderno se basa en el proceso de comunicación basado en palabras, en la condición posmoderna se guían por imágenes (ver SWEET, 2000, 860). Como señala el gurú de los negocios Peter Drucker (1989, 264): “Hace trescientos años, Descartes dijo: “Pienso, luego existo”. Ahora también tendremos que decir: “Veo, luego existo”. Desde Descartes, el énfasis ha estado en lo conceptual. Equilibraremos cada vez más lo conceptual y lo perceptivo”. Así, en un contexto urbano posmoderno, la estética se ha convertido en el nuevo “lenguaje de poder” (SWEET, 2000, 93; véase MILLER, 2004, 55). 
Rodney Clapp (2000, 102) afirma que los posmodernos “se alejan cada vez más de la palabra escrita y los libros y se acercan al poder de la imagen fotografiada, televisada y digitalizada”. Mitchell Stephens (1998, p. xii), a su vez, cree que la imagen “tiene el potencial de llevarnos a nuevos horizontes y nuevos lugares filosóficos, tal como lo hizo una vez la escritura, la impresión lo hace nuevamente”. 

Al escribir sobre el poder de las imágenes de vídeo, Stephens (1998, p. xii) añade:
En el siglo XVI, el escritor francés Rabelais exclamó: “La imprenta […] está ahora en uso, es tan elegante y tan correcta que no puede quedar mejor". Ha pasado casi medio milenio. Mi argumento, solo indicando, es que finalmente estamos listos para imaginar mejor que una vez más hemos producido una forma de comunicación lo suficientemente poderosa como para ayudarnos a desarrollar formas de conocimiento mucho más avanzadas.

Jim Wilson (2002, 24) señala que en este nuevo contexto cultural, los posmodernos que buscan una experiencia espiritual no son creyentes en “la palabra”, sino personas que buscan razones para creer o principios a seguir, es decir, son guiados por la 'imagen' que durante mucho tiempo han buscado sincronizar su alma con Dios a través de la belleza, el ritmo y la intuición. Prefieren la “imagen” a las “mil palabras”.

En la cultura posmoderna emergente, por tanto, el uso de metáforas y la búsqueda de conceptos visuales son elementos primordiales en el proceso de comunicación y los mismos principios y proposiciones cognitivas han llegado a la era moderna. Sweet (1999, 34) está de acuerdo: “las proposiciones se pierden en los oídos posmodernos; pero las metáforas se escuchan y las imágenes se ven y comprenden” (ver SWEET et al., 2003, 155). Sin embargo, en el ambiente actual impulsado por la imagen, la iglesia generalmente no ha comenzado a abordar esta tendencia de comunicación de manera adecuada (ver DOWSETT, 2000, 458).

Desafortunadamente, la misión de la iglesia en las culturas posmodernas ha enfrentado serios problemas debido a su incapacidad para adaptar sus métodos a esta nueva tendencia. En la mayoría de los casos, las iglesias urbanas todavía se acercan a los posmodernos de la manera tradicional, insistiendo sólo en el uso de palabras.

Leonard Sweet y Brian McLaren (2003, 154-155) admiten:
La iglesia tiene un problema de imagen. En una cultura donde todo es imagen, las imágenes han reemplazado a las palabras como lengua vernácula cultural. La iglesia es fuertemente “logocéntrica” (es decir, basada en palabras), nerviosa en torno a las imágenes y alienada de su propia imagen rica en pedigrí. Esto contrasta con el hecho de que, sorprendentemente, incluso los niños de hoy aprenden dentro de una tradición visual.

A medida que la condición posmoderna emergente produce una generación que escucha con los ojos, que aprende visualmente a través de la televisión, las películas e Internet, la iglesia debe volverse tridimensional en sus métodos de enseñanza incorporando elementos visuales no como sustitutos de las palabras, sino como apoyo a ellas (KIMBALL, 2004, 188). Estas nuevas formas de comunicación, afirma Stephens (1998, p. xii), “deben considerarse como un método visual distinto para compartir el evangelio”.

Entonces, la lección para la iglesia es simple: las imágenes crean emociones y las generaciones posmodernas responderán a la experiencia que crean (SWEET, 2000, 86). Anderson (1992, 21) señala: “El viejo paradigma enseñaba que si tienes la enseñanza correcta, podrás experimentar a Dios. El nuevo paradigma dice que si experimentas a Dios, tendrás la enseñanza correcta”.

Por lo tanto, en la condición posmoderna la verdad también se expresa en imágenes (GUDER, 1998, 37). (Este es probablemente uno de los principales objetivos detrás de la caída de MTV y de la industria cinematográfica en su intento de dar “respuestas” a las preguntas que los posmodernos se hacen a través de la experiencia (ver DRANE, 2000, 154; SWEET, 1999, 34)

Aun así, la visión es el único elemento que la iglesia sensible al posmodernismo debe ofrecer para un encuentro experimental con Dios. Cada vez más, algunas iglesias urbanas han empleado lo que se llama una experiencia “total” o “multisensorial” en sus reuniones de adoración para atraer a los posmodernos al mensaje del evangelio.

E. La iglesia urbana como experiencia multisensorial

Los seres humanos fuimos creados por Dios con la capacidad de experimentar el mundo que nos rodea a través de nuestros cinco sentidos. En el contexto de la adoración y la adoración, Kimball (2003, p. 128) afirma: “Dios nos creó como criaturas multisensoriales y eligió revelarse a nosotros a través de todos nuestros sentidos. Por lo tanto, es natural que adoremos usando todos nuestros sentidos”. Este hecho es aún más significativo en la condición posmoderna. Los posmodernos buscan una implicación espiritual que vaya más allá del mero entretenimiento (CELEK; ZANDER, 1996, p. 67). Buscan una experiencia espiritual que involucre todos los sentidos (ver COCINAS, 2003, p. 51). Por esta razón, las experiencias de adoración multisensoriales son sumamente atractivas para la mente posmoderna.

Las generaciones posmodernas, afirma Kitchens (2003, p. 50-51), “no están interesadas en el contacto ‘mental’ […] del culto que alguna vez pudo haber atraído a los cristianos modernos. Simplemente quieren experimentar y sentir la presencia de Dios en la adoración”. Hudson (2004, p. 66) afirma: “La adoración en la era moderna está completamente enfocada en aprender acerca de Dios. En la era posmoderna, la adoración se centraba en experimentar a Dios. Los posmodernos ven la adoración como una cuestión del corazón más que de la cabeza”. A lo largo de las Escrituras, Dios ha utilizado eventos multisensoriales para mejorar las enseñanzas antiguas. (KIMBALL, 2003, p. 188). La experiencia bíblica de adoración, representada tanto en el santuario del Antiguo Testamento como en el templo de Jerusalén, era mucho más que simplemente escuchar las palabras de un mensaje presentado. Estas experiencias de adoración representan representaciones gráficas de color, sabor, olor, espacio y acción en la adoración (p. ej., Éxodo 25-28; Números 16; Lucas 1:9-10). En Apocalipsis 4, por ejemplo, “el lenguaje utilizado invoca emoción y humor a través de su descripción estética del trono de Dios en el cielo” (KIMBALL, 2004, p. 81).

En términos prácticos, la adoración multisensorial incluye ver, oír, saborear, oler, tocar y experimentar. Al buscar proporcionar un entorno en el que sea posible una experiencia experiencial/multisensorial de Dios, las iglesias sensibles al posmodernismo emergente deben involucrar la reflexión, el silencio, el canto, la predicación y el uso de las artes en sus celebraciones de adoración. (Para obtener información adicional sobre los aspectos prácticos de la planificación y creación de una experiencia de adoración multisensorial, consulte Kimball (2003, p. 155-178; 2004, p. 99-113), Kim Miller (1999, p. 13-34), Michael Slaughter. (1998, p. 13-29) y Len Wilson (1999, p. 18-36).

F. El concepto de futuro antiguo

Otra tendencia importante que ha surgido entre las iglesias sensibles al posmodernismo es la reincorporación del pensamiento y las prácticas cristianas antiguas a las expresiones religiosas contemporáneas. En Inglaterra, este enfoque se llama “ortodoxia radical”; en Nueva Zelanda y Australia se describe como “culto alternativo”; en América del Norte se identifica como “futura fe antigua” (SWEET, 2000, p. 46). Según Robert Webber, uno de los principales defensores del “antiguo principio del futuro”, la principal propuesta detrás de esta nueva tendencia radica en el hecho de que “el camino hacia el futuro pasa por el pasado” (WEBBER, 1999, p. 7). (Doug Pagitt (2003, p. 28) está de acuerdo con Webber al afirmar que “nuestra visión actual y futura de la iglesia no puede formarse sin un sentido de la visión pasada. Es a través de nuestra comunidad histórica que se nos recuerda, se nos guía, se nos enseña y se nos enseña. guiados en los caminos de Dios estamos obligados a entrar en el contexto de aquellos que han servido, amado y creído antes que nosotros. Por lo tanto, siempre debemos basarnos en la historia y las tradiciones de la comunidad cristiana que nos precedió”. )

En otras palabras, es un intento de reintroducir el cristianismo clásico en el contexto de la condición posmoderna emergente. La iniciativa de reafirmar el cristianismo primitivo para revivir la presencia de la iglesia en las culturas contemporáneas no es una novedad. Lo mismo ocurrió durante la Reforma Protestante del siglo XVI (WEBBER, 1999, p. 25). Sin embargo, la reforma fue testigo de una reacción masiva contra el suntuoso simbolismo de la Iglesia católica y, como consecuencia directa, “el bebé fue arrojado con el agua de la bañera; el simbolismo del culto sensorial fue totalmente rechazado en lugar de reinventado” (STETZER, 2003, p. 147). Stetzer (2003, p. 147) señala que, “en muchos sentidos, el deseo posmoderno es imitar la acción de la Reforma , pero no su esencia.

La recuperación de la fe experiencial del pasado, con sus símbolos sagrados y su doxología compartida, une a las personas de una manera desconocida para una sociedad individualista”. La búsqueda del significado y la importancia de la vida en medio de las características fragmentadas y aisladas de las sociedades urbanas occidentales abrió la puerta a un redescubrimiento del cristianismo clásico.

Como resultado, Webber (1999, p. 27) afirma que “el tipo de cristianismo que atrae a la nueva generación de cristianos y habla eficazmente a un mundo posmoderno es aquel que enfatiza las verdades primarias y la encarnación auténtica”, tal como se experimenta en las tradiciones antiguas. de la iglesia primitiva.

G. La búsqueda de significado

En una sociedad urbana cada vez más pluralista y dinámica, un sentimiento de desarraigo y ansiedad han contribuido a la búsqueda de un sentido de significado, especialmente entre las generaciones posmodernas más jóvenes (GIBBS, 2000, p. 163). Como resultado directo, esta búsqueda de significado ha atraído a los posmodernos a antiguas prácticas litúrgicas de espiritualidad; como un retorno a la “tradición”, no al “tradicionalismo” (GIBBS, 2000, p. 163 (Al contrastar “tradición” con “tradicionalismo”, el historiador Jaroslav Pelikan (1984, p. 12) señala que “la tradición es lo vivo de la fe de los muertos [y] el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos”).

El rechazo posmoderno de la religión institucionalizada se opone claramente al formalismo y al lenguaje incomprensible del tradicionalismo de la iglesia; sin embargo, al mismo tiempo, los posmodernos buscan redescubrir los elementos espirituales de la antigua tradición cristiana. Gibbs (2000, p. 161) destaca: “Esta atracción se destaca por el deseo de los jóvenes de establecer raíces que compensen la fugacidad y fragmentación del mundo en el que crecieron”. La asociación con el valor establecido y la riqueza de la tradición cristiana, especialmente cuando se refuerza en experiencias cambiantes multisensoriales lleva a los posmodernos al punto en el que pueden emprender el viaje de conocer a Cristo y experimentar las exigencias del cristianismo, así como buscar significado y verdad para sus propias vidas (STETZER, 2003, p. 147).

La atracción que las antiguas disciplinas y símbolos espirituales tienen en la mente posmoderna puede ser un elemento eficaz en la comunicación relevante del mensaje del evangelio, especialmente entre las generaciones más jóvenes (JONES, 2003, p. 4-7).

La iglesia urbana como comunidad “antigua del futuro” De manera similar a la condición posmoderna contemporánea, el cristianismo clásico se formó en una sociedad pluralista, pagana y relativista. Dentro del actual contexto urbano occidental, la iglesia moderna no ha logrado responder muchas de las preguntas de los posmodernos. Sin embargo, el interés contemporáneo por la tradición y el simbolismo es una de las características del giro posmoderno hacia la espiritualidad y una perspectiva más tradicional de la iglesia (ver BAKER, 2004, p. 27-28; KIMBALL, 2003, p. 26). Kimball (2004, p. 91) escribe:

El mundo posmoderno es un contexto cultural rico para la recuperación de una visión clásica de la iglesia.

El cambio en la filosofía de la razón al misterio proporciona una apertura para la discusión de una visión sobrenatural de la iglesia conectada con la obra de Cristo.

El paso del individualismo a la comunidad es un cambio cultural que nos permite hablar una vez más del significado de la iglesia como reflejo de la comunidad eterna de Dios expresada en la Trinidad;

El énfasis en la teoría de la comunicación, en el lenguaje de las imágenes y las metáforas, permite recuperar imágenes bíblicas y las marcas históricas de la iglesia.

Para las generaciones posmodernas emergentes, los símbolos son nuevos y significativos (GIBBS, 2000, p. 129) y, debido a su énfasis visual, las formas simbólicas de comunicación se han convertido en un aspecto esencial de la forma posmoderna de comunicar el pensamiento (WEBBER, 1999). pág.35). Webber (1999, p. 107) añade

El papel del simbolismo en un mundo posmoderno no es recrear el simbolismo ceremonial de la era medieval, sino comprender y aplicar el simbolismo de la atmósfera como sentimiento de asombro y reverencia. Así como recuperar la belleza del espacio, y realizar acciones simbólicas de culto y restaurar los sonidos de la música y el atractivo de las artes.

Estas formas simbólicas de la presencia y la verdad de Dios son mediadas por nosotros. En estas acciones simbólicas tomamos lo conocido y lo elevamos a lo desconocido para que nos sea devuelto como misterio de lo trascendente.

Con este fin, las iglesias urbanas con sensibilidad posmoderna pueden emplear la práctica de formas de culto antiguas y relevantes, así como el renacimiento de la comprensión y la enseñanza sobre las raíces judías de la fe cristiana. Por ejemplo, algunas de estas iglesias han incluido la Pascua como parte de su calendario de adoración, aprovechando esta oportunidad para enseñar algunos aspectos de las prácticas del Antiguo Testamento a las generaciones posmodernas emergentes (KIMBALL, 2004, p. 93).

H. Principio de integración

La era moderna divide todos los aspectos de la vida humana en áreas especializadas, lo que da como resultado una sociedad fragmentada y desconectada. Esta división es aún más visible en una sociedad urbanizada y posmoderna. Los habitantes de las ciudades han perdido el significado de todo: cómo todo se relaciona con todo lo demás. Por otro lado, los seres humanos fueron creados como personas íntegras, con dimensiones físicas, mentales y espirituales. Por esta razón, los posmodernos otorgan gran importancia a abordar la vida humana como un todo, mientras buscan involucrar todas las dimensiones de la vida humana en su experiencia personal. Poe afirma que “la posmodernidad rechazó el conocimiento y la segmentación de la experiencia. La integración y el pensamiento holístico se han convertido en características de la mente posmoderna emergente” (POE, 2001, p. 28).

Los posmodernos anhelan este tipo de integración. La verdad como mera noción filosófica y conceptual, sentida a través del sentimiento y la acción, no tiene significado para ellos (RICHARDSON, 2000, p. 46). Como resultado directo –especialmente debido a la conexión intrínseca entre las dimensiones de la vida humana– no abordar la integración de todas las dimensiones humanas tiene graves consecuencias para los esfuerzos misioneros urbanos en la condición posmoderna. Claerbaut afirma:

La privación en cualquiera de estas dimensiones tiene un efecto desalentador en las demás, ya que todas las partes están interrelacionadas e integradas. El sufrimiento físico dificulta el buen funcionamiento psicológico. Las discapacidades emocionales graves a veces se consideran discapacidades físicas. Una vida espiritualmente estéril siempre se revela en la depresión y la falta de energía. Así como en Teología no podemos dividir a las personas en partes, y también en el ministerio no debemos diseccionar, sino servir a personas enteras. El alma sin cuerpo es un fantasma; el cuerpo sin alma es un cadáver. De hecho, sólo un enfoque holístico del ministerio puede satisfacer las pautas bíblicas y las necesidades de la ciudad (CLAERBAUT, 1983, p. 17).

Por lo tanto, un enfoque integrador de la misión se convierte en un elemento primordial para responder a los deseos de los residentes urbanos que se han visto cada vez más afectados por conceptos posmodernos. Este enfoque, sin embargo, no puede disociarse de la presencia genuina de la iglesia urbana en la preocupación de la comunidad. Sólo cuando la iglesia sea real y presente, característica básica que buscan los posmodernos, será revelada de manera auténtica.

I. La búsqueda de la autenticidad

La autenticidad es indispensable para los posmodernos emergentes, y esto se vuelve realidad sólo cuando la iglesia es real y está presente. Esta “presencia” es lo que los misiólogos llaman ministerio encarnacional, lo que significa que la iglesia debe convertirse en parte de la comunidad a la que busca llegar.

La iglesia debe ser sensible a los posmodernos y estar dispuesta a encontrarse con ellos en su propio territorio, lista para comunicar el evangelio de una manera que puedan entender (KIMBALL, 2003, p. 8). Stetzer (2003, p. 141) escribe: “Tenemos que acudir a los posmodernos para llegar a ellos. Deberíamos vivir en sus barrios, comer en sus restaurantes y comprar en sus tiendas. Vivir en Cristo debe convertirse en una realidad diaria”. Sin embargo, en el contexto de la condición posmoderna, es difícil lograr una presencia real sin una relación de confianza dentro de la iglesia urbana. Debido a su escepticismo hacia la autoridad y las estructuras de autoridad, los posmodernos deben ver las afirmaciones del cristianismo a través de individuos que gradualmente puedan ganarse su confianza y respeto (GIBBS, 2000, p. 69). Bevan Herangi (2002, p. 7), un joven moldeado por la cultura posmoderna, afirma:

Incluso si esto significa una experiencia dolorosa, debemos saber la verdad. A diferencia de otras generaciones que ocultaron muchos problemas bajo la alfombra, nosotros queremos enfrentar los hechos. Simplemente no creemos lo que dice la gente, esperemos y veamos qué experimentan.

En una línea similar, Smith (2001, p. 196) afirma que los posmodernos “simplemente quieren ver lo real, como un buen cristiano honesto, alguien que realmente cree en el ejemplo misericordioso, compasivo y sanador de Jesucristo”. Buscan personas y comunidades que sean genuinas y auténticas. Tabb (2004, p. 110) confirma:

El principal método mediante el cual podemos cumplir nuestra misión y dar a conocer a Cristo en el mundo posmoderno es volvernos dolorosamente auténticos. Tenemos que ser reales antes de que nuestras palabras signifiquen algo. Aun así, el mensaje de nuestras vidas debe ser mucho más fuerte que las palabras que salen de nuestra boca.

Interactuar con los posmodernos comienza por tomar en serio sus preguntas y reservas (HENDERSON, 1998, p. 209).

La pregunta principal que tienes en mente ya no es “¿Es cierto?”, sino “¿Es real?” (STETZER, 2003, p. 140). Como afirma Jim Wilson (2002, p. 113-114), los posmodernos se esfuerzan por lograr una “comunidad auténtica y alentar a las personas a ser reales consigo mismas, con Dios y con los demás”. Para ellos, la iglesia no necesita ser perfecta; sólo necesita ser auténtico.

La iglesia urbana, por lo tanto, debe centrarse mucho más en la presencia y las relaciones que produzcan confianza, en lugar de un alcance agresivo en pos de decisiones inmediatas. El mensaje comunicado por la vida y la presencia de la iglesia urbana se vuelve más importante para los posmodernos que el mensaje transmitido únicamente con palabras. Con este fin, una oportunidad de servir a su comunidad y a su mundo es una herramienta poderosa para atraer a los posmodernos a Cristo.

J. La iglesia urbana al servicio de los demás

Las generaciones posmodernas emergentes buscan oportunidades que sean útiles para su comunidad y su mundo. Andrew Black (apud WEBBER, 2002, p. 49) afirma que “esta generación [está] buscando nuevas formas de servir a los demás […]. Existe una creciente voluntad de trabajar juntos para resolver los problemas a un nivel más manejable”. Los posmodernos, señala Kitchens (2003, p. 71), están “interesados ​​en encontrar un lugar donde comprometer sus vidas y marcar una diferencia en el mundo”.

Incluso a través de un lenguaje no religioso, los posmodernos expresan sus necesidades religiosas, como la necesidad de significado y propósito en la vida, la necesidad de significado, la necesidad de hacer una contribución y la necesidad de ser necesitados. Por tanto, uno de los elementos clave para involucrar a la mente posmoderna es el servicio (STETZER, 2003, p. 141). A medida que las generaciones posmodernas emergentes comienzan a interactuar y comprometerse con la misión de la iglesia, parecen estar particularmente preocupadas por la situación de los pobres en los centros urbanos (WEBBER, 2002, p. 49). Cocinas (2003, p. 72) afirma:

Para ellos, no es suficiente enviar dinero para apoyar la misión de la denominación o ayudar a financiar alimentos o alojamiento. Los posmodernos quieren enviarse a sí mismos, no sólo sus dólares para la misión. Están buscando formas de involucrarse directamente en el trabajo por la justicia, brindando actos de hospitalidad y servicio y ofreciendo curación a los necesitados.

Las misiones de corto plazo también son una forma poderosa de involucrar a los posmodernos en el servicio. A los posmodernos les gusta viajar; en consecuencia, estar en otro entorno cultural y ver a Dios usarlos es una experiencia extraordinaria para la mente posmoderna. Además, cuando los posmodernos ponen sus manos en un proyecto, su mente y su corazón quedan completamente ligados al servicio.

Por lo tanto, la experiencia personal que brindan las misiones de corto plazo no se olvida rápida o fácilmente en la mente posmoderna (CELEK; ZANDER, 1996, p. 140).

Los posmodernos ven que la fe auténtica produce un verdadero servicio y se confirma la validez de la fe cristiana, por lo que la experiencia privada de servir a los demás puede llevarlos más lejos en su viaje con Cristo. Por lo tanto, la iglesia urbana debe ofrecer oportunidades para desafiar a los posmodernos a participar en el servicio a sus comunidades locales y globales.

K. Los principios de la narración

En las sociedades antiguas, el uso de la narrativa era uno de los elementos vitales para organizar la vida. (19 Las historias míticas son evidencia clara de que las sociedades antiguas utilizaban narrativas para registrar los hechos de sus orígenes y los asuntos de sus dioses. En un principio, estas historias míticas tenían una interpretación cíclica del tiempo, como es evidente en las historias religiosas, por ejemplo, de Egipto y Grecia, así como en las narrativas sagradas de otras sociedades antiguas del Medio Oriente (ver GRENZ, 1999, p. 87).

Asimismo, durante varios cientos de años la cultura occidental se basó en la tradición bíblica y se guió por la narrativa general de las acciones de Dios en la historia humana. Sin embargo, durante el desarrollo de la Ilustración basada en la cosmovisión moderna, la secularización de las narrativas históricas redujo drásticamente la importancia de las historias para dar significado a la vida de las personas (CELEK; ZANDER, 1996, p. 140). Hahn y Verhaagen (1998, p. 24) comentan sobre esto:

¿Quién necesita historias o mitos para darle sentido al mundo cuando tenemos las ciencias exactas? Historia y mito se han convertido en términos peyorativos para describir cuentos que pueden haber sido útiles para audiencias premodernas y tecnológicas poco sofisticadas, pero no para la gente moderna.

En un artículo pionero, Robert Jenson (1993, p. 19) sostiene que el mundo posmoderno es el único “que ha perdido su historia”. Para la mente posmoderna, no existe una historia integral que explique todos los aspectos de la vida humana. Por el contrario, “hay ahora una infinidad de historias contradictorias, ninguna más válida que otra” (HAHN; VERHAAGEN, 1996, p. 103). Van Gelder (2000b, p. 38) está de acuerdo:

Las personas moldeadas por la cultura posmoderna se han vuelto escépticas ante los principios, reglas y leyes que se separan en verdades que deben ser obedecidas o seguidas […]. El sentido posmoderno de inserción del conocimiento humano y el carácter de perspectiva de todo conocimiento significa que la comprensión está arraigada en una narrativa, una historia […]. El desafío es el hecho de que estamos a la deriva en un mar de historias posmodernas en competencia, que se perciben como relativas y construidas socialmente.

En última instancia, el dilema para la misión se centra en la afirmación cristiana sobre la universalidad de la historia de Dios, que el ethos posmoderno percibe como inválida. Las narrativas siguen siendo válidas en la concepción posmoderna, pero se las considera sólo por su utilidad local más que universal. Así, los posmodernos se han visto afectados por el empobrecimiento y la pérdida del sentido de identidad en la vida sin una conexión histórica mayor o global. Además, esta potencial crisis de identidad creada en la condición posmoderna puede llevar al punto en que la experiencia humana pierda su propósito. (Van Gelder (1996b, p. 137) afirma: “Esto es fundamental para la presentación del evangelio en el contexto posmoderno para reafirmar el elemento teleológico inherente a la condición humana. Dios es un Dios de la historia humana, lo que significa que hay un propósito para la existencia humana más allá del ahora, un propósito arraigado en nuestro pasado y que define nuestro futuro”).

En la búsqueda de identidad, la iglesia urbana puede ser un maestro narrador.

L. La búsqueda de la identidad

Debido a que los seres humanos fueron creados con curiosidad, complejidad y una profunda necesidad de significado, el deseo posmoderno de comprender las cuestiones más amplias de la vida allanó el camino para el uso de la narrativa como una herramienta eficaz para llegar a los posmodernos. Esto se debe a que para ellos la vida es en sí misma un drama o una narración.

Una de las principales preocupaciones de la mentalidad posmoderna gira en torno al desarrollo de historias que puedan definir la identidad personal y dar propósito y forma a la existencia social dentro de una comunidad determinada. (ANDERSON, 1990, p. 107-108). Al escribir sobre la importancia y el poder de las historias para encontrar la propia identidad, Annette Simmons (2002, xvii) afirma: “Todo el mundo tiene un corazón. Todos, en el fondo, quieren estar orgullosos de su vida y sentir lo importantes que son; esta es la vena del poder y la influencia [de] la narración”. (Al defender la influencia de las historias en la búsqueda humana de identidad, Richard Stone escribe: “Cuando reconocemos que nuestras aspiraciones más profundas no pueden ser satisfechas por una cultura que ha reducido el significado de la vida a un festín de sentidos y posesiones materiales, debemos buscar nuevas fuentes de significado y lidiar con las mismas preguntas que desafiaron a nuestros antepasados ​​[…] Sus historias pueden llevarnos a una comprensión más profunda de nuestros orígenes y hacia dónde vamos” (STONE, 1996, p. 3).)

Graham Johnston, por su parte, afirma que “las historias nos ponen en contacto con personas en un nivel de humanidad compartida. Contar historias puede capturar la imaginación del oyente y ayudar a las personas a identificarse con una idea, de una manera que genera importancia y significado” (JOHNSTON, 2001, p. 155).

La narración también tiene el poder de tocar el corazón humano en su nivel más personal, como señala Miller:

Mientras que los hechos se ven a través de la lente de un microscopio, las historias se ven a través de la lente del alma. Las historias nos dirigen en todos los niveles. Le hablan a la mente, el cuerpo, las emociones, el espíritu y la voluntad. En una historia una persona puede identificarse con situaciones en las que nunca ha estado. La imaginación del individuo es libre para soñar, lo que antes era inimaginable (MILLER, 2004, p. 33).

Además, la cognición humana se basa en la narración de historias, reconocida como uno de los instrumentos fundamentales del pensamiento humano (SWEET, 2000, p. 124).

En su estudio pionero sobre la influencia de la narración, Anderson y Foley sostienen que las historias tienen el poder de involucrar nuestras mentes, especialmente porque nuestra existencia misma está organizada en forma narrativa. La experiencia humana se estructura en el tiempo y la narrativa. Entendemos nuestras vidas no como acciones desconectadas o acontecimientos aislados, sino como términos de una narrativa.

Idealizamos nuestras vidas como una red de historias: una telenovela histórica o una miniserie al aire. Pensamos en historias para entrelazarlas en una sucesión interminable y coherente de personas, fechas y hechos que llenan nuestras vidas. El modo narrativo, más que cualquier otra forma de autoinforme, sirve para fomentar una sensación de movimiento y proceso en la vida individual y comunitaria. En este sentido, la estructura narrativa es una necesidad humana. Las historias nos unen y también nos separan. Contamos historias para vivir (ANDERSON; FOLEY, 1998, p. 4). Además, contar historias es un instrumento importante para establecer significado e integrar el pasado y el futuro de uno con lo que se observa en el presente. En otras palabras, contar historias es una forma primaria de expresión humana de quiénes somos, de dónde venimos y qué anticipamos en nuestras vidas (MCADAMS, 1997, p. 27; ver ANDERSON; FOLEY, 1998, p. 5).

Por tanto, la búsqueda humana de identidad requiere inequívocamente, en mayor o menor medida, el despliegue de nuestros orígenes. Esta es una de las razones básicas por las que es importante conocer las historias relacionadas con nuestro nacimiento.

Anderson y Foley (1998, p. 59) afirman además que

Las historias de nuestro nacimiento son poderosas. Aunque cada individuo es un agente en su narrativa desde el principio, y aunque es posible reformular la historia de nuestros orígenes, las historias sobre nuestro nacimiento moldean nuestras expectativas sobre nosotros mismos y el mundo (ANDERSON; FOLEY, 1998, p. 59 ).

Sin embargo, la búsqueda humana definitiva de identidad sólo puede encontrarse en Dios, fuente original de la vida humana (Sal 139:13-14). Henderson afirma: “La identidad está entretejida en nosotros como seres creados. La cuestión no es crear nuestra identidad, sino descubrirla. De la misma manera que un artista valora una obra de arte, Dios se complace en valorarnos a nosotros. La identidad no se puede encontrar fuera de quien nos creó” (HEMDERSON, 1998, p. 215).

En este contexto, existe un puente natural hacia la proclamación del evangelio para la mente posmoderna a través de una historia narrativa. En la historia de la vida de Dios y su significado, los posmodernos finalmente pueden llegar a comprenderse a sí mismos y al mundo que los rodea en su búsqueda de una identidad personal y colectiva (GELDER, 2000b, p. 38).

M. La iglesia urbana como maestra narradora

Para comunicarse eficazmente con la condición posmoderna, la iglesia urbana debe tener la capacidad de pensar creativamente y adaptarse sabiamente. Con este fin, una dependencia cada vez mayor de la narración de historias puede ser una manera efectiva de alentar decisiones por Cristo entre los posmodernos. A pesar de su rechazo a las metanarrativas, los posmodernistas

dan gran valor al poder de la historia, especialmente a las historias reales (ANDERSON; FOLEY, 1998, p. 3-19). Mercer (1995, p. 336) afirma que la mente posmoderna reconoce que la identidad personal “se experimenta en la historia de la vida, desarrollándose de momento en momento e intersectando las vidas de otros con imágenes y creencias cambiantes”.

La narración produce experiencias, y estas experiencias abordan de manera más efectiva las preocupaciones de la vida humana, invitando a quienes comparten estas experiencias a una participación real y activa en la historia que se cuenta. Por lo tanto, la experiencia y la narración van de la mano para desarrollar la confianza en los posmodernos, lo que en la mayoría de los casos no se logrará simplemente a través de enfoques de comunicación más tradicionales. Simmons (2002, p. 3) reflexiona:

La gente no quiere más información. Están hasta los ojos con información. Quieren fe […]. Y la historia es tu camino para desarrollar la fe. Contar una historia significativa significa inspirar a tus oyentes a llegar a las mismas conclusiones que tú y decidir por sí mismos creer lo que dices y hacer lo que quieres que hagan. La gente valora más sus propias conclusiones que las tuyas. Sólo tendrán fe en una historia que realmente les sucedió. Una vez que la gente cuenta tu historia, tu historia, habrás aprovechado la poderosa fuerza de la fe.

Por lo tanto, las iglesias urbanas sensibles al posmodernismo deben brindar oportunidades en las que las historias individuales puedan ser comparadas y transformadas por la historia de Dios, es decir, la narrativa de las Escrituras. Esto puede suceder cuando la iglesia ayuda a los posmodernos a comprender el panorama de las acciones de Dios en la historia y cómo esto se interconecta con su propia historia (HAHN; VERHAAGEN, 1998, p. 31; ver WEBBER, 2002, p. 50). Hahn y Verhaagen (1998, p. 28) añaden:

Un discípulo es alguien cuya trayectoria muestra que está atrapado en una historia más grande que la suya y también cómo su carácter está siendo moldeado y transformado para reflejar el carácter del narrador […].

Una discípula está convencida en su corazón de que su vida no es una serie de acontecimientos aleatorios e inconexos, sino que es protagonista del mayor drama de todos los tiempos, el drama de un Dios enamorado pero rechazado por su amada. Este es un Dios que llega al espacio y al tiempo en una misión de rescate cósmico para capturar corazones y vidas para algún día hacer nuevas todas las cosas.

Cuando la historia de Dios comience a desafiar las historias personales y locales de los posmodernos, sus mentes llegarán a un lugar donde los hechos y la información cognitiva previamente rechazada ahora pueden recibirse y eventualmente puede ocurrir una transformación.

En este punto, cuando los posmodernos identifiquen al gran narrador (ver Mateo 13:34) y alineen su propia historia con sus propósitos, sólo entonces la iglesia debería cuestionar la suposición posmoderna de que las metanarrativas no son válidas. Smith (2001, p. 189) sostiene:

La iglesia debe disuadir a la gente, dentro y fuera, de tratar la historia de Dios como cualquier otra historia. La historia de Dios, según la creencia cristiana, es la gran narrativa en un momento en el que ninguna historia se considera superior y ninguna gran narrativa debería existir y así es como debe presentarse.

Además, como señala Charles Taber (2002, p. 189):

El evangelio del Reino de Dios es la única metanarrativa universal válida, la única que no está brutalmente homogeneizada y totalitaria porque es la única basada en el amor sacrificial y no en el poder mundano.

El único ofrecido por un rey en una cruz, el único ofrecido por un león conquistador que acaba de degollar una oveja. Ésta es la garantía de que no es totalitario. Pentecostés, bien entendido, es también la garantía de que no se homogeneiza.

Finalmente, al contar la historia de Dios, la iglesia urbana permitirá a los posmodernos experimentar “su utilidad y verdad, que se encuentran en la historia que trasciende y se refiere a todas las demás historias” (SMITH, 2001, p. 190). Sin embargo, la iglesia urbana tendrá poco éxito si cuestiona el rechazo posmoderno de las metanarrativas anteriores de la experiencia que la historia de Dios puede crear en la mente posmoderna.

Esto es más apropiado irse. Church Relevant La historia de Dios gana credibilidad por sí misma, a medida que el Espíritu Santo obra para llevar el corazón posmoderno a una reflexión seria sobre la fe cristiana. Miller (2004, p. 41) pregunta: “¿Podemos confiar en nuestra gente [los candidatos posmodernos] y en el Espíritu Santo lo suficiente como para permitirles pensar por sí mismos? ¿Podemos dejar algo abierto sabiendo que la conclusión puede no llegar hasta el final de la tarde de ese día, semana, mes o año?” Estas son preguntas serias que las iglesias urbanas deben poder responder si el enfoque de su misión es realmente alcanzar la mente posmoderna para Cristo.

N. Síndrome del ascensor.

"Cuántas personas más hay en un ascensor, menos se comunicarán entre sí" (Bakke, 2002, 107).

"El hecho es que, cuando las personas nos juntamos, todos vivimos cada vez más unos alrededor de otros, mientras caminamos por las calles donde vemos a los demás. Pasamos al lado de las tarjetas y donde las vemos. Nuestra mente tiene esta capacidad de elementos. Por supuesto, a este fenómeno se suma el aislamiento de las personas que caminan por la ciudad con los auriculares puestos, por lo que debemos entender que cuando llegamos a una ciudad estamos entrando en un lugar donde vive mucha gente del interior. "Vivían como gente del interior. Han sido transformados por la vida de la ciudad, por lo que nuestra metodología misionera tiene que dar cuenta de estos cambios". (Bakke, 2002, 108).

Según Quispe (2018, 48) “Se necesita más instrucción y educación sobre las relaciones, porque en esta época moderna de alienación e individualismo, en un ambiente donde la ley es: 'yo no me meto en tu vida, y; por lo tanto, tú no te metas en la mía'; la falta de alteridad nos lleva a ver al otro como un outsider, como un extraterrestre, como alguien que no debería estar aquí"

Resumen

El cambio de paradigma de lo moderno a lo posmoderno trae un momento de incertidumbre y al mismo tiempo lleno de desafíos y oportunidades para la misión urbana. Debido a las fuerzas impulsoras de la urbanización y la globalización, la condición posmoderna nos exige especialmente reevaluar la estrategia y los métodos de la misión urbana que se desarrollaron previamente para llegar a individuos orientados por la cosmovisión moderna.

La transición de un mundo moderno a uno posmoderno revela un cambio de una cultura basada en la razón a una cultura basada en la experiencia; de una cultura basada en la producción a una cultura basada en el consumo; de una cultura basada en la confianza en el futuro a una cultura basada en el pesimismo en el presente (y el desconocimiento del pasado); de una cultura basada en palabras a una cultura basada en bytes; y de una cultura basada en lo local o global a una cultura basada en lo glocal.

Ciertamente, todos los cambios anteriores tienen profundas implicaciones para la misión de la iglesia urbana. Por otro lado, la misión urbana para la condición posmoderna puede basarse en ciertos principios aplicables en las sociedades urbanas occidentales.

En la búsqueda posmoderna de pertenencia, la iglesia urbana debería ser la comunidad de pertenencia.
En la búsqueda posmoderna de imágenes, la iglesia urbana debería ser un lugar de experiencias multisensoriales.
En la búsqueda posmoderna de significado, la iglesia urbana debe ser un lugar donde se presenten y comprendan las raíces de la fe cristiana.
En la búsqueda posmoderna de autenticidad, la iglesia urbana debería ser un lugar de verdadero servicio a los demás.
En la búsqueda posmoderna de identidad, la iglesia urbana debe narrar la gran historia que en última instancia transformará la mente posmoderna.


Borán, J. O futuro tem nome: Juventude. Paulinas, 1994.

Artículo originalmente publicado en https://pastor.adventistas.org/es/principios-propuestos-para-una-mision-urbana/

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