martes, 30 de abril de 2024

La locura de la Predicación

¡La Locura de la Predicación! ¡Vaya título! 
Pero la idea no es mía. Al escribir a los corintios, el apóstol Pablo afirmó que Dios decidió "salvar a los creyentes por la locura de la predicación". Es que la lógica divina trabaja en sentido contrario a la lógica humana. Lo que para los seres humanos es una "tontería", para Dios es el instrumento para traer a los pecadores de vuelta a sus brazos.

La predicación es el instrumento. La salvación es el propósito. El instrumento existe en función del propósito. Si intentamos invertir el orden, inutilizamos el instrumento. Los predicadores no viven para predicar. Simplemente aceptaron el desafío de llamar a los seres humanos al arrepentimiento y al crecimiento en Cristo. La predicación es apenas la herramienta. Una herramienta medio "sin sentido", en la opinión de los hombres. Pero es la herramienta que Dios escogió.

"Puede haber conversiones sin intervención de un sermón. En lugares donde las personas son privadas de todo medio de la gracia, serán moldeadas por el Espíritu Santo y persuadidas a aceptar la verdad a través de la lectura de la Palabra. Pero el medio designado por Dios para la salvación de las almas es a través de la "locura de la predicación" (5TI, 300).

Sin embargo, para que la "locura de la predicación" sea un instrumento de salvación, debe ser algo más que la mera exposición de un tema bíblico. Debe ser persuasiva. Cada vez que el predicador entra a su sala de estudios, abre la Biblia y pide la dirección del Espíritu Santo en la preparación de su sermón, debe tener en mente que el propósito de la predicación no es solo informar, sino transformar.

Dios contempla a la humanidad desde los cielos. La ve caminando en dirección de la muerte eterna. Ve la lucha y el drama de sus hijos. Observa las angustias de cada corazón. Contempla las lágrimas de los incomprendidos y el vacío de los corazones sin esperanza. Desea ayudar a la gente y auxiliar a cada persona entristecida. Quiere responder al clamor silencioso de cada ser humano. Anhela traerlos de vuelta a la vida, y lo hace a través de la predicación. "Tú, hijo de hombre, dile al pueblo de Israel:... Pues yo, su Señor y Dios, juro que no quiero la muerte del impío, sino que este se aparte de su mal camino y viva. ¿Por qué ustedes, pueblo de Israel, quieren morir? ¡Apártense, apártense de su mal camino!" (Ezequiel 33:10, 11).

"Tú, hijo de hombre". ¡Ese hombre eres tú! En su infinita sabiduría, el Señor le confió la tarea de predicar a un ser humano de carne y hueso, como tú. ¡Cuánta responsabilidad! Esta es la razón por la que debes esforzarte a fin de ser un instrumento útil para la salvación de las personas. Necesitas dominar la ciencia de comunicar el evangelio con sabiduría y sencillez.

Pero no confundas sencillez con superficialidad. Y no cometas el error de creer que profundidad equivale a que las cosas sean difíciles de entender. ¡No compliques la predicación! ¡Sé claro y objetivo! ¡Sé sencillo! Observa a los niños. Si comienzan a distraerse corriendo de un lado al otro estás volando demasiado alto. Necesitas descender al nivel de comprensión de tus oyentes.

Nunca te dejes influenciar por la cultura o por el nivel intelectual de los que oyen la predicación. La salvación es la más profunda de todas las ciencias, y Jesús la comunicó con sencillez: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito". Eso es lo que el ser humano necesita saber. Jesús no dedicó tiempo para explicarle a Nicodemo los misterios de la teología. "Dios amó - le dijo - y dio a su hijo"

Si un crítico experto en Homilética analizara hoy este sermón de Cristo, tal vez lo consideraría demasiado sencillo. Pero Jesús no tenía interés en satisfacer la vanidad intelectual de Nicodemo, Su objetivo era salvarlo, y todo lo que el líder de la sinagoga necesitaba saber era que Dios lo amaba tanto, al punto de dar a su Hijo para que muriera en su lugar.

La predicación de Cristo me emociona. A menudo vuelvo a leer el Sermón del Monte. Lo estudio y medito en él. Trato de aprender la forma maravillosa como el Maestro conquistaba los corazones más endurecidos,

Pero la predicación no es solo un asunto de palabras claras o complicadas. De que se le entienda o no al predicador. Por encima de todo, es un asunto de vida. Por eso, cuando quiero aprender del Señor Jesús como predicador, trato de no verlo solo en el Monte de las Bienaventuranzas: también voy al monte donde él acostumbraba pasar horas en comunión con el Padre, ¿Cómo podría atreverme, a mostrar la salvación a las personas, fiándome solo de técnicas humanas? ¿Qué de bueno puede haber en mi corazón, capaz de ayudar a otros pecadores como yo?

En el Monte de la Oración, Jesús me enseña que no puede haber predicación sin vida. A las palabras se las lleva el viento, A la vida no.

"Los hombres son en mano de Dios instrumentos de los que él se vale para realizar sus fines de gracia y misericordia. Cada cual tiene su papel que desempeñar; a cada cual le ha sido concedida cierta medida de luz, adecuada a las necesidades de su tiempo, y suficiente para permitirle cumplir la obra que Dios le asignó" SC, 16.

Toca otras vidas, ejerce influencia e inspira. Ningún pastor será un predicador eficiente sin tener tras sí una profunda vida de oración,

Durante las horas solitarias de meditación, tú tocas el cielo con una mano, y entonces recibes la gracia y el poder de Dios, Después, durante la predicación, tratas, con la otra mano, de alcanzar a los oyentes con la gracia y la salvación que provienen de Cristo,

Esto les puede parecer locura a los hombres, Pero "agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación",

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