domingo, 22 de octubre de 2023

Compartir la misión de Dios - La Misión de Dios

“Un mandamiento nuevo les doy: que se amen unos a otros. Que se amen así como yo los he amado. En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros” (Juan 13:34, 35).

Desde el comienzo, Abraham quiso que Dios lo utilizara para la misión. Esta verdad se hace evidente, por ejemplo, en Génesis 18, cuando Dios le advirtió lo que sucedería con Sodoma y Gomorra. “Nada hace Dios, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Y en la historia de Sodoma y Gomorra, “su siervo el profeta” era Abraham.

Abraham estaba descansando durante el calor del día cuando vio a tres viajeros. “Abraham no había visto en sus huéspedes más que tres viajeros cansados, sin imaginarse que entre ellos había Uno a quien podía adorar sin cometer pecado” (PP, 133). No obstante, Abraham pronto se comprometió personalmente con la misión de Dios, al orar e interceder por el pueblo de Sodoma y Gomorra, procurando su salvación. En cierto sentido, si la misión no consiste en eso, ¿en qué consiste?

A lo largo de este capítulo, se revelan tres grandes cualidades espirituales de Abraham: la hospitalidad, el amor y la oración, cualidades que también pueden ser de gran ayuda en la misión.

I. EL DON DE LA HOSPITALIDAD

Lee Génesis 18:1 al 15. ¿Qué elementos de la hospitalidad se evidencian en la respuesta de Abraham a sus invitados?

Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda en el calor del día. Este comportamiento era inusual. A esa hora del día, en verano, cuando el sol está en su punto máximo, todo el mundo busca sombra y una brisa fresca. Pero ¿quizás Abraham estaba soportando el calor para ayudar a alguien que pasara por el camino?

Mientras estaba allí, vio a tres viajeros. Lo más probable era que acostumbrara ofrecer hospitalidad a los forasteros. Por eso, la iniciativa del encuentro fue de Abraham: en el texto, corrió hacia ellos desde la entrada de su tienda. Es decir –y este punto es importante–, Abraham tomó la iniciativa de ir a su encuentro incluso antes de que ellos se acercaran a él.

“Permíteme que traiga un poco de agua para que se laven los pies. Y recuéstense debajo de un árbol, mientras traigo un bocado de pan para sustentar su corazón. Después seguirán, porque para esto han pasado cerca de su siervo” (Génesis 18:4, 5).

Abraham era consciente de su misión, que consistía en compartir con todos el conocimiento del Señor en un mundo sumido en el paganismo, la idolatría y el politeísmo. Como podemos ver en este incidente, su forma más inmediata de cumplir con la misión era mediante la hospitalidad hacia estos extranjeros, que evidentemente acababan de aparecer en el horizonte.

Paralelamente, “formaban su [de Abraham] casa más de mil personas, muchas de las cuales eran jefes de familia y no pocas recién convertidas del paganismo. Semejante casa necesitaba que una mano firme manejara el timón. Los métodos débiles y vacilantes no servían. [...] Y la influencia de Abraham se extendió más allá de su casa. Doquiera levantaba su tienda, erigía un altar a su lado para ofrecer sacrificios y adorar. Cuando trasladaba la tienda a otro lugar, quedaba el altar, y más de un nómada cananeo que había llegado a conocer a Dios por medio de la vida de Abraham, su siervo, se detenía junto a ese altar para ofrecer un sacrificio a Jehová” (Ed, 187).

Desde el principio, este hombre comprendió que Dios lo había llamado a la misión, y que su mudanza a la Tierra Prometida no era para pasar unas vacaciones, sino para ser de bendición para quienes lo rodeaban y, mediante su simiente, para el mundo.

¿Qué principios del ejemplo de hospitalidad de Abraham puedes imitar con tu vida?

II. EL AMOR DE ABRAHAM POR LOS DEMÁS

En Génesis 18:16 al 33 ¿Cómo ejerció Abraham su gran cualidad de amar a todas las personas sin distinción de tribu, raza o pueblo?

Abraham intercede por Sodoma y Gomorra. La segunda cualidad de Abraham que observamos en Génesis 18 era su amor por la gente, incluso por quienes él no conocía personalmente. Esta es una gran lección para cada uno de nosotros. Los habitantes de Sodoma y Gomorra eran pecadores, y sus valores distaban sensiblemente de los de Abraham, pero su corazón estaba lleno de amor por todos, sin distinción de raza, sexo, idioma ni religión.

A continuación, Dios revela a Abraham su decisión de aniquilar las ciudades de Sodoma y Gomorra. “Entonces el Señor le dijo: ‘Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, iré a ver si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí. Si no, lo sabré’ ” (Génesis 18:20, 21).

Con gran humildad y reverencia, Abraham dirigió su petición a Dios: “Lejos de ti hacer eso, que hagas morir al justo con el impío, y que el justo sea tratado como el impío. Nunca hagas tal cosa. El Juez de toda la tierra, ¿no hará lo que es justo?” (Génesis 18:25).

Mediante su amor, Abraham esperaba salvar a toda la gente de estas ciudades, no solamente a los justos. Con certeza, Abraham sabía cuán malvadas y perversas eran las personas que vivían allí. ¿Quién sabe qué historias había oído sobre esa gente y sus prácticas? Y, por lo que sabemos de ellos, según lo revela el capítulo siguiente, con la sórdida historia de Lot y la turba que estaba fuera de su casa (ver Génesis 19:1–11), se trataba de gente muy malvada.

Sin embargo, Abraham, dado que conocía personalmente el amor de Dios, intercedió en favor de ellos. Abraham sabía que los seres humanos siempre pueden acudir a Dios con arrepentimiento. Para Abraham, el hecho de interceder por los habitantes de estas ciudades les daría la oportunidad de arrepentirse.

Al final, Abraham basó su petición en lo que él personalmente sabía acerca del amor de Dios por los seres humanos. Él mismo sentía un gran amor por los pecadores y sabía que, mientras haya vida, hay esperanza de salvación.

¿Por qué es tan importante la oración intercesora en nuestra vida de oración? ¿Cómo puede ayudarnos la oración intercesora a crecer espiritualmente y a experimentar más la realidad del amor de Dios por los pecadores?

III. EL ESPÍRITU DE ORACIÓN DE ABRAHAM

Lee Génesis 18:23 al 32 y Santiago 5:16. ¿Qué nos enseña esto acerca del poder de la oración intercesora?

El diálogo entre Abraham y Dios es un tipo, una representación, de la oración intercesora. Este capítulo presenta a Abraham como un intercesor ante Dios por el pueblo de Sodoma y Gomorra. Él suplicaba por ellos, en favor de ellos; es decir, actuaba en cierto modo como un tipo, un símbolo, de Jesús como nuestro Intercesor ante el Padre. Nuestra misión de hoy únicamente tendrá éxito si avanzamos con este tipo de oración.

Abraham había aprendido a amar a los habitantes de Sodoma, Gomorra y las demás ciudades cercanas. Por eso, su oración era honesta y sincera. Ya había luchado contra algunos reyes que habían derrotado a los reyes de Sodoma y Gomorra. Después de la victoria de Abraham, Bera, el rey de Sodoma, vino al encuentro de Abraham con Melquisedec. Bera pidió que su pueblo regresara a sus hogares: “Dame las personas, y toma para ti la hacienda” (Génesis 14:21). Esta es una indicación del amor de este rey por su pueblo. Puesto que una de las grandes características de Abraham era el amor, amó a los reyes de Sodoma y Gomorra, y oró por ellos y por su pueblo. “El amor por las almas a punto de perecer inspiraba las oraciones de Abraham” (PP, 135).

Abraham ejerció humildad y perseverancia en sus oraciones. En cuanto Dios aceptó la primera petición, salvar la ciudad mientras vivieran allí cincuenta justos, él continuó con su intercesión.

Nuestra misión no puede ser exitosa sin oración, la oración intercesora. Después de reunirnos con alguien, después de dar un sermón o un estudio bíblico, debemos orar por aquellos con quienes hemos estado en contacto. Dios está atento a estas oraciones para tocar el corazón de la gente con la que nos hemos relacionado. No son nuestras palabras ni nuestra elocuencia las que convertirán a nuestros amigos o conocidos: es el Espíritu Santo. Por eso, en cualquier misión que estemos llevando a cabo, debemos orar por cada persona de manera individual.

"¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". Romanos 8:34 

"Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos". Hebreos 7:25. 

¿Qué nos dicen acerca de lo que Jesús hace por nosotros, y cómo puede esta verdad ayudarnos a entender mejor nuestra propia función como intercesores en favor de los demás?

IV. LA MISIÓN DE ABRAHAM

Lee Génesis 19:1 al 29. ¿Cuál fue el resultado del espíritu de hospitalidad, amor y oración de Abraham?

El pasaje da una indicación interesante sobre la posición de Lot en la ciudad de Sodoma: “Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma” (Gén. 19:1). Esto significa que era un personaje importante en la ciudad, ciertamente un funcionario público, porque sentarse a la puerta era un privilegio de funcionarios, jueces y reyes (2 Sam. 19:8; Jer. 38:7; Rut 4:1).

Génesis 19 es casi paralelo con el capítulo 18 y la historia de los ángeles con Abraham. Tanto Abraham como Lot se sentaban en una puerta, o entrada (Gén. 18:1; 19:1); tanto Abraham como Lot invitaron a extraños a descansar en su morada (Gén. 18:3, 4; 19:2); tanto Abraham como Lot preparon alimentos para sus visitantes (Gén. 18:4-8; 19:3). Por más que tuviera defectos, parece que Lot tenía algunas características buenas.

“Entonces el Señor hizo llover desde el cielo fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, y destruyó las ciudades y toda esa llanura, con todos sus habitantes y con todo el fruto de la tierra” (Gén. 19:24, 25).

No sabemos cuántas personas vivían en las ciudades de Sodoma y de Gomorra al momento de este relato, pero entre estos miles de personas únicamente cuatro abandonaron la ciudad, y solo tres se salvaron. Lo mismo ocurrió con el diluvio del Génesis. No sabemos cuántos vivían en ese entonces, pero sabemos que la mayoría no se salvó.

El pequeño número de habitantes de Sodoma que se salvó tiene inferencias para nuestra propia misión: no todos se salvarán. Nos gustaría que todos aceptaran a Jesús y su plan de salvación, pero cada persona tiene libre albedrío. Nuestra tarea consiste en invitar al mayor número posible de personas a decidirse por Jesús. Mientras llevamos a cabo nuestra misión, Dios nos asiste por medio del Espíritu Santo, pero nunca irá en contra de la voluntad de nadie. El libre albedrío significa que, en última instancia, sin importar lo que hagamos o cuánto oremos, la salvación depende de la elección de cada uno.

¿Cómo podemos aprender a no desanimarnos si no vemos los resultados que deseamos al cumplir con nuestra misión?

V. SUMISIÓN A LA MISIÓN DE DIOS

Lee Génesis 12:1 al 9. ¿Qué enseñan estos versículos acerca de someternos a la voluntad de Dios, aun cuando el camino por seguir no parezca claro?

Una de las principales cualidades de Abraham era su sumisión a la voluntad de Dios. Todas las experiencias de Abraham con Dios se caracterizaron por esta sumisión.

Su llamado: Abraham recibió un llamado desafiante del Cielo: “El Señor había dicho a Abram: ‘Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré’ ” (Gén. 12:1). Cuando oyó una voz del Cielo, su primera reacción podría haber sido ignorarla, pensando que se trataba de una alucinación. O podría haber desafiado el mensaje, diciendo algo como: “No quiero ir, me gusta estar aquí”. Es probable que la descripción de “la tierra que te mostraré” le haya parecido extraña como destino. Pero aceptó el llamado. Sometió su voluntad a la voluntad de Dios, y dejó la casa de su padre y su país: “Y tal como el Señor le había dicho, Abram se fue” (Gén. 12:4).

Elección de la tierra: Surgió una disputa entre los siervos de Lot y los de Abraham, pero Abraham no era de pelear con su propia carne y sangre. Se sometió a la voluntad de Dios, que volvió a bendecirlo: “Y el Señor dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: ‘Alza tus ojos y mira desde donde estás hacia el norte y el sur, el oriente y el occidente. Porque toda la tierra que ves, te la daré a ti y a tus descendientes para siempre’ ” (Gén. 13:14, 15).

Destrucción de Sodoma y Gomorra: Cuando Dios le reveló a Abraham la suerte de estas dos ciudades, Abraham, lleno de amor, trató de salvarlas. Dado que no había ni diez personas justas en ellas, las ciudades fueron destruidas. Abraham se sometió a la voluntad de Dios y aceptó el juicio de Dios sobre estas ciudades.

El Señor pudo usar a Abraham gracias a su sumisión a su voluntad en todas las circunstancias. Lo mismo debe suceder con nosotros hoy.

Desafío: En nuestras ciudades enfrentamos obstáculos para predicar el evangelio en forma apropiada y eficaz. Necesitamos suplicar a Dios que intervenga.

Desafío avanzado: Busca la manera de ponerte en contacto con alguien que esté pasando por una situación difícil similar a la tuya. Dile a esa persona que estás orando por ella y pide a Dios que te muestre qué puedes hacer para ayudarla.

CONCLUSIÓN

“El amor por las almas a punto de perecer inspiraba las oraciones de Abraham. Aunque detestaba los pecados de aquella ciudad corrompida, deseaba que los pecadores pudieran salvarse. Su profundo interés por Sodoma demuestra la ansiedad que debemos experimentar por los impíos. Debemos sentir odio por el pecado, pero compasión y amor por el pecador. En derredor de nosotros hay almas que van hacia una ruina tan desesperada y terrible como la que sobrevino a Sodoma. Cada día termina el tiempo de gracia para algunos. Cada hora, algunos pasan más allá del alcance de la misericordia. Y ¿dónde están las voces de amonestación y súplica que induzcan a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación? ¿Dónde están las manos extendidas para sacar a los pecadores de la muerte? ¿Dónde están los que con humildad y fe perseverante ruegan a Dios por ellos?

“El espíritu de Abraham fue el espíritu de Cristo. El mismo Hijo de Dios es el gran Intercesor en favor del pecador. Quien pagó el precio de su redención conoce el valor del ser humano. Al sentir por el mal un antagonismo que solo puede existir en una naturaleza pura e inmaculada, Cristo manifestó por el pecador un amor que solo la bondad infinita podía concebir. En la agonía de la crucifixión, él mismo, cargado con el espantoso peso de los pecados del mundo, oró por sus vilipendiadores y asesinos: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’ (Luc. 23:34)” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 135).

“Abraham fue honrado por los pueblos circunvecinos como un príncipe poderoso y un caudillo sabio y capaz. No dejó de ejercer su influencia entre sus vecinos. Su vida y su carácter, en marcado contraste con la de los idólatras, ejercían una influencia notable en favor de la fe verdadera. Su fidelidad hacia Dios era inquebrantable, en tanto que su afabilidad y benevolencia inspiraban confianza y amistad, y su grandeza sin afectación imponía respeto y honra” (ibíd., p. 127).

Preguntas para dialogar:

¿Qué otros ejemplos de las Escrituras nos muestran que alguien cumplió su llamado a la misión? ¿Qué podemos decir de Juan el Bautista? ¿Podríamos decir que fue exitoso?

Lee Génesis 19:30 al 36. ¿Qué nos dice esto acerca del carácter de algunos de los salvados de Sodoma?

¿Qué otras lecciones podemos aprender del ejemplo de Abraham con respecto a la misión y cómo llevarla a cabo?

Piensa en esto: ¿Consideras que la intercesión de Abraham por Sodoma y Gomorra fue un éxito o un fracaso?

El llamado de Dios a la Misión - La misión de Dios, mi misión.

“Pero recibirán poder cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8).

A veces, Dios puede sacarnos de nuestra zona de confort para convertirnos en sus testigos. En ocasiones, puede usar este cambio para alcanzar sus propósitos, como en el ejemplo de la dispersión de la gente en la torre de Babel. Abraham, por su parte, salió de su patria para ir a otra (Gén. 12) como medio para dar testimonio. Los discípulos de Jesús pasaron de trabajar solo entre los suyos (Hech. 3) a trabajar también para los demás (Hech. 8:1-4). En Hechos 1:8, Jesús estableció un principio de evangelización: empezarían localmente, Jerusalén y Judea, luego irían a Samaria y, finalmente, hasta los confines de la Tierra.

Pero, aunque nosotros no salgamos de nuestro país, Dios quiere que alcancemos con el evangelio a la gente que nos rodea. Cuando la iglesia de Jerusalén se estaba volviendo complaciente, sus miembros fueron dispersados. Aunque llegó la persecución y la gente sufrió, estos desafortunados acontecimientos se convirtieron en un medio para difundir las buenas nuevas por todo el mundo.

I. SALIR DE NUESTRA ZONA DE CONFORT

Para llegar a los demás, Dios quiere que salgamos de nuestra zona de confort. El deseo de permanecer únicamente con los de nuestro propio linaje o clase étnica o social puede llevarnos al egoísmo y la maldad. Este peligro es una de las lecciones que se derivan de la historia de Babel.

Lee Génesis 11:1 al 9. ¿Cuáles eran las intenciones de la gente? ¿Qué quería hacer y por qué Dios se lo impidió?

La historia de los habitantes de la torre de Babel revela su gran ambición. Planeaban construir una estructura monumental, una ciudad y una torre que no existían en ningún otro lugar del mundo: “Una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo, para hacernos famosos” (Gén. 11:4).

¿Cuántas veces la gente intenta hacer lo mismo en la actualidad? No importa si es mediante la política, el arte, los negocios o hasta la religión. Hay quienes quieren hacerse muy famosos. Al final, sus esfuerzos son inútiles y sin sentido. (Ver Ecl. 2:1-11).

La Biblia dice, en Génesis 11:4, que esta gente quería construir la torre para evitar dispersarse sobre la faz de la Tierra. Quería permanecer junta por motivos egoístas. Pero Dios tenía otro plan.

Esta gente también se había unido para esta obra. Pero “dijo el Señor: ‘El pueblo es uno, y todos tienen un mismo lenguaje. Han empezado la obra, y nada los hará desistir de lo que han pensado hacer’ ” (Gén. 11:6). Por cierto, este ambicioso plan del pueblo era perverso.

Aunque las Escrituras no lo dicen explícitamente, Elena de White afirma que no confiaban en la promesa de Dios de que nunca más destruiría la Tierra con agua (Gén. 9:14, 15). Pretendían construir debido a sus propias percepciones de seguridad, en lugar de confiar en la Palabra de Dios. Cualesquiera que fuesen sus motivaciones, Dios sabía que sus intenciones no eran puras, sino que estaban llenas de ambición egoísta, y por eso les impidió alcanzar los objetivos que se habían propuesto.

¿Formas parte de un grupo o comunidad étnica que se siente más cómodo cuando está solo entre sus miembros? ¿De qué manera podrías relacionarte con otras personas que no pertenecen a tu raza, etnia o nacionalidad?

II. SER UNA BENDICIÓN PARA EL MUNDO ENTERO

Lee Génesis 12:1 al 3. ¿En qué sentido las instrucciones de Dios a Abram eran un llamado a la misión?

Dios le pidió a Abram (cuyo nombre cambió más tarde por el de Abraham) que dejara su país y su pueblo, y se fuera a otra tierra. Todo formaba parte del plan de Dios de utilizar a Abraham como vehículo para cumplir sus propósitos divinos en la Tierra. Y Abraham salió, de acuerdo con la Palabra del Señor. Si Dios tiene un plan para ti, puede ser un llamado para que dejes a tu familia extendida y a tu pueblo y vayas a un lugar que él está preparando para que lo sirvas y puedas ser una bendición para los demás.

Lee los siguientes versículos. ¿Qué nos dice cada texto sobre el pacto de Dios, que es la promesa que nos hace?

Gén. 3:15

Gén. 17:19

Núm.24:17

Isa. 9:6

Dan. 9:24–27

Mat. 1:21

De los textos anteriores se desprende claramente que Dios iba a cumplir la promesa, hecha en el Jardín del Edén, de que Alguien vendría como solución al problema del pecado. Esta solución, Jesucristo, el Mesías, iba a surgir del linaje de Abraham e Isaac (por medio de Sara). Hebreos 11:9 afirma que Isaac y Jacob eran herederos de la promesa de bendición que Dios hizo a Abraham.

No sabemos con exactitud cuánto sabía o comprendía el propio Abraham respecto de cómo surgiría la Simiente prometida por medio de él, pero de todos modos actuó por fe. “Por la fe Abraham, cuando fue llamado por Dios, obedeció para salir al lugar que había de recibir en herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8).

¡Qué ejemplo para nosotros!

Supongamos que Dios te llama a salir “sin saber” adónde vas. ¿Cómo responderías y por qué?

III. EL LLAMADO A ABRAHAM

Abraham siguió el llamado de Dios y entró en la tierra como Dios le había ordenado. Sin embargo, desde el principio, las cosas no parecieron irle demasiado bien. Llegó al lugar al que Dios le había dicho que fuera, pero, según la Biblia, “el cananeo habitaba entonces en la región” (Gén. 12:6), un pueblo pagano famoso por su crueldad y su violencia. No es de extrañar que, justo después de que Abraham llegara allí, el Señor se le apareciera y le dijera: “A tus descendientes daré esta tierra” (Gén. 12:7). Sin duda, Abraham necesitaba ese estímulo.

Sin embargo, las cosas todavía no le iban precisamente bien; al menos, al principio.

Lee Génesis 12:10 al 13:1. ¿Qué cosas le sucedieron después y qué errores cometió este hombre de Dios?

Qué desalentador debió haber sido para él: dejar una existencia cómoda y probablemente próspera en su tierra natal, solo para partir “sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8). Y una de las primeras cosas que enfrentó fue el hambre. Esta hambruna fue tan grave que tuvo que abandonar el lugar donde Dios le había dicho que se estableciera e ir a otro lugar. Y después las cosas empeoraron aún más.

“Durante su estada en Egipto, Abraham dio evidencias de que no estaba libre de la debilidad y la imperfección humanas. Al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, reveló desconfianza en el amparo divino, una falta de esa fe y ese valor elevadísimos tan frecuente y noblemente manifestados en su vida. [...] A causa de la falta de fe de Abraham, Sara se vio en gran peligro. El rey de Egipto, habiendo oído hablar de su belleza, la hizo llevar a su palacio, pensando hacerla su esposa. Pero el Señor, en su gran misericordia, protegió a Sara, enviando plagas sobre la familia real” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 123).

Nadie ha dicho que la obra misionera fuera fácil, y al mentir, al ser engañoso, Abraham solo empeoró las cosas. Afortunadamente, Dios es un Dios de paciencia, y no desechó a su siervo por este error que, por desgracia, no sería el único que Abraham cometería. Qué reconfortante es saber que, a pesar de nuestros errores, si nos aferramos al Señor con fe y sumisión, como lo hizo Abraham, Dios no solo puede perdonar nuestros errores, nuestros pecados y nuestras faltas, sino además puede seguir utilizándonos para la misión.

¿Qué lecciones podemos sacar de la historia de Abram en Egipto?

IV. LA IGLESIA PRIMITIVA Y LAS ZONAS DE CONFORT

Lee Hechos 8:1 al 4. En la iglesia primitiva, ¿qué provocó la dispersión de los creyentes más allá de su zona de comodidad?

Hasta ese momento, la iglesia primitiva se encontraba principalmente en Jerusalén (o dentro del territorio judío y entre el pueblo judío). Cuando comenzó la persecución de la que Saulo, un judío devoto y fariseo, participó activamente, la iglesia de Jerusalén se dispersó por toda Judea y Samaria. Jesús lo había predicho en Hechos 1:8: “Serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria” (NVI). Esta afirmación se cumplió, tal como lo señala Hechos 8:4: “Los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban” (NVI).

Aun después de que la iglesia comenzó a avanzar más allá de Jerusalén, todavía predicaban en las regiones de los judíos o en los distritos del pueblo judío de otras ciudades. Hechos 11:19 indica que la iglesia se dispersó hasta Fenicia (Líbano) y Chipre, pero en esta etapa no predicaron el mensaje a nadie más que a los judíos. Los discípulos de Jesús y la iglesia primitiva no intentaron llevar al Señor a los gentiles, sino solo a los judíos. Todavía tenían una visión limitada sobre cuál debía ser la misión de la iglesia.

Pedro, un discípulo de Jesús y una de las figuras principales de la iglesia primitiva, era reacio a llevar el mensaje del evangelio a los gentiles, incluso después de que Pablo comenzó a hacerlo. A Pedro se lo conoce como el apóstol a los circuncisos (es decir, a los judíos), y Pablo era apóstol a los gentiles (Gál. 2:8). Al principio, Pedro ni siquiera quería que lo vieran con los gentiles (2:11, 12). Sin embargo, Dios sacó a Pedro de su zona de confort y transformó su corazón. Estaba empezando a aprender lo que realmente implicaba la comisión evangélica y lo que la muerte de Jesús pretendía lograr en todo el mundo.

Lee Hechos 10:9 al 15, 28 y 29. ¿Cuál era el mensaje que el Señor le estaba dando a Pedro, y cómo debemos nosotros, en nuestra época, aplicar este principio a la obra misionera?

V. EMPEZAR POR DÓNDE ESTÁS

Lee Hechos 1:8. ¿Qué principio presentó Jesús en cuanto a realizar la obra de compartir y de ser sus testigos al mundo?

Este es el principio establecido por Jesús que nos muestra cómo debemos actuar como discípulos que tienen la buena nueva para compartirla con los demás. Compartir la verdad no consiste en convencer a los demás de lo equivocados que están, sino en compartir a Jesús tal como se describe en el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12.

No obstante, hay algunos principios en las palabras de Jesús en Hechos 1:8.

En primer lugar, “serán mis testigos tanto en Jerusalén” (NVI). Como hemos visto (pero vale la pena repetirlo): debemos ser testigos en el lugar donde residimos físicamente. Esto puede incluir nuestro propio hogar, la iglesia, el vecindario y la comunidad. Necesitamos ser testigos suyos primero donde estamos, en el lugar donde él nos ha colocado inicialmente (casa o trabajo), y dar testimonio a la gente más cercana a nosotros. Puede ser la familia cercana o la familia extendida, la gente de la iglesia, los compañeros de trabajo, los vecinos y la comunidad.

A veces, la gente solo está interesada en ir a un país lejano y a una cultura extraña para dar testimonio. Pero no testifica a la gente que la rodea ahora. Debemos comenzar donde estamos y avanzar desde allí según el Señor nos guíe.

A continuación: “En toda Judea y Samaria” (Hech. 1:8). Una vez más, Jesús afirma la realidad de que dar testimonio implica cruzar fronteras culturales. Partiendo de donde estamos, podemos ser llamados a desplazarnos a otras zonas para llegar a diferentes grupos sociales, étnicos y religiosos. Si pertenezco a un determinado grupo étnico o lingüístico, quizá me resulte mucho más fácil dar testimonio ante ellos, porque las barreras culturales que hay que cruzar son mínimas. En algunas zonas del mundo, únicamente un clan o tribu está representado en la composición de la iglesia. Sin embargo, la Gran Comisión de Jesús nos dice que, como testigos suyos, es crucial salir de nuestra zona de confort y aplicar nuestros recursos en esos grupos de personas. Ellos también necesitan el mensaje de Jesús.

Desafío: Identifica y haz una lista de grupos de personas con necesidades especiales en tu comunidad, por quienes la iglesia no ha hecho esfuerzos por alcanzarlas.

Desafío avanzado: Comienza a orar por una oportunidad, en el futuro cercano, para comprometerte en la misión con personas con necesidades especiales.

CONCLUSIÓN

“Antes de ascender al Cielo, Cristo dio a los discípulos su comisión. Les dijo que debían ser los ejecutores del testamento por el cual él legaba al mundo los tesoros de la vida eterna. Ustedes han sido testigos de mi vida de sacrificio en favor del mundo, les dijo. Han visto mis labores por Israel. Y, aunque mi pueblo no quiso acudir a mí para poder tener vida, a pesar de que los sacerdotes y los gobernantes han hecho conmigo lo que querían, aunque me han rechazado, tendrán todavía otra oportunidad de aceptar al Hijo de Dios. Han visto que recibo libremente a todos los que acuden a mí confesando sus pecados. Al que a mí viene no lo echaré fuera de ninguna manera. Les encomiendo a ustedes, mis discípulos, este mensaje de misericordia. Ha de darse tanto a los judíos como a los gentiles: primero a Israel y entonces a todas las naciones, lenguas y pueblos. Todos los que crean integrarán una iglesia” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 23).

La Gran Comisión es clara: “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Por lo tanto, sin duda tiene que ver con alcanzar a otros, especialmente a otras naciones.

“La Comisión Evangélica es la magna carta misionera del Reino de Cristo. Los discípulos habían de trabajar fervorosamente por las almas, dando a todos la invitación de misericordia. No debían esperar que la gente viniera a ellos; sino que debían ir ellos a la gente con su mensaje” (ibíd.)

"La gran comisión se erige como la 'Carta Magna' de la iglesia cristiana: la razón de su existencia. Se le llama 'la gran comisión' debido a la magnitud de la comisión. Abarca todo" Russell Burrill. Discípulos Modernos para iglesias revolucionarias. 2 ed. Buenos Aires:ACES, 2014, 9).

La gran comisión fue dada a 'discípulos escépticos'... A pesar de que nosotros hoy podamos tener algunas dudas acerca de Jesús, se nos ordena ir y hacer discípulos. Al hacerlo, esas dudas se disiparán. Una vez más, quizá en forma indirecta, Jesús está sugiriendo que la mejor forma de sacarse las dudas es estar comprometidos en hacer discípulos". Russell Burrill. Discípulos Modernos para iglesias revolucionarias. 2 ed. Buenos Aires:ACES, 2014, 10).

"Cuando Jesús se le aparece a este grupo de discípulos adoradores e incrédulos, no ignora a los que dudan, más bien los incluye". Russell Burrill. Discípulos Modernos para iglesias revolucionarias. 2 ed. Buenos Aires:ACES, 2014, 10).

"Nuestras dudas no tienen que estar totalmente resueltas. Jesús quiere que vayamos, que le adoremos y que nos pongamos a hacer discípulos, a pesar de nuestras dudas, porque solo por medio de la participación en la misión de Cristo nuestras dudas se esclarecerán". Russell Burrill. Discípulos Modernos para iglesias revolucionarias. 2 ed. Buenos Aires:ACES, 2014, 10).

“En este oscuro mundo de pecado, el Señor tiene muchas joyas preciosas, hacia las que él guiará a sus mensajeros. Por doquiera hay quienes se decidirán por Cristo. Muchos apreciarán la sabiduría de Dios más que cualquier ventaja terrenal, y llegarán a ser fieles portaluces. [...] Convencidos de que la conducta de Pedro estaba de acuerdo con el cumplimiento directo del plan de Dios, y de que sus prejuicios y espíritu exclusivo eran totalmente contrarios al espíritu del evangelio, glorificaron a Dios, diciendo: ‘De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida’. Así, sin discusión, los prejuicios fueron quebrantados, se abandonó el espíritu exclusivista establecido por la costumbre secular, y quedó expedito el camino para la proclamación del evangelio a los gentiles” (ibíd., pp. 116, 117).

Preguntas para dialogar:

¿Cómo definirías la palabra “misión” al aplicarla a tu propia vida?

¿De qué manera podrías expresar la misión a diario en tu actitud y tu comportamiento? ¿Cómo puedes tener más en cuenta la misión en tus tareas cotidianas?

¿Qué importancia tiene que examinemos nuestro corazón y busquemos el poder de lo Alto para librarnos de los prejuicios contra los que no son como nosotros?

La Misión de Dios en favor de nosotros II - La Misión de Dios

“Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19).

La temática de Dios como un Dios misionero atraviesa toda la Escritura. Es el hilo conductor de la historia humana y demuestra el propósito de Dios para su Creación. Además, fusiona la revelación divina con un objetivo principal: la restauración de la imagen de Dios en sus hijos caídos (comparar con Col. 3:9, 10 y 1 Juan 3:2).

La misión de Dios también funciona como el marco en el que debemos ver y entender la Palabra de Dios para nosotros. Cuando leemos la Biblia, podemos identificar a un Dios que nos tiende la mano de manera intencional. A pesar de la separación causada por el pecado (Isa. 59:2), mediante su misión, Dios sigue restaurando la relación quebrada con la humanidad hasta el glorioso momento en que haga “nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5).

Dios ha elegido manifestarse de tal manera que podamos comprender su naturaleza y su propósito, y sobre todo, que podamos tener una relación real y duradera con él. En otras palabras, no solo llegamos a conocerlo, sino también compartimos con otros nuestra experiencia con él y con su amor salvífico.

I. EL DIOS TRINO

La misión de Dios en las Escrituras da prominencia a Jesús como el único camino a la salvación. Cristo mismo declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Pero Jesús también nos ayuda a comprender la centralidad del Dios trino en su misión.

Todo lo que Cristo hizo fue por su Padre celestial o para él (ver Juan 4:34; 5:30; 12:45). Sin embargo, siempre debemos recordar que la misión de Jesús no comenzó cuando vino al mundo. La había recibido del Padre incluso antes de la creación de nuestro mundo (comparar con Efe. 1:4; 1 Ped. 1:20).

Por lo tanto, Dios concibió la manera en que salvaría a la humanidad aun antes de poner los cimientos de nuestro planeta, y entró intencionalmente en la historia de la humanidad para cumplir con este propósito.

El Hijo creó el mundo (Juan 1:3) y, “cuando se cumplió el tiempo” (Gál. 4:4), Dios demostró su amor al enviar al Hijo aquí (Juan 3:16, 17). El Hijo vino, murió en la Cruz y venció a la muerte. Luego, enviado por el Padre, vino el Espíritu (Juan 14:26; 16:7), quien convence al mundo (Juan 16:8-11) y hoy continúa la misión del Padre y del Hijo al dar poder y enviar al pueblo de Dios a la misión (Juan 14:26; 16:13, 14).

Lee Juan 20:21 y 22. La idea de que la misión tiene su origen en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ¿cómo debería trazar nuestra misión?

Aunque la palabra “trinidad” no se encuentra en la Biblia, las evidencias trinitarias relacionadas con la misión son cuantiosas. Por ejemplo, después de la resurrección, Cristo se apareció a sus discípulos y les prometió: “Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Luc. 24:49, NVI, énfasis añadido). Aquí encontramos la realidad de la misión de la Deidad en una sola frase: la promesa del Padre; la seguridad del cumplimiento de la promesa por parte del Hijo; y la promesa misma, la venida del Espíritu Santo (ver Luc. 3:16; Hech. 1:4, 5, 8).

Con estos pasajes, aprendemos que la misión no es nuestra. Pertenece al Dios trino. Como tal, no fracasará.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo participan en la obra de salvar almas. ¿Por qué te reconforta tanto este pensamiento?

II. HACER DISCÍPULOS: EL CENTRO DE LA MISIÓN

Lee Mateo 28:16 al 20. ¿Qué elementos del discipulado puedes identificar en este pasaje?

Mateo 28:16 al 20 pronuncia el mandato bíblico, comúnmente identificado como la Gran Comisión (Mat. 28:18-20), en el que Jesús instruye a sus seguidores para que vayan y hagan discípulos, enseñándoles la verdad e iniciándolos en la comunión (ver también Mar. 16:15 y 16; Luc. 24:44-49; Juan 20:21-23; Hech. 1:8).

Los componentes básicos de Mateo 28:16 al 20 pueden resumirse en cuatro aspectos sencillos: (1) Jesús ordena a sus discípulos que vayan a Galilea para estar con él (Mat. 28:16, 17); (2) Jesús se acerca a ellos, declarando su autoridad y soberanía (Mat. 28:18); (3) Entonces Jesús comisiona a sus discípulos a una tarea específica (concretamente, hacer discípulos, Mat. 28:19, 20); y finalmente, (4) Jesús promete estar con sus discípulos hasta el fin (Mat. 28:20).

Hacer discípulos es el objetivo primordial de la Gran Comisión y la tarea principal de la misión. Literalmente, en el idioma griego original, el comienzo de Mateo 28:19dice: “Por lo tanto, habiendo ido, hagan discípulos”. El “por lo tanto” da a la comisión su fundamento en lo que se acaba de presentar (Mat. 28:18): el poder, la autoridad y la soberanía de Jesús; todos ellos, procedentes de la victoria alcanzada en su resurrección.

Es importante destacar que el único verbo de acción con fuerza imperativa en la Gran Comisión es “hacer discípulos”. Enseñar a todos, bautizarlos y compartir las enseñanzas de Jesús con todo el mundo son las características del proceso de discipulado. Aquí, evidentemente Jesús está dirigiendo a sus discípulos hacia un propósito: hacer discípulos. Por cierto, este es uno de los más grandes pasajes misioneros de toda la Escritura. Termina con la promesa de Jesús de su presencia continua con sus seguidores.

Obviamente, el propósito de la Gran Comisión abarcaba más que a los primeros discípulos reunidos en esa circunstancia particular. Ellos solos no podrían ir a “todas las naciones” para cumplir la nueva misión de hacer discípulos. Por lo tanto, la Comisión es universal en su alcance: todo verdadero seguidor de Jesucristo debe dedicarse a hacer discípulos. Además, el mensaje que debe transmitirse (el evangelio eterno de Jesucristo) está destinado a todo el mundo, sin limitaciones geográficas, sociales ni étnicas.

La misión es “hacer discípulos”. ¿Cómo afecta este mandato del Maestro tu forma de vivir y ministrar a los demás? ¿Qué puedes hacer para comprometerte más en aquello para lo que has sido llamado?

III. EL EVANGELIO ETERNO: EL MENSAJE DE LA MISIÓN

Lee Apocalipsis 14:6 y 7. ¿Qué aspectos de la misión de Dios puedes identificar en el “evangelio eterno” presentado por el primero de los mensajes de los tres ángeles?

Este es el único lugar de las Escrituras en el que se relacionan las palabras “evangelio” y “eterno”. El evangelio es la buena nueva de la gracia ofrecida a todos por medio de Jesucristo. Él vino a nuestro mundo para mostrarnos la “gracia y [...] verdad” (Juan 1:14). Llevó una vida sin pecado y murió en la Cruz como sacrificio sustitutivo con el fin de cargar con la pena por nuestros pecados (Isa. 53:4, 5; 1 Ped. 3:18). Resucitó, regresó al Cielo, fue exaltado por el Padre, y hoy intercede por nosotros en el Santuario celestial (Apoc. 1:18; Hech. 2:33; Heb. 7:25). Pronto cumplirá su mayor promesa: regresar en majestad y gloria y, finalmente, después del Milenio, establecer el Reino de Dios en la Tierra (Juan 14:1-4; Hech. 1:11; Apoc. 21:1-4). Todas estas son realidades esenciales del evangelio eterno.

Sin embargo, es notable el hecho de que este mensaje sea eterno. Solo hay un evangelio que puede salvarnos. Continuará siendo el mismo hasta que la misión de Dios se haya cumplido plenamente. Nunca habrá otro evangelio. Las enseñanzas y las doctrinas engañosas van y vienen (Efe. 4:14), pero el mensaje de salvación, el evangelio eterno, es inmutable, y quienes crean en él y lo vivan en obediencia serán recompensados (ver Deut. 5:33; Rom. 2:6).

La misma comisión dada a los primeros discípulos también se nos da a nosotros hoy. Debemos continuar la tarea de hacer discípulos de Cristo en todas partes. Pero ¿qué tipo de discípulos? ¿Gente buena, honesta, totalmente entregada y cariñosa? Estos rasgos son esenciales, pero no son suficientes. Debemos hacer discípulos enfocados en todos los elementos bíblicos del discipulado (Luc. 9:23; Juan 13:34, 35; 2 Cor. 5:17) con un propósito final: estar preparados y preparar a otros para la segunda venida del Maestro, Jesucristo.

“La proclamación del Juicio [Apoc. 14:6, 7] es el anuncio de que la segunda aparición de Cristo está por acaecer. Y a esta proclamación se la denomina ‘el evangelio eterno’. Así se ve que la predicación de la segunda venida de Cristo, el anuncio de su cercanía, es una parte esencial del mensaje evangélico” (Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 179, 180).

¿Qué relación hay entre el concepto de juicio y el de “evangelio eterno” en el mensaje del primer ángel? ¿Por qué el evangelio debe ser primordial en la idea del Juicio?

IV. EL PUEBLO DE DIOS: LOS CANALES DE LA MISIÓN

A lo largo de la historia, Dios siempre ha contado con personas que representaron fielmente su carácter y, en obediencia, siguieron sus propósitos. El pueblo de Dios son quienes han sido llamados y que han aceptado su invitación a ser partícipes de su gracia. Todos ellos han sido, y continúan siendo, instrumentos de Dios para el cumplimiento de su misión.

Lee Génesis 12:1 al 3; y Deuteronomio 7:6, 11 y 12. ¿Cuál era el propósito original de Dios para su pueblo en el Antiguo Testamento?

El pacto de Dios con Abraham y sus descendientes tenía un propósito específico. Fueron llamados, creados y comisionados para ser agentes de la misión de Dios: canales de bendiciones para las naciones (comparar con Deut. 28:10; Isa. 49:6). Sin embargo, fueron elegidos dentro de una relación de pacto con Dios, basada en una condicionalidad implícita de fe y obediencia (Gén. 22:1618; Éxo. 19:5, 6; Deut. 28:1, 2; 2 Crón. 7:14). Este proceso de atraer a las naciones circundantes hacia Israel fue la “estrategia misionera” de Dios en el Antiguo Testamento.

En el Nuevo Testamento, la misión de Dios continúa. El Señor y Salvador resucitado lanza ahora una nueva “estrategia misionera” (ver Mat. 28:18-20; Hech. 1:8), en la que los discípulos de Cristo, que constituyen la iglesia, salen a la misión por todo el mundo, en lugar de que, como ocurría con el antiguo Israel, el mundo fuera a ellos. La misión no se originó con la iglesia. Al contrario, la iglesia existe porque Dios todavía tiene una misión que cumplir y está utilizando a su iglesia para llevarla a cabo.

Sin embargo, cabe una pregunta: ¿Cuál es la misión de la iglesia? Es la misma que la de aquel que llamó a la iglesia a la existencia: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). Aunque ninguno de nosotros en la iglesia puede salvar a nadie, sí podemos y debemos llevar a otros al Único que puede salvar, y ese es Jesucristo.

“La misión de la iglesia de Cristo consiste en salvar a los pecadores que perecen. Consiste en darles a conocer el amor de Dios hacia los hombres y ganarlos para Cristo por la eficacia de ese amor” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 420). ¡Qué privilegio y qué tremenda responsabilidad!

La misión es para la iglesia lo que el aire es para nuestra vida. Sin aire, morimos. Sin misión, la iglesia muere. ¿Qué puedes hacer personalmente para sostener la vida de tu iglesia?

V. EL MUNDO: LA ARENA DE LA MISIÓN

Lee Apocalipsis 7:9 y 10. ¿Qué sugiere este pasaje acerca del alcance geográfico de la misión de Dios?

En la lección de esta semana, se han analizado intencionalmente dos textos fundamentales sobre la misión que enfatizan la centralidad de la formación de discípulos en la Gran Comisión y el mensaje del evangelio eterno. Curiosamente, ambos textos tienen al menos un punto en común: el “dónde” de la misión. Dicen así: “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos” (Mat. 28:19, énfasis añadido), “a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6, énfasis añadido).

En otras palabras, el evangelio de Cristo debe llegar a todas las clases, a todas las naciones, a todas las lenguas y a todos los pueblos. La influencia del evangelio es unir a los salvos en una gran hermandad. Solo tenemos un modelo que imitar, y es Cristo. Si aceptamos la verdad tal como es en Jesús, se derribarán los prejuicios y los celos nacionalistas, y el espíritu de verdad fundirá nuestros corazones en uno solo.

Cuando Jesús dijo: “Me serán testigos” (Hech. 1:8), tenía en mente tres zonas geográficas diferentes:

Primera zona: “Me serán testigos en Jerusalén”. En aquel momento, sus discípulos estaban muy cerca de Jerusalén. De esta manera, básicamente Jesús les estaba diciendo: “Empiecen a compartir su experiencia con Dios con la gente que está cerca de ustedes”. La misión comienza en casa, con la familia, con los vecinos, con los amigos. Este es el lugar supremo de nuestra misión.

Segunda zona: Luego sigue diciendo: “En toda Judea, en Samaria”. Nuestra misión implica también a los que, en cierto modo, están cerca, pero al mismo tiempo alejados de nosotros. En este grupo hay personas que quizás hablen el mismo idioma que nosotros, personas que tienen una cultura similar, pero que no viven ni comparten la misma realidad que nosotros. Este es nuestro siguiente lugar misionero.

Tercera zona: Además de esto, Cristo dice: “Y hasta lo último de la tierra”. La misión de Dios nos llama a alcanzar a gente de todos los lugares, las naciones, los grupos de personas, las lenguas y las etnias. Este es nuestro último lugar de misión.

Desafío: Ora todos los días de esta semana por la comunidad donde vives. Dios te ha colocado allí por una razón.

Desafío avanzado: Investiga la demografía de tu zona (qué tipo de gente vive a tu alrededor): su trasfondo étnico y religioso; si hay ancianos, jóvenes, pobres, ricos, idiomas que se hablan, etc. Pide a Dios que te muestre cómo puedes ser un canal de su amor para ellos.

CONCLUSIÓN

Para testimonio a todas las naciones. “Las palabras del Salvador: ‘Ustedes son la luz del mundo’ señalan el hecho de que ha encomendado a sus seguidores una misión mundial. Tal como los rayos del Sol penetran hasta los rincones más remotos del Globo, así Dios quiere que la luz del evangelio se extienda a todas las almas de la Tierra. Si la iglesia de Cristo cumpliera el propósito de nuestro Señor, la luz se derramaría sobre todos los que viven en tinieblas y en región de sombra de muerte. En vez de congregarse y rehuir la responsabilidad y la carga de la cruz, los miembros de la iglesia se dispersarían por todas las tierras, dejando que la luz de Cristo brillara desde ellos, trabajando como él lo hizo por la salvación de las almas, y este ‘evangelio del reino’ sería llevado rápidamente a todo el mundo.

“Desde todos los países está sonando el llamado macedónico: ‘Vengan a ayudarnos’. Dios ha abierto campos ante nosotros. Los seres celestiales han estado cooperando con los hombres. La Providencia va delante de nosotros, y el poder divino obra con el esfuerzo humano. Ciegos deben estar los ojos que no ven la obra del Señor, y sordos los oídos que no oyen el llamado del verdadero Pastor a sus ovejas. Algunos han oído el llamado de Dios y han respondido. Que todo corazón santificado responda ahora, procurando proclamar el mensaje vivificador. Si los hombres y las mujeres, con humildad y fidelidad, asumen la tarea que Dios les ha encomendado, el poder divino se revelará en la conversión de muchos a la verdad. Maravillosos serán los resultados de sus esfuerzos” (Elena de White, The Advent Review and Sabbath Herald, 14 de noviembre de 1912).

Preguntas para dialogar:

La credibilidad de la influencia de la iglesia en la comunidad está determinada, principalmente, por la medida en que nosotros, el cuerpo de Cristo, ejemplificamos en nuestra vida el amor de Dios en el cumplimiento de su misión. ¿Cómo respondes tú, personalmente, a este desafío?

¿Cómo crees que los vecinos no adventistas ven y entienden a tu iglesia? ¿Cómo lo sabes? Si la percepción es positiva, ¿qué puedes hacer para fortalecerla más? Si es negativa, ¿qué puedes hacer para cambiarla?

¿Por qué es tan importante mantener el “evangelio eterno” en el centro de nuestra misión al mundo? ¿Qué esperanza suprema podemos ofrecer a cualquiera, en cualquier parte, que no se centre en la gran esperanza que tenemos gracias al evangelio, la buena nueva de lo que Jesús ha hecho por nosotros en la Cruz?

domingo, 1 de octubre de 2023

La Misión De Dios en favor de nosotros - La Misión de Dios

 “Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’ ” (Génesis 3:9)


La misión encuentra su origen y su finalidad únicamente en Dios. Esta misión no comenzó con el llamado a Abram (Génesis 12:1-4) ni con el Éxodo (Éxodo 12:31-42). Ni siquiera comenzó con Jesucristo en la Tierra (Mateo 1:18-25) ni con los viajes misioneros de Pablo (Hechos 13:4-14:26). Esta misión comenzó con Dios mismo, cuando trajo a la existencia el Universo y luego creó a la humanidad (Génesis 1:26, 27).

En las Escrituras, vemos a un Dios que intencionalmente se acerca a sus hijos y desea estar con ellos. Desde el principio, establece una relación con Adán y con Eva. Aun después de la entrada del pecado, él continúa con su misión. Pero esa misión ahora es restablecer su relación con la humanidadFinalmente, la misión de Dios se cumplirá (Apocalipsis 21-22), y por esta razón debemos motivarnos en la labor de proclamar el evangelio eterno al mundo (Apocalipsis 14:6, 7).

El fundamento de todo esfuerzo misionero; por lo tanto, debe centrarse en una relación con el Creador y en la comprensión adecuada de su naturaleza y su carácter misioneros. Pero antes de entender la misión de Dios, es esencial entender mejor al Dios de la misión.

I. EL DIOS QUE NOS ALCANZA

Dios nos creó a su imagen y semejanza. Nos dio un mundo perfecto, y su propósito era que viviéramos en perfecta conexión con él; una relación centrada en su atributo más precioso: el amor. Pero, para que el amor sea real, Dios también nos dio otro don precioso: el libre albedrío, la libertad de elegir qué camino seguir. Por supuesto, Dios dio instrucciones claras a Adán y a Eva sobre el peligro y las consecuencias mortales de la desobediencia (Génesis 2:16, 17). Satanás, por su parte, persuadió engañosamente a Eva  que ella podía comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal sin ningún resultado negativo; al contrario, afirmó: “Serán como Dios, conocedores del bien y del mal” (Génesis 3:5). Por desgracia, Eva eligió comer y le ofreció el fruto a Adán, quien tomó la misma decisión. La Creación perfecta, entonces, se manchó de pecado.

Ese momento cambió el plan y el propósito originales de Dios para el recién creado planeta Tierra. La misión de salvación, que había sido planificada “antes de la creación del mundo” (Efesios 1:4), ahora tenía que ser implementada.

"Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar". Génesis 3:9-15. 

¿Cuáles fueron las primeras palabras de Dios a Adán después de que él y Eva cayeran, y por qué esa declaración es tan significativa desde el punto de vista teológico, incluso hoy?

Por supuesto, Dios sabía exactamente dónde estaban. Dominados por el miedo, Adán y Eva eran quienes necesitaban ver lo que estaba pasando. Pero también necesitaban ser confrontados para que pudieran comprender las terribles consecuencias de su pecado. También Satanás debía ser derrotado. Para ello, Dios comenzó a presentar su misión: el plan de redención (ver Génesis 3:14, 15), la única esperanza de reconciliar “consigo al mundo” (2 Corintios 5:19).

Sin embargo, debemos prestar mucha atención al hecho de que, antes de la confrontación y de la promesa de reconciliación, Dios fue en busca de la humanidad caída. A pesar de la situación aparentemente desesperada, Dios aborda esencialmente dos cuestiones en su pregunta a Adán: nuestro estado caído y su naturaleza misionera. Estamos perdidos y necesitamos desesperadamente la salvación. Él es quien sale a nuestro encuentro decidido a salvarnos y a estar con nosotros.

A lo largo de la historia, Dios sigue preguntando: “¿Dónde estás?” En tu experiencia personal, ¿qué significa esto para ti y cómo le respondiste?

II. EL DIOS QUE ANHELA ESTAR CON NOSOTROS

"Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti". Génesis 17:7.

"Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre". Génesis 26:3 

"He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho". Génesis 28:15. 

¿Cuál fue el enfoque principal de la promesa de Dios a Abraham y sus descendientes en estos versículos?

En la narración del Antiguo Testamento, Dios sigue actuando según su naturaleza misionera para cumplir sus propósitos

Por ejemplo, después del Diluvio, el pueblo de Babel decidió reunirse en un mismo lugar para construir una ciudad y una torre que llegara hasta el cielo. Dios intervino al confundir su lenguaje con el objetivo de dispersarlos por todo el mundo (Génesis 11:1-9). Luego, amplió su misión al llamar a Abram (que más tarde pasó a ser Abraham) a fin de que fuera un canal de sus bendiciones para todo el mundo (Génesis 12:1-3). 
Las promesas de Dios a Abraham y a sus descendientes fueron múltiples, pero una se destaca por sobre las demás. Varias veces, básicamente, Dios les declaró: “Seré tu Dios”; “Yo estaré contigo”; “Yo estoy contigo” (ver Génesis 17:7, 8; 26:3; 28:15).

A medida que transcurre la historia, José termina en Egipto, pero como instrumento de salvación para su pueblo. A cada paso de la experiencia de José, incluso en los momentos más difíciles de su vida, la Biblia afirma que “el Señor estuvo con José” (Génesis 39:2, 21, 23). Generaciones más tarde, en cumplimiento de su misión, Dios envió a Moisés ante faraón para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Al “enviar” a Moisés, Dios le dijo: “Ciertamente yo estaré contigo” (Éxodo 3:12, NBLA). Una y otra vez, Jehová confirmó su profundo deseo de estar con su pueblo.

"Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria. Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios". Éxodo 29:43-45. 

¿Cuál era uno de los principales propósitos del Santuario del Antiguo Testamento? 

Dios decidió estar con sus hijos de una manera diferente. Confirmó a Moisés su anhelo de morar entre los hijos de Israel mediante la construcción del Tabernáculo y el establecimiento de un sistema muy deliberado y lleno de propósito, que apuntaría al instrumento supremo de su misión: Jesucristo. 
“Las ofrendas de los sacrificios y el sacerdocio del sistema judaico estaban constituidos para representar la muerte y la obra mediadora de Cristo. Todas estas ceremonias estaban desprovistas de significado. No tenían virtud alguna excepto en lo que se referían a Cristo” (Exaltad a Jesús, 18).

¿Cómo experimentas la presencia de Dios en tu vida?

III. EL DIOS QUE SE HIZO UNO CON NOSOTROS

El Antiguo Testamento presenta la manera en que el Creador comenzó a implementar un plan mediante un pueblo que debía representar su naturaleza y su propósito ante el mundo. Todo lo que Dios hizo fue conforme a su estrategia misionera. Por medio del profeta Isaías, Dios dijo: “Yo soy Dios, y no hay otro; nada hay semejante a mí, que anuncio el fin desde el principio [...]; que digo: ‘Mis planes se cumplirán, y hago todo lo que deseo’ ” (Isaías 46:9, 10). Sin embargo, en el Nuevo Testamento, el deseo de Dios de estar con la humanidad adquiere una nueva dimensión. Mediante la encarnación de Cristo, lo que era solo una promesa en el Jardín del Edén (Génesis 3:15) se convierte en realidad.

"El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel que traducido es: Dios con nosotros". Mateo 1:18-23. 

¿Qué cosas esenciales nos dice este relato sobre Dios?

“Dios con nosotros”. Emanuel. Dios había habitado entre su pueblo en el Santuario, y ahora habitaba con él en la persona física de Jesús de Nazaret. En efecto, con el nacimiento de Jesús, Dios presentó de forma concreta su continuo deseo de estar con nosotros en naturaleza y misión: el Hijo de Dios era plenamente humano y plenamente divino, y es aquel que afirmó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).

"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer". Juan 1:14 al 18. 

¿Qué puedes aprender, a partir de la encarnación de Cristo, acerca de la misión de Dios en favor de nosotros?

Dios siguió adelante con su misión y luego, por medio de Jesucristo, se hizo presente en la carne entre sus hijos. El “unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14) cumplió las profecías del Antiguo Testamento y, según el plan divino, se hizo uno con nosotros, Dios en carne humana. El Dios de la misión seguía cumpliendo su propósito.

Piensa en lo que significa que el amor de Dios por nosotros sea tan grande como para venir a nosotros en nuestra propia humanidad. ¿Cómo debemos responder a este amor, especialmente en cuanto a hacer obra misionera por los demás?

IV. EL DIOS QUE SIGUE ESTANDO CON NOSOTROS

La vida y el ministerio de Jesús fueron la revelación suprema de Dios. En unos tres años, Dios pudo revelar más sobre quién era él y en qué consistía su misión que en todo lo que había hecho mediante los demás métodos en las ge- neraciones anteriores. Cristo era la perfecta “imagen del Dios invisible”, aquel en quien “habitase toda su plenitud [...] haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:15, 19, 20). En Cristo, la naturaleza misionera de Dios se dio a conocer por completo. Jesús mismo reveló su misión al decir: “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

Lee Juan 3:16 y reflexiona detenidamente sobre el mensaje. ¿Cómo ves que interactúan aquí el amor y la misión de Dios?

Más adelante en su ministerio, cuando Jesús se acercaba a su última semana de vida, el destino final de la humanidad estaba en juego. Los acontecimientos que tuvieron lugar durante esos días conectaron la expectativa del pasado con la esperanza del futuro. Durante la celebración de la Pascua (que señalaba la liberación de la opresión en Egipto), Jesucristo, el Dios encarnado, entregó su vida para librarnos de la esclavitud del pecado. El apóstol Pablo escribió: “Al que no tenía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros llegásemos a ser justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).

En Mateo 28:18 al 20. ¿Cuál es la promesa que podemos encontrar en la Gran Comisión? ¿Qué seguridad nos da al comprometernos con la misión de Dios?

La muerte de Cristo fue parte del proceso de reconciliación, no su fin. Mediante su resurrección, Jesús venció la muerte y recibió “toda autoridad [...] en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). En vista de esta realidad, encomendó a todos sus seguidores que hicieran discípulos en todo el mundo, con una promesa asombrosa: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

¿De qué manera experimentaste en tu propia vida el cumplimiento de la promesa de Jesús de estar “con ustedes todos los días” cuando te dedicas a la misión?

V. EL DIOS QUE VOLVERÁ POR NOSOTROS

Lee Juan 14:1 al 3. ¿En qué medida este pasaje se vincula con el mensaje del tiempo del fin que se encuentra en las Escrituras?

Durante su ministerio terrenal, una de las promesas más preciosas de Cristo, la bendita esperanza, refleja una vez más el deseo del Creador de estar con noso- tros por toda la eternidad. Jesús afirmó: “Vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, ustedes también estén” (Juan 14:3).

Según el apóstol Juan, la promesa finalmente se hará realidad. “Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘El santuario de Dios estará con los hombres. Él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos, y será su Dios’ ” (Apocalipsis 21:3).

“La obra de la Redención será completada. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. La Tierra misma, el mismo campo que Satanás reclama como suyo, quedará no solo redimida sino también exaltada. [...] Aquí, donde el Hijo de Dios residió temporalmente en forma humana; donde el Rey de gloria vivió, sufrió y murió; aquí, cuando haga nuevas todas las cosas, estará ‘el tabernáculo de Dios con los hombres’. [...] Y, a través de las edades sin fin, mientras los redimidos anden en la luz del Señor, lo alabarán por su Don inefable: Emanuel, ‘Dios con nosotros’ ” DTG, 18.

Aquí encontramos el cuadro más hermoso de la Redención. El Dios de la misión finalmente cumplirá su deseo de estar con sus hijos por la eternidad. ¡Qué tremendo privilegio formar parte de esta realidad!

Desafíos semanales. Durante este trimestre, estás invitado a comprometerte conscientemente con la misión de Dios. Esta será una oportunidad para ver y experimentar al Dios de la misión obrando en tu vida. Aprovecha este momento para la reflexión personal y prepárate para compartir semanalmente lo que has aprendido con tu clase. Además, el desafío avanzado te animará a ampliar tu participación en la misión de Dios.

Desafío: Ora todos los días de la semana que viene para que Dios abra tu corazón a fin de ser parte de su misión.

Desafío avanzado: Averigua el nombre de alguna persona con la que te relacionas pero que todavía no conoces: un vecino, un compañero de trabajo, un comerciante, un conductor de autobús, un conserje, etc. Comienza a orar por él o ella todos los días.

CONCLUSIÓN

“El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, un plan formulado después de la caída de Adán. Fue una ‘revelación del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio’ (Romanos 16:25). Fue una manifestación de los principios que desde las edades eternas habían sido el fundamento del Trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre por causa del poder seductor del apóstata. Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para enfrentar la terrible emergencia. Tan grande fue su amor por el mundo que se comprometió a dar a su Hijo unigénito, ‘para que todo aquel en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’ (Juan 3:16)” DTG, 13, 14.

Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo - "En su contexto inmediato, la afirmación de Jesús 'con' fue dada solo para discipular discípulos. No sería justo para la gran comisión de Mateo decir que el 'con' especial de Jesús fue dado a todos y cada uno de los que se dicen ser cristianos; no fue dado, como a veces decimos, 'incondicionalmente'. Fue dado en forma condiciona, para los cristianos misioneros". Frederick Dale Bruner, Matthew, t 2, the Churchbook (el libro de la iglesia), Mateo 13-28 (Dallas:Word, 1990), 104. Citado en Russell Burrill. Discípulos Modernos para iglesias revolucionarias. Buenos Aires: ACES, 2014, 13.

“Cristo no dijo a sus discípulos que su trabajo sería fácil. [...] Pero no se los dejaría luchar solos. Les aseguró que él estaría con ellos; y que si ellos avanzaban con fe estarían bajo el escudo de la Omnipotencia. [...] Mientras obedecieran su palabra y trabajasen en comunión con él, no podrían fracasar. Vayan a todas las naciones, les ordenó, vayan a las partes más alejadas del Globo habitable, y estén seguros de que aun allí mi presencia estará con ustedes. Trabajen con fe y confianza; porque yo no los olvidaré nunca. Estaré siempre con ustedes, ayudándolos a realizar y cumplir vuestro deber, guiándolos, alentándolos, santificándolos, sosteniéndolos y dándoles éxito en hablar palabras que llamen la atención de otros al Cielo” HAp, 24.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

Piensa en lo que significa que las primeras palabras de Dios a la humanidad caída no hayan sido: “¿Qué has hecho?”, o “¿Por qué me has desobedecido?” En lugar de esto, las primeras palabras fueron: “¿Dónde estás?” ¿Qué consuelo debería darnos esta verdad con respecto a la intención de Dios para con nosotros y nuestros seres queridos?

Piensa en lo que significa que Dios mismo, en la Persona de Jesús, viniera a este mundo para salvarnos. Cristo en la Cruz fue la máxima manifes- tación de Dios como un Dios misionero. ¿Qué nos dice esto acerca de su carácter?

La misión pertenece a Dios. Por lo tanto, él habilitará y capacitará a las personas para la tarea. A la luz de esta realidad, cuando te enfrentas a los desafíos de la evangelización mundial, ¿cómo puedes hacer frente a los sentimientos y las actitudes de incapacidad o miedo?